Entre 1583 y 1586 Hakluyt escribió varias obras que resaltaban las posibilidades que el Nuevo Mundo presentaba para Inglaterra. Dentro de estas se destacan A Discourse on Western Planting de 1584 y la traducción al inglés de las Décadas del Nuevo Mundo de Pedro Martir de Anglería, que dedicó a Sir Walter Raleigh (Hakluyt [1584] 1993).15 Durante este periodo Hakluyt se conoció con Thevet y obtuvo el Mendocino de este último. En la opinión de Nicholson, la mencionada frase “d. yourselfe in gold rydinge to londen ye 7th of september 1587/v” indicaría no solo que el Mendocino habría cambiado de dueño, sino que para ese entonces el manuscrito se encontraba en Inglaterra o de camino a esta. Hakluyt regresó a Inglaterra en 1588 y, a partir de ese momento se dedicó a promover la empresa colonizadora inglesa. Sin embargo, dentro de todo lo que escribió y compiló, no hay evidencia de presencia alguna del Mendocino. Después de su muerte en 1616, Samuel Purchas adquirió sus papeles y dentro de ellos el Mendocino, que publicó en 1625 y lo convirtió en el manuscrito mexicano de mayor circulación y traducción de los siguientes dos siglos.
Con este hecho volvemos al inicio de la discusión. Sin embargo, las incógnitas acerca de su llegada a Europa y a las manos de Thevet siguen vigentes y nos compete, en lugar de buscar certezas, sugerir apertura para considerar que la trayectoria inicial del Mendocino puede haber incorporado una estadía de duración indeterminada en la corte de España. Los contenidos del manuscrito, como lo ha sugerido quien escribe en anteriores estudios y de nuevo se presenta en este volumen, pueden haber estado alineados al movimiento indigenista liderado por Bartolomé de las Casas (Gómez Tejada 2012, 269–306; 2018). Su razón de ser, más allá del encargo virreinal o del documento informativo, podría obedecer a la de una apología del mundo prehispánico y lo justo y legítimo de su gobierno y estructura social, prefigurando de esta manera el rol que tanto Clavijero como Kingsborough le dieron al Mendocino en subsiguientes momentos de alta carga política emancipadora.
El nacimiento del Códice mendocino: la Historia antigua de México de Francisco Clavijero (1780-81)
Pese a la continua reproducción, circulación y estudio del Códice mendocino entre los siglos XVI y XXI, son dos los momentos que definieron la construcción de su historia. El primero fue el de su publicación en el compendio de exploración Hakluytus Posthumus: or, Purchas His Pilgrimes de Samuel Purchas en 1625 y que consideramos en la sección anterior. El segundo llegó en 1780-81, cuando el jesuita Francisco Clavijero lo incluía en la Storia Antica del Messico como una de sus fuentes bibliográficas y lo identificaba por primera vez como La colección de Mendoza. El gesto en sí es poderoso.
Por un lado, al bautizar el manuscrito con el nombre de Mendoza, Clavijero tomaba un manuscrito de importancia indiscutible, pero cuyo patronazgo y autoría eran anónimos, y lo relacionaba de manera vinculante con una de las figuras más importantes de la historia mexicana: el primer virrey de Nueva España, cuya reputación como estadista, benefactor y constructor del virreinato, eran ampliamente conocidas.16 Asimismo, el concepto de colección —en italiano, raccolta— hacía del rol de Mendoza uno activo. No era él un simple patrocinador o beneficiario del trabajo de alguien más, sino que era él mismo quien recogía aquello que llevaba su nombre. La forma particular que tomó este gesto en el contexto de la bibliografía de Clavijero establece un eje alrededor de esta decisión y revela una intención no declarada de manera explícita en la construcción de su narrativa. En esta el Mendocino es presentado como el punto de inflexión entre las historias prehispánicas y las fuentes escritas, en consecuencia entre el México prehispánico y el moderno. Como tal, adopta las características de un documento fundacional.
La Historia antigua de México
En esta sección deseo explorar el gesto de relacionar el manuscrito con el primer virrey de Nueva España y entenderlo dentro del contexto de la producción bibliográfica de Clavijero y lo que Rolena Adorno ha identificado como el objetivo de recuperación de la nación mexicana que guiaba la labor del jesuita. Este gesto se expresa como un proceso de disonancia cognoscitiva, el cual, en ausencia de evidencia contundente de la conexión entre el manuscrito y el virrey, el historiador ve aquello que desea ver y construye una identidad para el manuscrito con el fin de validar sus propias metas.
Apenas cinco años después de la declaración de independencia de los Estados Unidos, salía al público la Historia antigua de México del jesuita Francisco Clavijero. Esta fue publicada inicialmente en italiano como la Storia Antica del Messico, debido a que la Compañía de Jesús había sido expulsada de los territorios de la corona española desde 1767 y Clavijero, junto con otro grupo grande de jesuitas, se había instalado en Boloña. En Italia y con el patrocinio de un número importante de notables seculares y eclesiásticos, cuyos nombres incluyó en las primeras páginas de la Storia, Clavijero pudo sacar a la luz su obra por primera vez.
La organización de los diez libros que constituyen la Storia siguió las normas y preceptos de la escritura histórica durante la Ilustración. Esta buscó ser objetiva, contar con amplio fundamento documental de fuentes autoritativas y estructurar la narrativa como una secuencia ascendente evolutiva: desde una descripción del entorno natural de México hasta un grupo de “disertaciones” en las cuales se discuten las virtudes y, más frecuentemente, defectos de las obras que ilustrados extranjeros habían escrito acerca de México, particularmente el escocés William Robertson. Para contextualizar la identificación que hace Clavijero de Antonio de Mendoza, como el responsable por el manuscrito y entender la función que el manuscrito, una vez identificado, cumple en la obra de Clavijero; la presente sección pide que nos enfoquemos en particular en las declaraciones, tanto explícitas como implícitas, que hace Clavijero en las páginas de título, dedicatoria, introducción y bibliografía de la Storia.
En la dedicatoria de la Storia a la Universidad Pontificia, Clavijero (1780, 2:iii–iv, vii) declara explícitamente que, al ser mexicano, él tiene autoridad para hablar sobre la historia de su nación; el haber estudiado la historia de su pueblo de primera mano, puede decidir sobre el mérito de las obras que han sido escritas sobre México y corregir los errores que estas contuvieran. Asimismo, califica su obra como un esfuerzo gallardo efectuado para beneficio de su patria a pesar de las calamidades que le han acaecido. Finalmente, dice, su trabajo es evidencia del amor sincero y veneración que siente por su patria. Este tema es reiterado en la introducción del libro donde además deja en claro que con esta obra busca devolver a su patria el esplendor que una turba de escritores modernos de las Américas había turbado (2:1). El rol que Clavijero dice cumplir como defensor de la verdad acerca de su patria es fundamental para entender las decisiones que toma para la composición de su obra, como son la selección de fuentes y el establecimiento de un arco narrativo. Y es, por esta razón, que es importante considerar una declaración que hace Clavijero y que puede pasar desapercibida pero que arroja luz sobre su proceso.
Desde un inicio en la obra, podemos ver que la perspectiva desde la que Clavijero dice escribir es la de la objetividad. El título de la obra en su primera edición es Storia antica del Messico y su subtítulo es Cavata da’migliori storici spagniuoli e da manuscriti, e dalle pitture antiche degl’indiani, que ha sido traducida como Historia antigua de México: Sacada de los mejores historiadores españoles y de los manuscritos y de las pinturas antiguas de los indios. Deseo llamar la atención a la palabra italiana cavata, traducida al español como sacada.17 Si bien cavare puede ser traducida como sacar, también significa obtener, extraer. Al sacar o extraer algo, el autor se asume como medio para la obtención del objeto, en este caso aquello que se encuentra en una fuente, y advierte de manera implícita que no ha habido manipulación o interpretación. Así, a lo largo de los diez libros de la Storia, con excepción de las disertaciones —en donde Clavijero sí ofrece sus propios argumentos— el lenguaje que utiliza, así como el estilo de su redacción, daría la ilusión de que la relación que establece con sus fuentes es la de un vehículo para que estas transmitan su contenido. Siempre en su redacción podemos identificar que son las ideas y recolecciones de sus fuentes las que priman y no las suyas. De esta manera, podemos considerar la profusión de pies de página, cuadros, mapas y listas comparativas que ofrece Clavijero como más que simples receptáculos de reflexiones al margen, referencias o reconocimiento de autoría, sino que llevan consigo la estructura misma de la obra y establecen un verdadero locus de la autoría de la Storia. Son las fuentes lo importante, no el compilador.
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