Un asilo comúnmente cuenta con un equipo multidisciplinario conformado por médicos, geriatras, gerontólogos, enfermeras gerontólogas, gericulturistas, terapistas físicos, trabajadores sociales, psicólogos, dietistas, odontólogos y podólogos, entre otros (Hernández y Muñoz, 2003:187-192). Esto no quiere decir que la atención sea siempre buena.
Además, a menudo la atención médica básica es deficiente, con estados tratables como depresión e incontinencia, a veces mal diagnosticadas, drogas mal prescritas; y casos de pacientes mantenidos con sobredosis de sedantes y descuidados (Hernández Zamora, 2006-40-44).
México es un país en vías de desarrollo y es ya al menos una ayuda que existan algunos asilos. Falta que los médicos tengan especializaciones y el personal de enfermería y otros cuidadores reciban más educación complementaria y mejores pagos. La salud pública en este país deja mucho que desear; cambiar esto implica la reforma de todo un sistema social. Lo que sí es claro es que resulta indispensable mejorar el cuidado en los asilos.
Para mejorar el cuidado, hace falta que más médicos reciban educación en geriatría; es necesario que se involucren más profesionales de salud mental; se necesitan políticas de reintegración que ofrezcan incentivos a los trabajadores de la salud pública para el buen cuidado a largo plazo, y deben establecerse sistemas para controlar la prescripción de medicamentos y otras prácticas (Papalia y Wendkos, 1997, en Hernández Zamora, 2006:40-44).
CARACTERÍSTICAS DE LOS ENFERMEROS
Para esta tesis se hizo una intervención con un grupo de enfermeras; enseguida se describe a dicho grupo.
Se ha comprobado estadísticamente que los enfermeros en cualquier institución médica, de servicios sanitarios o de cuidado, son el personal más numeroso dentro del área de salud. Constituyen una fuerza laboral que aumenta día con día; actualmente hay dos enfermeras por cada 1 000 habitantes en México (Secretaría de Salubridad y Asistencia SSA, 2000, en Hernández Zamora, 2006:40-44).
Los enfermeros se enfrentan a diario con el dolor ajeno y su trabajo es difícil, estresante y delicado. Sus sueldos en México no compensan justamente lo que significa su labor.
[…] su estatus laboral medido por autoridad, sueldo y toma de decisiones, no compensa a la trascendencia de sus responsabilidades […] perciben mayores niveles de estrés que los médicos y los farmacéuticos (Hernández Zamora, 2006-40-44).
Desgaste y burnout. El personal de enfermería ejerce una profesión que favorece las condiciones para el desarrollo del estrés ocupacional y la formación del desgaste profesional o burnout (Arita y Arauz, 1999:87-94).
Entre los estresores más importantes se encuentran los siguientes: sobrecarga cuantitativa de trabajo, dificultades con otros miembros del personal, problemas sindicales, tratamiento en condiciones críticas de enfermedad, casos sin esperanza o difíciles, subutilización de habilidades, ambigüedad acerca del futuro, falta de autonomía y tiempo, escasez de recursos y bajos salarios. Asimismo, el sistema de turnos, las relaciones con los médicos, la imposibilidad de elegir a las compañeras de trabajo, el no reconocimiento, las fluctuaciones en la cantidad de trabajo, la desorganización de la institución y los conflictos con la autoridad.
Los estresores de tipo interrelacional son los que sobresalen en el grupo trabajado para este trabajo.
La relación entre el cuidador y el anciano en un asilo tiene características especiales. Algunas se mencionan a continuación.
• Agresión a los cuidadores. Muchas veces los cuidadores son agredidos física y verbalmente por aquellos a quienes atienden.
• Evasión de los cuidadores a las demandas emocionales. Hay estudios (Lara, Fernández, Acevedo y López, 1996:329-340) que reportan una tendencia considerable de las enfermeras a eludir las demandas emocionales de los pacientes, al comparárseles con las maestras y las trabajadoras sociales.
• Cuando el cuidador maltrata. Un temor especial es el abuso de los residentes ancianos por miembros del personal. Algunos cuidadores pueden abusar físicamente de los residentes con actos como prohibirles más de lo necesario, empujarlos, pellizcarlos, abofetearlos, golpearlos, patearlos, o arrojándoles objetos. El abuso psicológico es más común: gritar a los pacientes, insultarlos, maldecirlos, aislarlos sin necesidad, amenazarlos o rehusarse a darles alimento. En tales casos, tanto la víctima como el abusador requieren tratamiento.
• Escucha empática de los cuidadores . Los residentes de la mayoría de los asilos rara vez o nunca son visitados por sus familiares; a muchos tampoco se les permite salir, por lo que sus relaciones interpersonales están limitadas a sus compañeros (varios de ellos con trastornos mentales) y al personal que los atiende. Por esta razón es una necesidad de los residentes tener una atención de calidad que incluya no solamente los cuidados asistenciales, sino una compañía que brinde afecto y escucha. Desafortunadamente, este personal con frecuencia no está lo suficientemente capacitado, en especial en el aspecto humanístico, para tratar a los viejos; carecen de empatía, sensibilidad, paciencia, amor, conocimientos sobre cómo una persona mayor puede ser afectada en sus emociones por sus padecimientos, o lo contrario. Es aquí donde la capacitación de desarrollo humano puede significar una labor que marque la diferencia.
Las enfermeras que reportan mayor satisfacción en el trabajo poseen las siguientes características: consideran su trabajo como menos rutinario, perciben posibilidades de promoción, son de mayor edad, opinan que hay una distribución equitativa de recompensas y no creen estar sobrecargadas de trabajo (Lara, Fernández, Acevedo y López, 1996:329-340).
Para lograr que las enfermeras de un asilo brindan a los ancianos lo mejor de sí como cuidadoras es indispensable cubrir una serie de necesidades laborales, económicas, sociales y emocionales. Pero no vivimos en un mundo ideal. México carece de muchos recursos para satisfacer al personal de las instituciones de salud pública. Sin embargo, cualquier capacitación ayudaría sustancialmente. Es importante continuar impartiendo cursos y talleres a los cuidadores.
EL CUIDADOR TAMBIÉN DEBE SER CUIDADO
El trabajo de cuidar adultos mayores es muy absorbente. La carga física y mental es pesada, por lo que estos trabajadores también requieren atención. Dicha tarea tiene consecuencias para quien la cumple, porque invierte una dosis de recursos emotivos y físicos en la persona que cuida. En la medida en que el tiempo transcurre y la enfermedad o la dependencia avanzan, la tarea puede ser realizada con menor entusiasmo, independientemente de la relación afectiva o de trabajo. Garrid y Sansburi (véase Molina, Iañez e Iañez, 2005:33-43) introdujeron en 1963 el término “carga” para referirse al impacto que produce el cuidado de enfermos en sus cuidadores. Esta “carga del cuidador” se definió como “el conjunto de problemas de orden físico, psíquico, emocional social o económico que pueden experimentar los cuidadores de adultos incapacitados” (George y Gwiter, 1986:253-259).
El estrés puede derivar en ansiedad y presentarse con frecuencia en el ámbito laboral. Es de tipo organizacional, crónico y cotidiano, y aparece generalmente en los trabajadores asistenciales: médicos, enfermeras, profesores, terapeutas o psicólogos en situaciones de un trabajo no lo suficientemente recompensado que exige entregas emocionales de alta demanda. Causa detrimento psicológico y es el principal componente de una moral baja o ausentismo; se desarrolla entonces un autoconcepto negativo y actitudes de igual modo negativas hacia el trabajo. Tal estrés negativo procede de la influencia de agentes del entorno social, del marco laboral y las características personales (Arita, 2001:73-80).
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