1 Pitágoras fue contemporáneo de Buda y Confucio; mas sería difícil explicar en qué sentido y extensión pudieron influenciarse. Pero no hay duda de que existieron caracteres afines no solo en la creencia de la transmigración, sino en el amor a los animales, que lógicamente puede interpretarse como una consecuencia de la primera, así como el ideal de perfección moral.
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LA MAGIA CRETENSE Y LA INFLUENCIA ASIÁTICA
No todo fueron en la Antigüedad interpretaciones filosóficas o mágicofilosóficas de lo desconocido. En los templos de influencia asiática especialmente se utilizaron por los magos y sacerdotes diversos medios para conseguir la alucinación de los iniciados, medios que entonces eran un profundo secreto y que no constituían ciertamente sino la aplicación de algunas sustancias, como el opio, la belladona, el acónito, el hachís, la nuez vómica, etc., las que, al ser ingeridas por los discípulos, provocaban variadísimas ilusiones sensoriales y psíquicas, rayanas en el éxtasis y la enajenación. Otras veces, los vapores de gases o humo de sustancias arrojadas sobre el fuego, así como el terror y toda clase de procedimientos físicos que pudieran provocar fuertes reacciones psíquicas, constituían la clave de los éxitos mágicos, haciendo volar a veces la imaginación del sujeto sometido, como si viera cosas o viajase por lugares lejanos sin moverse realmente del lugar donde había empezado la sugestión.
Es el caso de la magia desarrollada en la isla de Creta, donde se hacía creer a los alumnos de la iniciación mágica que bajaban a los infiernos, veían a los seres que moraban allí, hablaban con ellos y volvían a subir al laberinto del santuario, cuando en realidad despertaban de un sueño hipnótico provocado por el mago. Claro es que el poder de la sugestión y el conocimiento de la botánica eran utilizados en ocasiones para lograr efectivos resultados terapéuticos. A veces, la exaltación psíquica era capaz de impulsar a realizar ciertas acciones a individuos que normalmente no hubieran sido capaces de ejecutarlas. Por otra parte, además de los pequeños éxitos terapéuticos, los conocimientos astronómicos de los magos les permitieron predecir los eclipses con gran asombro del vulgo. Y por eso, en esta mezcla de ciencia, ficción y filosofía, tan difícil de cribar en toda la Antigüedad, llegan a la Edad Media los conocimientos que deslumbran por su efectividad y son utilizados por las nacientes ciencias, mientras los otros, los artificiosos, embaucadores y taumatúrgicos, son continuados secretamente por los brujos medievales y renacentistas con el atractivo y temor supersticiosos que siempre encerró lo misterioso para las gentes.
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LA PRIMITIVA MAGIA EN LOS PUEBLOS DEL PRÓXIMO ORIENTE
Inversamente a la magia griega, la magia caldea tuvo una raíz más bien astrológica que filosófica; tampoco fue teúrgica, como la egipcia, ni abstracta y subyugadora, como la persa.
Ciertamente, Egipto, Caldea y Persia eran los grandes focos de magia asiática donde acudieron a aprender los cretenses, griegos, cartagineses y romanos, o de donde llegaron al mundo netamente europeo los famosos magos creadores de «prodigios» que deslumbraron e interesaron al vulgo con una potencia sugestiva y embaucadora, de las que carecían las teorías mágico-filosóficas griegas.
Las culturas caldea, egipcia, cretense, hitita, griega y romana forman una cadena cronológica que, junto con la cultura islámica, nos hace herederos de ellas y receptores también de sus mitos y supersticiones; pero antes de todas estas culturas existió Sumeria, la culta Sumer, de enigmático origen, la de antes del Diluvio bíblico, según las excavaciones arqueológicas recientes, que irradió sus conocimientos por todo el Oriente Medio, y particularmente a Babilonia como su heredera más directa. Lo peor es que aquella originaria civilización milenaria, que poseía un desarrollo cultural muy avanzado, mezclaba la Astronomía con las artes adivinatorias, y los conocimientos matemáticos, cálculos cabalísticos, todo lo cual relacionaban con prácticas misteriosas, cuando no con las actividades de las brujas , que encontramos aquí por primera vez en la historia, ya reprobadas en escritura cuneiforme en las ocho tablillas de arcilla que titularon La cremación , libro que, como dice C. W. Ceram, «tuvo un sucesor muy tardío en el Malleus Maleficarum , el “Martillo de las brujas”, el libro más inteligentemente escrito de todos los libros necios de Occidente». 1 Libro al que le seguirán, no solo la Edad Media, sino en todo el Renacimiento principalmente, una serie de libros contra las brujas y para reprobación de las hechicerías, que citaremos en más adelante; pero no hay que olvidar que el problema es tan viejo como el mundo y que Sumeria y Babilonia no solo nos legaron mucho bueno, sino también mucho malo, a través de las otras culturas que hicieron de puente.
En cada país del Próximo Oriente tuvo la magia una característica predominante. Así, mientras el culto de los persas era más mágico y no constituía adoración propiamente dicha, los caldeos sentían un culto adorador a la luz representada por los astros, a los que subordinaban el curso de la vida humana. Los magos caldeos trasladaban al universo celeste los problemas humanos, estableciendo como un paralelismo entre la vida celeste y la de los hombres. Las mismas jerarquías, las mismas pasiones que se desarrollaban, según ellos, entre los espíritus planetarios lo hacían entre los humanos. Estos espíritus celestes tenían sus estrellas esclavas, obedecían a un rey, y se amaban o rechazaban como si una vida social celeste animase los espacios infinitos, y constituían pueblos y naciones que tenían los mismos problemas de vecindad y rivalidad que en la tierra que habitaban cotidianamente los asirio-babilonios. Y como entre lo celeste y lo humano identificaban una cierta correlación de dependencia, investigaban el curso de los astros para deducir la correspondiente ilación en el futuro de las criaturas humanas. Luego, cada astro conocido se representaba por un número, y de las sumas o restas de estos números deducían consecuencias para las acciones humanas.
De esta mitología astrológica, los sacerdotes-magos babilónicos derivaban el culto a la sensualidad, fundado en que, dentro del régimen celeste, la Militta de la naturaleza, diosa de Babilonia, corre siempre detrás del dios Sol para ser fecundada. Además, en el concierto celeste, los astrólogos babilónicos pretendían ver una promiscuidad amorosa que debía establecerse en la tierra. Quizá por eso ofrecían las doncellas a los extranjeros como un rito, según nos refiere el historiador griego Herodoto. 2 Pero los sacerdotes-magos sacaban, claro está, el mejor partido al reservarse siempre la más bella para el dios Bel en lo alto de la torre sagrada, donde una cama y una mesa de oro estaban siempre dispuestas para el festín divino. Cuando el dios encarnaba en el sacerdote y pasaba la noche junto a la doncella, esta pasaba a considerse sagrada para el resto de los hombres y podía actuar ya como pitonisa.
Los conceptos astrológicos de la magia caldea envolvieron un fondo de furor afrodisíaco que se simbolizaba en ese culto a la entrega voluntaria e indiferenciada al extranjero, debiendo recibir la doncella incluso unas monedas que en ningún modo podía rechazar; es decir, instituyendo un culto a la prostitución, como si hubieran querido desarraigar todo afecto personal amoroso y sustituirlo por la sensualidad anónima.
Pero, aunque trataron de sacar el mejor partido de su posición, los magos caldeos trataron de lograr el bien para los demás y, como nos cuenta Diodoro de Sicilia, alejar el mal mediante sacrificios purificadores, encantamientos o conjuros. En el llamado Libro de los malos espíritus , que se conserva en el British Museum, podemos leer varias de sus fórmulas exorcísticas para expulsar del endemoniado los malos espíritus.
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