Repentinamente, los gritos de varios pasajeros los despertaron. Miraron a un lado del camino, fuera de la carretera, y entre los matorrales estaba el bus que había salido primero. Había sido asaltado, varios pasajeros estaban heridos de bala y les habían robado el dinero a todos los comerciantes que viajaban en él. Entonces ella recordó aquellos ojos que había visto entre los matorrales y que le habían hecho perder el tiempo. Se arrodilló y agradeció a Dios por su protección.
¿Coincidencia? No, providencia divina. A veces Dios utiliza los mecanismos más extraños para guardarnos del peligro. @Dios le reveló a Elena G. de White que: «Los que siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección. Ángeles de gran poder son enviados del cielo para ampararlos. El maligno no puede forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo» ( El conflicto de los siglos , p. 506).
16 de febrero
«Te ruego, Dios de mi vida, que de día me muestres tu amor, y que por la noche tu canto me acompañe». Salmo 42: 8
Puede que te parezca extraño, pero incluso hoy en día existen grupos indígenas en algunas zonas del planeta que viven como lo hacían sus antepasados y prácticamente no han tenido contacto alguno con la civilización. Uno de esos grupos son los Nukak Makú, una tribu que habita en la región Amazónica de Colombia. A pesar del paso de los siglos y los avances tecnológicos, ellos siguen realizando las mismas actividades que sus ancestros: caza, pesca y recolección. Los Nukak Makú llevaban cientos de años habitando las selvas, sin saber del mundo exterior y sin que nadie supiera de ellos (no tienen Tik Tok ni Twitter). Pero en 1988, unos investigadores que sobrevolaban la selva trajeron la noticia de la existencia de esa comunidad. Desde entonces, los antropólogos y otros grupos de científicos los han visitado para conocer más sobre ellos y estudiar sus hábitos, sus creencias y sus costumbres.
Hace algún tiempo vi un documental sobre los Nukak Makú donde aprendí que ellos cantan todo el día, mientras realizan sus actividades cotidianas. Pero el canto adquiere un mayor significado durante la noche, porque en la tradición de esta tribu, en la noche vienen los espíritus que pueden hacer daño a las personas. Por eso se reúnen en grupos y cantan hasta ahuyentar el temor y hacer que los espíritus se alejen. Por medio de las canciones obtienen seguridad, protección y paz durante la noche que les permite dormir tranquilos.
La noche es símbolo de lo inesperado, de la calamidad, del peligro que nos asecha (Salmo 91: 5). No es de extrañar que, de niños, todos le temíamos a la oscuridad. Incluso después de que nos hacemos adultos persiste el miedo al peligro que se oculta tras las tinieblas. ¿Cómo podemos enfrentar la duda y la inseguridad? En el Salmo 42, los hijos de Coré elevan una petición al Señor: «Que por la noche tu canto me acompañe» (vers. 8).
Los Nukak Makú tenían la clave: la música puede ayudarnos a enfrentar nuestros temores, pero hay algo más que el Salmo añade: «tu canto», no es cualquier música, es aquella que proviene del Señor. ¿A qué «noche» te estás enfrentando hoy? ¿A qué le temes al iniciar este día? Eleva hoy una canción al cielo. Cántale al Señor hasta que él, con su presencia, disipe todos tus temores. @Dios desea que sepas que «no importa cuán oscura sea la noche que atraviesas, él está contigo».
17 de febrero
«Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!». Salmo 91: 2
El Salmo 91 es uno de los capítulos más conocidos de toda la Biblia. Esto no debiera sorprendernos, pues trata sobre uno de los temas que más necesitamos: protección y seguridad. En el verso 2 se nos invita a decirle al Señor: «Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!». ¿Y qué pasa después que nos acogemos a la protección divina? Fíjate lo que dice el Salmo a continuación.
«Solo él puede librarte»:Eso no significa que no enfrentarás problemas, sino que cuando quedes atrapado en las deudas, los miedos y las tentaciones, él puede librarte. Puede ser que mañana caigas, pero Dios vendrá en tu auxilio y estará dispuesto a pelear para rescatarte a ti y a tu familia.
«De trampas ocultas y plagas mortales»:El salmista utiliza la metáfora de las trampas que colocaban los cazadores de su época. Pero «trampas» también puede referirse a un estado emocional: puedes quedar atrapado en un estado de pavor, de miedo incontrolable, de terror, de pánico por algo inesperado, que se te presenta cuando no lo esperabas. Las «plagas mortales» pueden ser circunstancias externas, como la pandemia del Coronavirus o cualquier desgracia que venga después. Dios nos ofrece liberación de todo eso y el resto del Salmo 91 menciona tres circunstancias en las que tú puedes reclamar la salvación y la protección que solo vienen de Dios:
1 Si has hecho del Señor tu refugio y lugar de protección (vers. 9): Estas expresiones no aluden a una relación esporádica con Dios, sino que transmiten la idea de vivir con Dios, de estar siempre a su lado. ¿Cómo puedo lograr esto? Por medio de una comunión diaria con Jesús. Cada día, al estudiar su Palabra y buscarlo en oración, lo estás escogiendo como tu refugio y morada.
2 Si lo amas (vers. 14): Amar a una persona implica darle preferencia y prioridad. El amor verdadero es más que un sentimiento que calienta nuestro interior. Es un compromiso, una decisión.
3 Si lo conoces (vers. 14): Conocer a Dios es más que adquirir información con respecto a él, es una experiencia que hemos de vivir cada día.
Hoy @Dios te invita a refugiarte en él, a caminar con él cada día. Esa es la mejor póliza de seguro que podemos adquirir hoy. Hazlo tu esperanza y tu castillo. Deposita toda tu confianza en él.
18 de febrero
«Mucho le cuesta al Señor ver morir a los que lo aman». Salmo 116: 15
«Lo mejor que podemos hacer es estar en estrecha comunión con Dios, y si él quiere permitir que seamos mártires por causa de la verdad, esto puede ser el medio de traer a muchos otros a la verdad» ( Eventos de los últimos días , p. 128). ¡Nadie quiere morir! Esa es la verdad. Lamentablemente la muerte es el fin inevitable de todos los seres humanos. Y en muchos casos, Dios usa una realidad tan triste como la muerte para sacar de ella buenos resultados.
Este fue el caso de Vicente Jiménez, su esposa Rosita Cifuentes, sus tres hijos: de seis y cinco años, y un bebé de tres meses. En la década de 1960 ellos eran los únicos adventistas en la región. Eran personas bondadosas, muy gentiles y muy espirituales, aunque el rechazo al evangelio era feroz. Los vecinos los injuriaban, les tumbaban las cercas y les soltaban las bestias y el ganado para que destruyeran sus cultivos. Ellos simplemente arreglaban todo y guardaban silencio.
Pero una noche ocurrió lo inesperado. Los dos hijitos mayores ya estaban acostados en su cuarto. Aun no se habían dormido cuando oyeron ruidos y lamentos. La niña miró por las hendijas de las paredes de bahareque y vio a dos hombres con el rostro cubierto con trapos negros. Tomó a su hermanito y se escondieron debajo de la cama. Todo quedó en absoluto silencio, y finalmente se durmieron.
Cuando el sol que se filtraba por las paredes y el techo de paja los despertó, la niña llamó a su hermano y salieron del cuarto. Allí tendido boca abajo estaba el padre sin vida. Corrieron a la cocina para buscar a la mamá y la encontraron tendida en el piso, sin vida. Corrieron sin parar por la carretera hasta la casa de los abuelos para ponerse a salvo. Vicente y Rosita fueron parte de los más de cincuenta mártires que durante casi 17 años de violencia dieron su vida por la verdad. Pero la sangre de estos dos hermanos fue la semilla que Dios utilizó para llevar la verdad.
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