Estas son las tierras del mítico combate entre Herakles y el pastor de bueyes Geryónes, rey tarteso; pero no fue este el único santuario famoso, pues existió, por ejemplo, también el de Phosphoros o Luz Divina, próximo a la desembocadura del Guadalquivir, y que quizá debe su nombre a haber servido de faro a los navegantes griegos, independientemente de su significado mágico-religioso, bajo la advocación de Aphrodite o Venus. Otro santuario a la misma diosa existió en el cabo de Creus, que era uno de los primeros puntos de escala de los barcos de la colonia griega de Massalia (Marsella) cuando en sus viajes costeros por la península ibérica se dirigían hacia las Columnas de Hércules, la puerta del Atlántico constituida por los famosos peñotes de Kalpe (Gibraltar), en Europa, y Abilix , en África, que podían contemplar los navegantes a una y otra mano al cruzar el Estrecho, como las vio quizá Ulises en su famosa expedición tras la guerra de Troya, y al cual, como supone Estrabón, se le atribuye nada menos que la fundación de una ciudad andaluza cuya localización es un enigma.
En los santuarios griegos dedicados a Aphrodite y a Artemis Ephesia –dice Estrabón– fueron instruidos los iberos a sacrificar a la manera de los hellenes o griegos, que llevan sus ritos a las colonias en España de Emporion, Rhode, Hemeroskopeion, Alonis, Akra , etc. 1 Y así se hizo en España una primitiva infiltración de los mitos griegos, de sus prácticas religiosas y adivinatorias. Así, por ejemplo, no es extraño que se encontrase siglos después, en tiempos de los visigodos, en Toledo, aquella Torre Encantada en la que existía una columna con inscripciones, según refiere la leyenda, parecidas, sin duda, a las citadas de las columnas de Gades, y por las que parece ser se dedicaba aquel templo a Hércules, pero a las que los visigodos dieron cierto carácter de encantamento , como veremos en otro capítulo.
Con los colonizadores griegos llegan los mitos que han de pasar a la historia con personalidad capaz de perdurar hasta nuestros días. Es la época en que los griegos han embellecido ya los mitos mesopotámicos y egipcios, dotándolos de sus características helénicas, artísticas o poéticas. Así, entra en todo su apogeo la misteriosa fábula de Orfeo, la iniciación órfica como escuela de magia, de la que ha de extraer algunas influencias hasta el gran filósofo Platón, y de la que ha de tomar el genial Pitágoras sus conocimientos mágicos, que la leyenda asocia a sus descubrimientos matemáticos como un todo armónico de una misma ciencia, lo cual no es rigurosamente cierto, como veremos después. Pero, frente a esta magia, digamos filosófica, que tendía al dominio de los instintos por el predominio de la fuerza de voluntad para buscar caminos de intelectualidad, surgió también en Grecia, heredada de Caldea, la magia obscena de las pasiones desenfrenadas, del ansia de dominio sobre todos los seres, por caminos empíricos, hacia el despotismo de los sentidos. Es la aberración de la brujería en sí, de la magia negra, que llevaba a aquellas brujas griegas a entregarse a abominables ritos con el loco propósito de conseguir el triunfo de su inmoralidad y el de sus discípulas, poseídas de un odio feroz contra todo lo que significaba el campo opuesto (el de la pureza, el de la espiritualidad), envidiosas del amor sano que sienten los demás seres en oposición a su inmoralidad enfermiza.
Esta bruja griega es del tipo de la llamada Circe, que embrujó a Ulises y que no duda en el empleo de hierbas soporíferas, filtros envenenados o enervadores, tipo de mujer viciosa que acaba por infundir repulsión al amante que quiere subyugar.
Cuando los compañeros de Ulises llegaron con él navegando hasta los dominios de Circe 2 y desembarcaron, pudieron ver, al fondo del valle, el palacio de la bella maga. Al oírla cantar con su maravillosa voz desecharon todo temor y empezaron a llamarla a voces. Ella los invitó a entrar y los obsequió con un brebaje compuesto de queso, harina, miel y vino, mezclado todo con drogas encantadas destinadas a hacerles olvidar su patria. Y cuando bebieron el filtro, ella los fue tocando con su varita mágica en la cabeza, pasando seguidamente a encerrarlos, según dice el poema, convertidos en cerdos; es decir, convencidos de que los habían transformado en cerdos, sugestionados bajo el efecto obnubilante del brebaje. Pero el desconfiado Euríloco, que no había querido entrar en el palacio de la bruja, corrió a dar cuenta a Ulises de lo ocurrido, el cual cogió su arco y su espada y se hizo guiar hasta la bruja, que lo recibió amablemente, lo invitó a sentarse y le ofreció en copa de oro una bebida. Pero Ulises, por revelación de Mercurio –dice Homero–, o por conocimiento de las hierbas y sus antídotos, había tomado ya una planta llamada moly , de raíz negra y flor blanca, que lo protegía de los efectos narcóticos o enajenadores privativos de la voluntad, por lo que la malvada Circe pudo ver cómo bebía su mixtura sin sentir los efectos esperados. Y cuando ella quiso pasar al sortilegio de la varita mágica, Ulises enarboló su espada sin intimidarse y fue hacia ella como quien está dispuesto a matar. No hay duda de que Ulises sabía tratar a las brujas, tenía voluntad para no dejarse embaucar y sabía a su vez infundir temor. Poseía la fuerza del espíritu sobre las ilusiones de los sentidos, y por eso la bruja cayó suplicante a sus pies prometiéndole las delicias de su amor. Pero aún resistió Ulises hasta que la obligó a liberar a sus compañeros. 3
Circe retuvo a Ulises y a sus compañeros con el pretexto de que se repusieran de las fatigas pasadas y se prepararan para la dura travesía hasta la patria. Retuvo a Ulises en sus redes amorosas y a los compañeros de este con banquetes continuos. Así transcurrió cerca de un año, hasta que, ansiosos por regresar a sus tierras, los compañeros de Ulises le rogaron que los sacase de allí. Pero he aquí que la maga Circe impuso a Ulises la condición de bajar al sombrío reino de Plutón y Proserpina antes de emprender el regreso a la patria, porque deseaba consultar el alma de Tiresias. Es decir, debían descender a la mansión de los muertos.
Ante la desesperación de Ulises al comprender la imposibilidad de lograr la empresa sin morir, Circe le dio la fórmula para realizarla, esto es, lo instruyó en la práctica mágica capaz de invocar a los muertos y conversar con ellos. Así, según sus instrucciones, debía Ulises dirigirse a cierto lugar donde crecen los álamos y sauces, y después de abrir en el suelo un hoyo de un codo de ancho, hacer una triple libación en honor de los muertos: primero con hidromiel, luego con vino dulce y la tercera con agua. Espolvorearía todo con harina blanca, y seguidamente elevaría muchas súplicas dirigidas a las cabezas de los muertos prometiéndoles el sacrificio de una vaca joven para cuando regresase a su patria; asimismo ofrecería inmolar en honor a Tiresias, que era con quien deseaba hablar, un carnero completamente negro, el mejor de sus rebaños. Una vez hechas estas promesas e invocados los muertos, tenía que sacrificar un carnero y una oveja negros mientras los compañeros de Ulises desollarían las reses inmoladas después de degolladas y las quemarían rápidamente haciendo votos a Plutón y Proserpina. Entonces se aparecería Tiresias y le diría a Ulises el camino que debía seguir a través del mar para regresar a su patria.
Constituye, como veremos, todo lo descrito un pequeño curso de lo que con el tiempo llegaría a denominarse una sesión de magia negra.
1 Emporion (Ampurias), Rhode (Rosas), Hemeroskopeion (Denia), Alonis (Benidorm), Akra (Alicante).
2 La isla de Circe es una de las Canarias o de las Madeira, según demuestra Adolf Schulten en su obra ya citada Tartessos , y en «Die Inselln der Selingen», en la Geograph Zeitschr .
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