¡Ummm! ¡Me gusta!
Se baja lentamente la cremallera del pantalón.
Al ver que la cosa está subiendo de tono me viene a la mente como un rayo mi amiga.
—¡¡Carlos!! ¿Andrea?
—Ella se ha marchado, estamos solos tú y yo —dice con voz ronca por la excitación.
Mi querida amiga compinchada con él. No es de extrañar.
Es evidente que está muy excitado, un bulto de dimensiones considerables se eleva entre sus piernas. Se vuelve a arrodillar a la altura de mis caderas, pasea por ellas sus manos, lentamente, de arriba abajo mientras fija sus ojos en el blanco sujetador que cubre mis senos. Después de recrearse por unos instantes, se decide a desabrochar mi pantalón. Observo como le tiemblan los dedos y como cierra por unos instantes los ojos mientras lo desabrocha. Su pecho se agita visiblemente y el mío también. Me gustaría participar con mis caricias hacia él… pero le dejo hacer. Contengo la respiración. Él está lejos de mi alcance. Mi pecho sube y baja excitado, la sangre bombea y bombea una y otra vez en mis sienes. Mis caderas se mueven ante tal provocación. Anhelo sus caricias, esas caricias que en tiempo pasado nos hicieron pasar maravillosos momentos. Sus temblorosos y anhelantes dedos bajan lentamente la cremallera de mi pantalón, noto la leve presión que proyecta sobre el pubis mientras la baja. Todo mi cuerpo se estremece, no puedo seguir mirando; mis ojos huyen del campo de batalla y se pierden en el techo del salón suplicando compasión. Quiero tocarle… pero… no me atrevo, no me atrevo a tomar parte.
—Eres perfecta Marian. Tu cuerpo sigue tal y como lo recordaba: suave, firme, cálido y sugerente.
Aparto mi mirada del techo y le miro. ¡Sí… te deseo! Le digo con mi mirada. No me atrevo a pronunciar esas palabras… pero mis ojos hablan por sí solos, las palabras en este preciso momento considero que sobran.
Sus manos se colocan en la cinturilla del pantalón y lentamente lo arrastra hacia mis tobillos, dejando al descubierto la delicada braguita de encaje blanco que cubre mi sexo. Me quita los zapatos y, a continuación, termina de sacar el pantalón por los pies. Lentamente.... sus manos suben desde mis tobillos hasta separar con mucha delicadeza mis piernas. Acaricia la cara interna de mis muslos, los besa, los lame y los mordisquea con mucha ternura, disfrutando de cada porción de piel; de cada porción de mí. Sus tímidos dedos rozan el delicado encaje de mis braguitas. Humedece sus labios hambrientos mientras observa como respondo a sus provocadoras caricias. Desliza tímidamente el dedo índice de su mano derecha por el borde de la braguita y baja… hasta que deja paso al pulgar. Hace una lenta incursión, me acaricia —estoy muy mojada y eso le excita de manera especial—mi cuerpo arde en deseo y la respiración es cada vez más agitada, no puedo evitar que mi pelvis se mueva bruscamente al sentir el tacto de su dedo. Con lentitud se levanta mirándome a los ojos. Su mirada me dice que queda lo mejor por venir. Se quita los pantalones; no puedo evitar mirar… está muy excitado, el corazón golpea con fuerza mi pecho, me estoy derritiendo.
Se tumba despacio sobre mí, provocando una reacción desmesurada en mi interior; una ola de sensaciones vuelve a recorrer todo mi cuerpo. Su piel desprende una calidez reveladora, penetra en mi cuerpo calentando y alimentando aún más el fuego que siento dentro. Noto su miembro rebelde sobre mi pelvis, está firme y a duras penas puedo contenerme… mi cuerpo es como una presa que está a punto de desbordarse, necesito que fluya el torrente de placer por cada célula. Tengo la boca seca. Me besa, humedece con su saliva mi boca y bebo de él. ¡Qué bien sabe! Su sabor… me desvela la necesidad de beber más de él, de fundirme en su boca y traspasar todas las barreras de lo razonable.
Mis manos tímidas y especialmente sensibles comienzan lentamente a acariciar su espalda, a tocar su piel. Percibo emocionada el tacto de esta. Se estremece ante el suave roce de mis dedos al recorrer su cuerpo. Esconde su rostro en el hueco que hay entre mi cuello y mi hombro para a continuación besarlo y acariciarlo con sus labios… Le abrazo con toda la ternura que soy capaz de transmitir y él lo capta, capta la carga emocional que trato de transmitirle. Levanta la cabeza y me mira a los ojos a una distancia intimidante y desconcertante.
No puedo creer que esto esté sucediéndome. Estoy fundida piel con piel con él. Las sensaciones son demasiado fuertes.
Sus ardientes labios me murmuran sin apartar sus ojos de los míos:
—Marian… ya estás preparada. Yo lo deseo y sé que tú también. Hace… demasiado tiempo…
No puede acabar la frase. Se está volviendo loco de excitación. Su boca baja por mi cuello acariciándome con sus labios mientras aparta con sus manos los tirantes del sujetador. En este momento no hay quién lo pare. Retira la poca tela que cubre los senos quedando al descubierto. Los músculos de mi cuerpo se han vuelto de mantequilla. Con su mano derecha me acaricia el pecho estrujando suavemente entre sus dedos cada seno. Mis tímidas manos aprovechan el momento para acariciar su suave y musculosa espalda. Su tacto me vuelve loca. Es todo mío. Aprovecho para acariciar su cintura y ascender de nuevo por sus dorsales con angustiosa lentitud. Él no cesa de moverse y de estimular su sexo contra mi pubis, provocado por mis caricias.
—Están tan turgentes como recordaba.
Busca con sus labios uno de los senos, lo besa, lo asedia sin compasión, excepto la aureola y el pezón; que se los deja para el postre. Cada vez aprieta más su cuerpo contra el mío. De repente, pasa de besar mi seno a recorrer este con su lengua, a rodear la aureola —ya no puedo más, tengo que soltar la presa que me retiene o me voy a desmayar—su lengua juguetea con mi pezón. Nuestros cuerpos se mueven al mismo ritmo. Aprieta con sus labios el pezón varias veces, no puedo respirar, siento una extraña sensación en mi vientre, algo va a suceder, noto como esa sensación va bajando por mi cuerpo inundándolo todo. Él sigue mordisqueando el pezón, lo succiona a la vez que frota su sexo contra mi cuerpo, esa es la última gota de placer que desborda la presa. El placer por fin recorre como un torrente todo mi cuerpo, agitando, arrasando todo a su paso. Me mira con una sonrisa en sus labios. Sus ojos arden, me observan, se recrea viéndome disfrutar del placer que ha provocado en mí; se siente tremendamente satisfecho por lo conseguido. Tengo la sensación de que mi sexo palpita. Se incorpora lentamente acariciando mi cuerpo con su mirada. Me observa por un momento mordiéndose el labio mientras menea su cabeza suavemente de un lado a otro, me coge en brazos y me lleva a la habitación.
Me tiende sobre la cama y termina de quitarme la poca ropa que me cubre. Se quita lentamente le boxer ; es la única prenda que cubre su cuerpo. Ver su virilidad… me desconcierta, agita mi cuerpo; quiero que lo posea.
—¿Quieres más, Marian? —su pregunta me ruboriza y me vuelve a provocar. Se tumba sobre mí. El calor de su cuerpo y el contacto de su piel… su sexo… convulsiona el mío—. ¿Marian, quieres más?
Mi cabeza me grita: ¡sí, sí, sí quiero más!
—¡Carlos… quiero más! —no sé de donde saco la suficiente cordura como para contestar.
—¿Sigues tomando la píldora? —me pregunta mirándome a los ojos mientras sus dedos recorren mi rostro con suaves caricias.
—Sí —susurro.
Su boca se posa sobre la mía. Su excitación es bárbara. Me duele el cuerpo, hay demasiada tensión en él. Su sexo… busca el mío, se rozan una y otra vez piel contra piel... estoy a punto de… ¡oh no, aún no, un poco más! —grita mi mente—. Recorre mi cuerpo con su boca, desciende hacia la parte más húmeda sin prisa. Los músculos de mi sexo no paran de contraerse, su lengua roza la parte más sensible de mi cuerpo, percibo la humedad de su boca, me retuerzo de placer. Ya no puede aguantar más. Abandona mi asediado sexo y me abraza fuerte mientras me besa de nuevo en los labios. Su sexo busca la entrada del mío y, por fin… suavemente fusionamos nuestros cuerpos en busca del placer más codiciado. Comienza a moverse, primero suavemente y después… ¡Dios mío! Entra y sale de mí sin tregua, atrayendo poco a poco el ansiado orgasmo a nuestros cuerpos. Los movimientos de sus caderas me vuelven loca, delicado, temeroso y prudente, sus movimientos son sensuales y rítmicos. Me desmorono, los dos estallamos a la vez en un orgasmo salvaje e intenso.
Читать дальше