Los padres de Bridget no se doblegaron ante mi experiencia. Me trataron como a un igual, encontrando algunas de mis ideas buenas, pero también me decían si pensaban que mi visión estaba fuera de lugar. Eran amables y afables, pero tenían poco tiempo para todo lo que consideraban poco útil.
Me reuní con ellos a lo largo de tres años, y durante ese tiempo Bridget fue capaz de construir una vida mucho mejor, regresó a la universidad, no volvió al hospital y continuó con sus actividades creativas. Sabía que su futuro sería notable, excepcional y emocionante. De hecho, una parte de mí sentía un poco de envidia por la pasión y la voluntad de Bridget de probar cosas nuevas y abordar la vida con tanta creatividad.
Pedí que Bridget se uniera a nosotros para mi última reunión con sus padres.
—Tengo que preguntar —comenté casi al final de nuestra sesión—, ¿qué les ha hecho seguir adelante? Me sorprende lo positivos y enérgicos que han sido.
—Es Bridget —respondió su madre—. Sé que todos los padres dicen esto, pero ella es realmente increíble. Estábamos convencidos de que estaría bien. Conociéndola como la conocemos, era obvio que las cosas iban a funcionar. Nunca perdimos la esperanza, jamás.
—Es muy fuerte —añadió su padre—, le confiaría mi vida más que a nadie. Para nosotros es obvio que siempre le irá bien.
—Ay, caramba —dijo Bridget, aportando un poco de humor a la habitación para aligerar el peso de los cumplidos de sus padres—. El asunto es el siguiente: mis padres creen por completo en mí. En definitiva los he asustado con mi comportamiento, pero tienen una confianza real en que estaré bien. Supongo que la mejor manera de decirlo es: tienen fe en mí.
Bridget tenía razón. Sus padres tenían una gran fe en ella y en su capacidad para seguir adelante, a pesar de lo que sucediera. Su fe les daba esperanzas con respecto a su futuro. Por decirlo de otro modo, no podían esperar que se pusiera bien sin tener fe en que lo conseguiría.
La forma más sencilla de pensar en la diferencia entre la esperanza y la fe comienza con dos palabras al parecer insignificantes: para (ir hacia algo) y en (algo dentro de otra cosa). Al igual que Bridget y sus padres, con respecto a sus capacidades para alcanzar por fin un estado más estable en su vida, cuando uno tiene esperanza, está esperando que algo suceda para conseguirlo. Al igual que su creencia en sus habilidades, cuando tienes fe, estás confiando en algo que crees que ya va a ocurrir y que puede llevarte al lugar que esperas. Cuando la madre de Bridget pronunció su mantra de “Siempre hay un camino”, estaba hablando de opciones hacia algo que todos querían y hacia lo que avanzaban . Cuando su padre dijo: “Le confiaría mi vida”, afirmaba su confianza en Bridget, tal y como era en el presente.
Cuando pienso en la experiencia de Bridget con su familia, mi corazón se rompe por Mark. Mientras Bridget tenía todo lo que necesitaba para mantener la frente en alto y seguir confiando en sí misma, Mark tenía recursos trágicamente bajos, o ninguno, para hacerlo. Cuando, como Mark, careces de esperanza, pierdes el sentido de un futuro, que siempre es un ir adelante . Cuando pierdes la fe, pierdes la confianza en ti mismo, en los demás y en el orden establecido. Cuando tu fe está herida, frena o detiene el movimiento de la esperanza, que de otro modo iría hacia delante. No puedes perseguir un futuro esperanzador sin tener fe en que llegarás a él.
La información de las corazonadas de la fe
Martin Luther King 12se une a Churchill en el monumento de los grandes oradores de la esperanza. En su discurso más famoso, capta de maravilla la relación entre la tenacidad de esta emoción y la confianza de la fe.
“No olvido que muchos de ustedes están aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones”, dijo King en su discurso “Tengo un sueño”.
Algunos de ustedes acaban de salir de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde su búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que el sufrimiento sin recompensa asegura la redención.
Transformar el “sufrimiento inmerecido” en algo “redentor” es la mayor de las órdenes. Al implorar a la gente que participe en este acto de vulnerabilidad, les pide que den un gran salto de fe, y expresa su propia fe en que pueden hacerlo.
Las palabras fe y confianza comparten un parentesco léxico. Su raíz latina común es fid (que significa “confianza”), como en la fidelidad y la buena fe (por no hablar de Fido, el nombre que damos a nuestro compañero animal más querido). La fe es la confianza sin una declaración firmada. Cuando dices a alguien: “Creo en ti”, estás expresando una confianza basada en la fe. Cuando le dices: “Puedes hacerlo”, estás haciendo lo mismo. Estás pensando en la voluntad, en términos de Snyder; actuando sobre el sentido de autoeficacia en términos de Bandura.
Estás avanzando hacia la meta que te has fijado, y cada paso aumenta la importancia de la meta y hace más evidente su ausencia en tu vida. La esperanza de que tus esfuerzos tengan éxito te fortalece.
Pero lo que valida tu esperanza es tu confianza (una de esas palabras provenientes del latín fid , que significa “con fe”) en que puedes seguir escalando y en que serás capaz de levantarte si te caes.
Entonces, ¿qué indica esta confianza sobre mantener la esperanza hasta esa montaña? ¿De dónde obtienes la información suficiente para saber que las posibilidades de lograrlo son buenas, que el riesgo merece la pena y que estarás bien si fallas? Parte de la confianza proviene de hechos externos comprobables: has conseguido muchas cosas observables en tu vida, por lo que sabes que eres capaz, y como has trabajado para conseguir estas cosas, has descubierto que el entorno que te rodea es lo bastante benigno como para darte oportunidad para conseguirlas. Como dice Bandura, 13“un sentido de eficacia resistente requiere experiencia en la superación de obstáculos mediante un esfuerzo perseverante. Cuando las personas se convencen de que tienen lo que hace falta para triunfar, perseveran ante la adversidad y se recuperan con rapidez de los contratiempos”. En otras palabras, cuantos más datos tengas sobre tu capacidad para conseguir cosas, más crecerá tu sentido de la eficacia, ya que tu cabeza está llena de pruebas de que puedes lograrlo.
Hechos y datos son cosas muy importantes que aportan mucho a tu capacidad para decidir y luego actuar. Sin embargo, no son suficientes.
Cuando avanzas hacia un objetivo, también te apoyas en otra información menos objetiva, menos derivada de la lógica, que te da esa confianza para tomar una decisión y ponerte en marcha. Esa información proviene de tus sentimientos . Incluso cuando tienes todos los datos y te inclinas por una opción, la decisión que eliges y el siguiente paso para actuar en consecuencia provienen de una combinación entre tu lógica y tus emociones.
Piensa en una decisión que hayas tomado sobre tu futuro: a qué universidad ir, qué trabajo aceptar, con quién casarte, qué casa comprar o qué departamento rentar. Quizá pensaste en todos los pros y los contras, e incluso hiciste una lista. Pero cuando llegó el momento de decidir, ¿no se redujo a lo que sentías?, ¿no fue la fuerza de las emociones positivas (como el entusiasmo, el anhelo, la anticipación, el deseo) lo que te impulsó hacia la decisión final?, ¿o elegiste contra la fuerza de las emociones negativas (como el miedo, la ansiedad, la repulsión)?
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