La universidad rechazó la petición. Así que Adriana y su familia decidieron llevar la batalla a las cortes de aquel país. Dado que ella era menor de edad tuvo que recurrir a un proceso que en aquel país se llama «tutela». No obstante, el fallo fue adverso, ya que el tribunal juzgó que «resulta improcedente la tutela teniendo en cuenta que el padre de la accionante funge como agente oficioso de su hija quien está en capacidad física y mental de acudir por sí misma en defensa de sus derechos fundamentales». En vista del resultado, la familia decidió apelar, argumentando que la ley establece que los padres ejercen la patria potestad y representación legal sobre sus hijos hasta que ellos lleguen a la mayoría de edad, siempre y cuando no se hayan emancipado ni suspendido tales facultades.
En esta segunda instancia lograron que se revocara el fallo anterior y se le diera al padre la facultad de representar a su hija. La universidad impugnó el veredicto y después de mucha lucha, el caso llegó hasta el tribunal constitucional, donde los jueces fallaron: «Se ordena a la Universidad Nacional que efectúe la reprogramación del examen de admisión para Adriana, en fecha que debe establecerse un día diferente al sábado, esto en razón que la menor pertenece a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y sus miembros guardan el mencionado Shabat con exclusividad para la realización de las actividades relacionadas con sus creencias». No importa lo intimidante que parezca tu situación o tu adversario. El Dios que le dio la victoria a Adriana es también tu Dios. @Dios te dice hoy: «No temas, yo estoy contigo para defenderte».
10 de febrero
Nadie puede oponerle resistencia
«Asá invocó al Señor su Dios, diciendo: “Señor, para ti es igual ayudar al fuerte que al débil. Por tanto, ¡ayúdanos, Señor y Dios nuestro, ya que confiamos en ti, y en tu nombre hemos venido contra este ejército! Tú, Señor, eres nuestro Dios. ¡Muestra que nadie puede oponerte resistencia!”». 2 Crónicas 14: 11
Hace un tiempo que leí un libro titulado ¿Por qué a la gente buena le ocurren cosas malas? Asa es precisamente una de esas personas buenas a las que uno esperaría que no le ocurrieran cosas malas. Había hecho siempre lo recto ante los ojos de Dios, derribó los dioses paganos, guio al pueblo hacia Dios, obedeció los mandamientos, fortaleció las ciudades fortificadas y reunió un ejercito de 380,000 soldados.
Cuando estás haciendo las cosas bien, esperas que todo te salga bien. Pero nota cómo se puede pasar de la alegría a la tristeza en tan solo instantes: «Zera el cusita marchó contra ellos al frente de un ejército de un millón de soldados y trescientos carros de guerra» (2 Crón. 14: 9, NVI). El ejército enemigo lo sobrepasaba en número, en tecnología, velocidad y poder con las armas de destrucción más modernas del planeta en el año 900 a.C. Sin temor a equivocarme puedo decirte que aquella hubiese sido una de las masacres más grandes de la historia.
Probablemente Asa sintió lo mismo que experimenta una persona cuando se sienta delante del médico para que le dé los resultados de un examen y lo escucha decir: «Tienes seis arterias obstruidas en el corazón», o «tienes sida», o «tienes un tumor cerebral». O quizás es la misma sensación que cuando tu novio o novia te dice: «No podemos seguir juntos, ya no te quiero». O cuando te dicen: «Estás despedido». ¿Qué podemos hacer en esos casos? ¡Lo mismo que hizo Asa! Él invocó al Señor. Oró. Confió en Dios y, como resultado, obtuvo la victoria.
Apreciado joven, la vida cristiana es intensa. Las luchas son intensas y a veces las pruebas también pueden serlo. Pero las victorias lo son por igual. Si deseas experimentar el gozo cristiano, la alegría de tener a Jesús en el corazón y, sobre todo, la victoria en tus empresas y proyectos, hoy te invito a buscar al Señor, a llevarle tus preocupaciones y a confiar en él. @Dios te promete hoy: «¡Nadie podrá hacerle resistencia!».
11 de febrero
«Señor, los que te conocen, confían en ti, pues nunca abandonas a quienes te buscan». Salmo 9: 10
El 13 de noviembre de 1985, comenzó como cualquier otro en Armero, con la salvedad de que se temía una posible erupción del volcán Nevado del Ruiz y un deshielo que bajaría por el río Lagunilla produciendo una inundación. Aquel miércoles en la tarde se sentía un olor a azufre en el aire y caía una ceniza muy fina. Muchas personas llamaron a los organismos de socorro, pero recibieron la orden de no alarmarse.
Hacia las once de la noche, Elizabeth y su familia oyeron gritar gente desesperada que pedía que los dejaran refugiar en la terraza de su casa de dos pisos. Bajaron a abrir, y el agua ya les daba a las rodillas. Ella se abrazó de su madre y entonces se escuchó un estruendo espantoso. Cuando recobró el conocimiento, se sintió atrapada entre escombros, solo la cara sobresalía entre el lodo, y su pierna derecha había quedado destrozada: perdió casi todo el tejido del muslo y quedó con los huesos expuestos y un hueco en el pie. Observó que estaba rodeada de cadáveres y sobrevivientes que pedían auxilio. Entonces tomó una decisión muy difícil para una niña de quince años.
Les tocaba la cara para saber si respiraban o no. Les hablaba, antes de apoyarse en los cadáveres y hundirlos para poder pasar y sobrevivir. Pasó cuatro noches y cinco días esperando un rescate que tal vez nunca llegaría. Cuando por fin llegó un helicóptero, los socorristas no la reconocían como herida. Creían que era un cadáver más porque había quedado como una momia de barro. Con el último aliento que le quedaba, dio un quejido y fue rescatada. Estuvo en coma durante ocho días. Cuando despertó, su pierna estaba gangrenada, y los médicos la iban a amputar. Ella se negó. El médico le dio 50% de probabilidades de vida si se oponía a la cirugía, pero ella persistió. Después de trasplantes e injertos de tejidos de la pierna buena a la pierna herida, evitó la amputación. Tres meses después de la avalancha, muchas intervenciones quirúrgicas y horas de terapias, volvió a caminar y hoy sirve al Señor predicando el evangelio.
@Dios te dice en este día: «Tú no tienes que haber sobrevivido a una catástrofe similar para confiar en mí. Tampoco tienes que haber soportado difíciles pruebas para hoy tomar la decisión de entregarme tu vida y servirme con todo tu ser». ¿Te gustaría hoy colocar tu confianza en el Señor?
12 de febrero
No se trata de merecer, sino de insistir
«Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido». Mateo 7: 7, 8, TLA
El filosofo alemán Arthur Schopenhauer escribió que «muchas veces las cosas no se le dan al que más las merece, sino al que sabe pedirlas con mayor insistencia». Pedir es un arte. Tanto que las universidades han incluido en su oferta de carreras una maestría que enseña a los que la cursan a pedir grandes cantidades de recursos.
La Biblia presenta que a Dios le agradan las personas que piden. Pedir lo que necesitamos es un principio fundamental de nuestra relación con él. «Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido» (Mateo 7: 7, 8, TLA). Si hay luz, ¿por qué quedarnos en la oscuridad? Si hay un cielo ilimitado, ¿por qué contentarnos con arrastrarnos en tierra? Si hay oportunidad de cambiar, ¿por que no intentarlo? Si los milagros existen, ¿por que no pedir uno para ti?
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