4 de marzo
«No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno». Romanos 3:10-12, RV95
El submarino «Kursk» se hundió durante unos ejercicios de rutina en el mar de Barents. Oficialmente, el accidente fue causado por una explosión en el compartimiento de torpedos del sumergible. Este submarino, uno de los más modernos y seguros, era considerado prácticamente invulnerable. Su tripulación pertenecía a la élite de la Fuerza Naval Rusa.
El 12 de agosto de 2000, el submarino participaba en unos ejercicios de rutina. Según el escenario, tenía que atacar un grupo de portaaviones. El ataque debía comenzar a las 11:30 a.m. Pero en vez de un lanzamiento de torpedo, a la hora señalada se produjo una explosión. El torpedo detonó dentro del sumergible, provocando la explosión del resto de las municiones. A causa de esta explosión, el grueso casco del Kursk, capaz de soportar el impacto de un torpedo, se deformó cubriéndose de pliegues y agujeros. Casi toda la tripulación murió al instante. Los 23 sobrevivientes se encerraron en los compartimientos de atrás. El teniente capitán Dmitri Kolésnikov escribió pocas horas antes de su muerte: «12:08… No hay luz para escribir, pero trataré de hacerlo a tientas. Parece que no tenemos muchas probabilidades de supervivencia. Espero que alguien lea estas líneas. Aquí viene una lista de quienes nos encontramos en los compartimientos ocho y nueve, y trataremos de salir. Saludos a todos. No se desesperen. Kolésnikov».
¿Por qué no salieron nunca? Lamentablemente, no tenían acceso a la cámara de rescate. Para colmo de males, pocas horas después del accidente se descompuso la placa regeneradora de oxígeno. Solo podían ser rescatados desde afuera, pero como el rescate no llegó a tiempo, después de unas doce horas, los 118 marineros murieron.
El incidente del Kursk ilustra la deprimente situación en la que quedó la humanidad después de la entrada del pecado. Todos hemos sido afectados y no podemos hacer nada para salvarnos a nosotros mismos. Al igual que la tripulación del Kursk, nuestra salvación debe venir de afuera. ¿Y sabes qué? ¡Así fue! Dios envió a su Hijo Jesús para salvarnos del pecado y de la muerte. Hoy, gracias a él, tú y yo podemos ser libres. El mensaje de @Dios para ti hoy es: «La salvación está aquí. No desesperes».
5 de marzo
«Pues el evangelio nos muestra de qué manera Dios nos hace justos: es por fe, de principio a fin. Así lo dicen las Escrituras: “El justo por la fe vivirá”». Romanos 1: 17
El tema de la seguridad de la salvación causa mucha duda y preocupación en el creyente. Muchos cristianos suelen buscar seguridad en sí mismos y en sus obras, pero al ver sus errores, las caídas constantes y la inestabilidad espiritual que tan a menudo nos caracteriza, dudan de su salvación. Otros llegan a la conclusión de que nunca fueron realmente salvos. He visto a millones de personas en esta misma situación en mi país: suben el cerro de Monserrate de Bogotá de rodillas mientras otra persona les va colocando arena en cada escalón. En Cartagena suben al cerro de la Popa de espaldas. En Santo Tomás se hacen crucificar de manera real. En Buga caminan largas distancias a pie y descalzos, también se hacen flagelar y mil cosas más, buscando paz con Dios.
Se cuenta que Martin Lutero vivió gran parte de su vida asaltado por las dudas y preocupaciones que le ocasionaba el tema de la salvación. Su pecado le hacía sentir culpa, al punto de que vivía constantemente deprimido. Sentía que no era lo suficientemente bueno y que no merecía el perdón de Dios. Por eso se flagelaba y se imponía severas penitencias. Un día, mientras estudiaba las Escrituras en su oficina en Wittenberg, leyó Romanos 1: 17: «El justo por la fe vivirá». Aquel día se inició un cambio en su interior. Pensó toda la noche en ese pasaje. El Espíritu Santo obró en él de una manera tal que no pudo contenerse ante tal verdad.
Lutero entendió que la salvación solo se obtiene por gracia. Nosotros no la merecemos y nunca podremos hacer algo para ganarla o merecerla. La salvación solo puede obtenerse mediante la fe en Cristo Jesús. Después de recibir tan grande convicción y seguridad en la Palabra de Dios, encontró la paz tan esquiva que había buscado por tanto tiempo y estuvo dispuesto a dar su vida por esa verdad.
¿Y tú? ¿En quién confías? Hoy amanece un nuevo día, y la gracia de Dios está al alcance de todos. Basta solo con hacer de Jesús tu Salvador personal y Señor de tu vida. @Dios te dice hoy que «el justo vivirá por la fe».
6 de marzo
El secreto de la paz interior
«¿Podrá, pues, un simple hombre ser puro e inocente frente a Dios?». Job 25:4
La búsqueda de justicia por parte del ser humano es tan antigua como nosotros mismos. Desde el día en que nuestros primeros padres violaron la ley de Dios y quedaron sometidos a la muerte eterna, la humanidad ha estado buscando con ansias la manera de recuperar el estatus de pureza e inocencia frente a Dios. O sea, la reconciliación con Dios.
Era lunes y el pastor inició su jornada de atención en la oficina pastoral allí en la iglesia. Abrió su Biblia y comenzó a leer el capítulo correspondiente al año bíblico de ese día. Apenas había leído la mitad cuando lo vio aparecer. Caminó hasta el centro del patio, se arrodilló frente a la puerta principal de la iglesia y comenzó a llorar mientras golpeaba su cabeza contra la reja protectora. El pastor hizo su Biblia a un lado, salió de su oficina y llegó hasta donde estaba aquel extraño arrodillado.
—¿Le puedo ayudar en algo? —le dijo mientras colocaba su mano en el hombro.
Con los ojos bien abiertos y con una expresión de espanto en el rostro el hombre se levantó y empezó a correr hacia la salida. El pastor le dijo:
—No se vaya, aquí es el único lugar donde puede encontrar solución a su problema, de nada le sirve escapar, permítame ayudarle.
El hombre se detuvo, miró al pastor y, regresando, se arrojó a sus pies llorando desconsoladamente. Acto seguido le confesó al pastor que una semana atrás había asesinado a dos personas que habían entrado a su negocio de ropa usada para robar. Luchó contra ellos y en el forcejeo los había matado.
—Nadie me vio, porque era de madrugada pero desde entonces no puedo dormir, no me siento tranquilo, siento un peso en el corazón que me está matando y no sé qué hacer. ¡Ayúdeme, por favor!
Aquel día el pastor lo acompañó a la policía, allí el caballero confesó su crimen y se declaró culpable. Entonces vino la sorprendente respuesta del comandante del destacamento policial:
—Obviamente este es un caso de defensa personal. Hace varios meses le venimos dando seguimiento a esos delincuentes. Eran violentos y de seguro le hubieran quitado la vida. Váyase en paz, no presentaremos cargos contra usted».
Hoy, ese mismo caballero es cristiano y comparte el evangelio con otros. ¿Era inocente? No, pero fue perdonado y absuelto. Hoy @Dios te dice: «¿Quieres sentirte puro? ¿Quieres ser declarado inocente? Ven a mí, yo puedo darte el perdón y la paz que buscas».
7 de marzo
«Pero Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos, mediante la liberación que realizó Cristo Jesús». Romanos 3: 24
¿Has escuchado hablar de la Kaaba? Es una estructura que se encuentra en la ciudad de Meca, en Arabia Saudita. Según la tradición islámica, allí se encuentra la piedra negra, que Gabriel le entregó a Abraham. Cada año, millones de musulmanes peregrinan hasta este lugar recorriendo grandes distancias para presentarse allí delante de Alá y cumplir así con el hach , la peregrinación anual. En la India, los peregrinos asisten desde diferentes partes del mundo para bañarse en las aguas milagrosas del río Ganges. Lo mismo buscaban los miembros de la tribu de los Huicholos cuando hacían nudos en un conjunto de cuerdas para luego arrojarlas en el fuego y de esa manera deshacerse de la culpa y de sus pecados.
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