Todas esas acciones se desarrollaron en menos de noventa segundos sin que usted siquiera advirtiera la imprescindibilidad de sus manos. Ocurre con las manos como con muchas otras presencias en las que sólo reparamos cuando se ausentan.
Ya lo había advertido Charles Bell (1774-1842), eximio anatomista, cirujano y pintor inglés, autor del primer tratado anatómico sobre la mano:
La mano humana está tan bellamente conformada, tiene una sensibilidad tan fina, gobierna sus movimientos de manera tan correcta, que cada esfuerzo de la voluntad es respondido de manera instantánea, como si la mano misma fuera el asiento de dicha voluntad; sus acciones son tan poderosas, tan libres, y sin embargo tan delicadas, que parecería poseer un instinto de calidad en sí misma, y no se piensa en su complejidad como instrumento, o en las relaciones que la subordinan a la mente; la usamos del mismo modo que respiramos, inconscientemente, y hemos olvidado los esfuerzos débiles y torpes de sus primeros ejercicios, a través de los cuales se ha perfeccionado […] Usamos los miembros sin ser conscientes o, al menos, sin idea de las miles de partes que interactúan en un solo acto […] debemos despertarnos y observar cosas y acciones cuyo sentido se ha perdido por la prolongada familiaridad. 1
En efecto, con las manos percibimos, manipulamos, aprehendemos, tomamos contacto, nos comunicamos, valoramos.
Percibimos a través de los 3.000 receptores que tenemos en las puntas de los dedos: distinguimos frío y calor, suavidad y aspereza, seco y húmedo, plano y curvo, pesado y liviano, forma, identidad del objeto.
Con las manos valoramos; descubrimos agrado y desagrado, placer y dolor.
Con las manos actuamos. Ello nos da una gran ventaja sobre otros seres vivos que deben ingeniárselas para hacer con la boca o con sus patas algo que nosotros hacemos con las manos. Curiosamente, cuando no queremos sacar provecho extra de alguna ventaja damos hándicap (del inglés handicap ): 2una desventaja artificial para emparejar las diferencias entre competidores. En sus orígenes, allá por el 1600, el término se remonta a un juego de apuestas en el cual las manos de los apostadores se ocultaban en una gorra (más tarde en los bolsillos) y extraían o no alguna moneda en señal de aceptación o rechazo de la eventual transacción en juego. La palabra luego pasó a utilizarse en otros juegos y deportes de competición. En la imaginaria carrera en la que el veloz Aquiles compitió con una tortuga, le dio a ella 5 kilómetros de ventaja, lo que equivale a decir que él tuvo 5 kilómetros de desventaja, hándicap o changüí . 3
Con las manos pensamos. Trasladamos a nuestras cabezas muchas acciones que realizan nuestras manos. De ahí que con nuestras mentes captemos, aprendamos; en el lenguaje coloquial, “cacemos”, “pesquemos”, aprehendamos o agarremos. A menudo el uso de esas palabras referidas a ideas abstractas se acompañan de gestos manuales.
Finalmente, con las manos nos comunicamos. La mano es la fuente de la palabra. ¿Se le ocurrió alguna vez que, “sin manos, los sistemas de escritura y lectura podrían no haber surgido”? 4
Si aún duda de la importancia de sus manos, le sugiero el siguiente ejercicio: al irse a dormir, en lugar de contar ovejas, intente contar las veces que usó las manos durante la jornada. Otro posible ejercicio práctico es repasar sus acciones habituales sin emplear las manos. ¿Cuántas de ellas podría efectivamente realizar?
Mejor aún (lo de “mejor” es sólo a los efectos de este ejercicio de imaginación), haga de cuenta que usted es sordo, ciego y mudo; que está en medio de una profunda oscuridad y un completo silencio…
1. Charles Bell, The Hand, its Mechanism and Vital Endowments, as Evincing Design , William Pickering, Londres, 1834, Introduction, pp. 14-16.
2. Original en inglés de 1653 de hand i’ cap , or hand in the cap : mano en gorra.
3. En la Argentina y Uruguay es de uso coloquial la palabra changüí , que significa ventaja u oportunidad, en especial la que se da en el juego.
4. Jesse J. Prinz, “Foreword: Hand manifesto”, en Zdravko Radman, The Hand an Organ of the Mind: What the manual tells the mental , The MIT Press, Cambridge, 2013, p. XV.
Acabo de tocar a mi perro. Se estaba revolcando en el pasto con placer en cada músculo y cada miembro. Quise captar su imagen con mis dedos y lo toqué tan levemente como si palpara telarañas, pero su cuerpo regordete giró, se paró tieso como una estatua y me dio un lambetazo en mi mano. Se apretó contra mí, como si fuera a comprimirse en mi mano. Demostró su alegría con su cola, sus patas y su lengua. Si pudiera hablar, creo que diría conmigo que el paraíso se alcanza mediante el tacto, ya que todo el amor y la inteligencia están en el tacto.
Helen Keller, The World I Live In
Helen Keller nació el 27 de junio de 1880 en Tuscumia, Alabama, Estados Unidos. A los diecinueve meses, luego de una enfermedad que entonces llamaron “congestión de estómago y cerebro”, quedó ciega, sorda y muda. Su vida fue ejemplo de una superación constante de tamañas dificultades. A los siete años ya había inventado más de sesenta distintas señas para comunicarse con su familia y su posterior y arduo recorrido exhibe enormes logros, desde la lectura de varios idiomas en sistema Braille, la obtención de un título universitario, devenir autora y oradora famosa, luchadora social y por los derechos de las personas con discapacidades sensoriales, hasta ser miembro activo del Partido Socialista y de la Organización de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, por su sigla en inglés). Murió a los ochenta y ocho años y nos dejó profundos y bellos testimonios de su pensamiento y experiencia vital.
Este pequeño episodio me impulsó a discurrir sobre las manos y si mis palabras resultan acertadas, deberé agradecérselo a mi perro-estrella. En cualquier caso es agradable tener algo para decir sobre un tema que nadie antes ha monopolizado; es como abrir un sendero nuevo en un bosque virgen, inaugurando un sendero en un terreno nunca antes hollado. Me agrada tomarlos de la mano y llevarlos por un camino sin pisadas a un mundo donde la mano es suprema. Pero en el inicio mismo encontramos una dificultad. Ustedes están tan acostumbrados a la luz que temo que trastabillarán cuando yo intente guiarlos a través de un mundo de oscuridad y silencio. No se supone que los ciegos sean los mejores guías. Sin embargo, aunque no puedo asegurar que no se extraviarán, prometo que no los conduciré ni al fuego ni al agua, ni a un pozo profundo. Si me siguen pacientemente, descubrirán que “hay un sonido tan sutil que nada vive entre él y el silencio” 5y, sin embargo, es más significativo que lo que el ojo capta.
Mi mano es para mí lo que el oído y la visión juntos son para ustedes. En gran medida viajamos por las mismas carreteras, leemos los mismos libros, hablamos el mismo lenguaje y, no obstante, nuestras experiencias son diferentes. Todas mis idas y vueltas giran en torno a la mano como un eje. Es la mano la que me conecta con el mundo de hombres y mujeres. La mano es mi antena, con la cual alcanzo, atravesando el aislamiento y la oscuridad, cada placer, cada actividad que mis dedos encuentran. Cuando una mano, con un leve aleteo de los dedos, dejó caer una pequeña palabra en la mía, comenzó la inteligencia, la alegría, la plenitud de mi vida. 6
En su libro La historia de mi vida , dedicado a Alexander Graham Bell, 7relata el momento más importante de toda su vida, en el que su profesora Anne Mansfield Sullivan ingresó a su vida, tres meses antes de cumplir siete años. Al día siguiente, le entregó una muñeca, regalo de los niños ciegos del Instituto Perkins donde ella había trabajado.
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