Entonces, ¿en qué consiste esta actitud tan relevante para lograr cambios en tu vida?
ESPERANZA, CAMINOS ALTERNATIVOS
Y PENSAMIENTO DE VOLUNTAD
En Harold y la crayola morada , Harold no se encuentra en una aventura sin fin: está buscando el camino de vuelta a casa. Por lo tanto, tiene un destino muy claro en mente, y está probando todo tipo de formas para llegar. Así que, para Harold, en definitiva existe esa tensión lewiniana entre donde está y donde quiere estar.
Su esperanza de llegar a su casa crea esa tensión, pero seguir esperando (encontrando diferentes maneras de avanzar cuando se enfrenta con obstáculos) es también su medio para soportar esa tensión y seguir adelante.
Al igual que mi anterior ejemplo de la bicicleta soñada, el resultado inevitable de la esperanza es que designa algo como importante y te hace notar que te falta esa cosa. Pero el propósito de la esperanza (su razón de ser) es librarte de la inmediatez del querer, y del objetivo de conseguirlo algún día. La esperanza, en otras palabras, existe dentro de un sentido anticipatorio del tiempo. Una “perspectiva temporal”, como diría (¡lo has adivinado!) Lewin. 6
Una perspectiva temporal, según Lewin, es “la totalidad de los puntos de vista del individuo sobre su futuro y su pasado psicológico existentes en un momento dado”. La esperanza, desde este punto de vista, es un poco como la memoria del que espera. Se genera por la tensión entre: estoy en un mejor lugar que ayer, estoy dando un paso hacia algo en este momento, y sé qué meta quiero alcanzar. Se trata del pasado, el presente y el futuro .
La esperanza te mantiene equilibrado mientras luchas por sentir que te falta algo importante, algo que necesitas . Y te hace seguir adelante, incluso cuando no consigues satisfacer esta necesidad de inmediato.
Winston Churchill 7capta esta comprensión de la esperanza en su discurso más famoso, pronunciado en la hora más oscura de Gran Bretaña, cuando se encontraba frente a la aparentemente imparable embestida nazi. “Seguiremos hasta el final”, proclamó.
Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, ¡nunca nos rendiremos!
Churchill habla más de luchar que de ganar, de no rendirse o de no ceder. Su discurso combina el anhelo de algo mejor con un llamado a avanzar en el presente hacia un objetivo, tanto si las cosas mejoran como si no. Eso es la esperanza.
En esencia, el discurso de Churchill es también una lista de formas alternativas de luchar. Así, al igual que Harold y los diferentes modos en que dibuja un medio para volver a casa, Churchill vincula la esperanza a “no rendirse nunca” y a inventar y localizar nuevas rutas innovadoras para “llegar a su casa”. Ése es un elemento central de la esperanza: encontrar formas de rodear, ir por debajo, por encima y a través de los obstáculos.
Vías alternativas
Según Charles Snyder, 8uno de los principales teóricos de la psicología social sobre la esperanza, esta capacidad de encontrar caminos hacia los objetivos deseados es el don que nos da la esperanza. Cuando tu esperanza es alta y ves un obstáculo frente a ti, descubres un camino diferente para sortearlo. Cuando careces de esperanza, si el camino que emprendiste está bloqueado, te rindes rápido ya que crees que ésa es la única ruta que puede llevarte a tu destino. En mi opinión, esto significa que la esperanza está conectada con la contemplación, esa capacidad que es esencial del cambio personal de tomar distancia y, liberándote de cualquier pasión, estudiar todas las alternativas que tienes.
La esperanza te hace seguir de la manera más creativa posible, a pesar de los contratiempos. La esperanza, desde este punto de vista, es el antídoto contra la desesperación. Nunca te rindes cuando tienes esperanza, porque siempre existe una alternativa cuando te enfrentas a una barrera. Sólo hay que saber usar la crayola para descubrirla.
Sin embargo, en otra difícil paradoja, la esperanza viene con una etiqueta de advertencia: la esperanza es la principal causa de la desesperación. Esperanza y desesperación están en una relación de ida y vuelta. No tendrías necesidad de esperanza si no fuera por la apremiante desesperación siempre a tu espalda, y tú nunca caerías en la desesperación si nunca te arriesgaras a las altas aspiraciones de la esperanza.
La esperanza no niega, borra o disipa la desesperación. La esperanza te mantiene en movimiento a pesar de ella, te impulsa a seguir, aunque desesperes, para conseguir ahora mismo lo que quieres. Ese empuje puede ser profundo, te da la fuerza para seguir adelante, y seguir contemplando cómo avanzar por oscuros túneles aunque no percibas una luz al final. Sin embargo, al señalar cosas importantes y valiosas, y mostrarte que te hacen falta, la esperanza también te hace sentir una carencia si no alcanzas tu objetivo. Así pues, la esperanza no es sólo lo que te impulsa en los momentos de desesperación: es el camino principal hacia la desesperación.
Si, como yo creo, la desesperación es la experiencia ansiosa y por completo impotente de no conseguir algo de lo que careces, y lo necesitas profundamente, entonces no llegas a la desesperación sin ir primero hacia la esperanza, la actitud que atribuye importancia a los objetivos y aclara “que te faltan”.
La relación entre la esperanza y el riesgo de la desesperación se parece mucho a escalar un acantilado. Cuanto más esperas, más resientes la espera. Eso significa que la herida de la caída de la esperanza (esa experiencia de necesidades vitales insatisfechas) es mayor cuanto más alto hayas subido.
Mi paciente Mark 9ofrece un ejemplo dramático de lo que ocurre cuando se espera algo y hay obstáculos para conseguirlo.
Mark y el tocadiscos
Mark tenía unos 40 años cuando acudió a mí en busca de ayuda tras una difícil ruptura con su novia. Su principal queja era una experiencia de fractura: “No sé lo que quiero, ni siquiera lo que me gusta. No puedo decidirme por nada: no puedo moverme porque no sé qué hacer. Sólo actúo cuando tengo que hacerlo, cuando hay algún tipo de crisis”.
Mark sufrió un fuerte abuso emocional por parte de sus padres cuando era joven. Ambos lo insultaban, menospreciaban sus esfuerzos y lo trataban como alguien no deseado. La vida adulta de Mark estuvo marcada por esta sensación de estar fracturado, es decir, desconectado de su núcleo interno e incapaz de alcanzar las más pequeñas metas que se proponía. Durante una sesión, Mark contó una historia de su juventud:
—Estaba en mi habitación, solo, y alguien puso el tocadiscos en el estudio —dijo—, me encantó la canción que sonaba y fui al estudio a escucharla. Me puse a bailar al ritmo de la música. Al principio apenas me movía, porque no quería que nadie se enojara. Pero luego me dejé llevar, y sólo bailé, tocando la guitarra de aire, ese tipo de cosas. Me sentí tan feliz y alegre, totalmente yo mismo. Era muy raro que yo sintiera este tipo de libertad. Por lo regular me limitaba a mí mismo, ya que me parecía demasiado arriesgado hacer algo divertido, pero ese día me volví un poco loco. Mientras bailaba, tropecé con el tocadiscos y el disco empezó a saltar. Mi padre entró corriendo en la habitación, y me gritó.
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