ENERGÍA VITAL DIVINA EN LAS NECESIDADES
Hay luminosidad en las necesidades, una energía radiante. Entrar en la belleza de las necesidades es entrar en la vida. Una corriente de vida o impulso esencial resuena en nuestro interior y nos atraviesa como un anhelo del corazón. Esta corriente se manifiesta en forma de necesidades humanas. Sentir y vivir la energía de mis necesidades es lo que quiero. Es lo que todas las personas queremos. La práctica espiritual consiste en llevar intencionadamente esta energía radiante a todas las relaciones.
Las Necesidades como puerta de entrada al espíritu
Las necesidades son la puerta para acceder a la espiritualidad de la vida y compartir nuestro ser en relación. Son un aspecto o una expresión de la vida divina en nuestro ser. Las necesidades surgen de la vida, expresando los requisitos vitales que son necesarios para nutrirse y realizarse a sí misma. Experimentamos la belleza de una necesidad cuando estamos en contacto con la cualidad de su energía.
Mi intención es vivir en esta energía de la belleza de las necesidades tanto como pueda. Cuando estoy viviendo en esta energía estoy en el flujo de la vida.
La vida llamando a la vida
La esencia de cualquier expresión, independientemente de lo duro que sea escucharla, es en realidad la vida misma: la vida que llama a la vida. Cuando puedo experimentar esto, no como un concepto mental sino de una manera completamente sentida, con una posición del cuerpo relajada, eso es la viva esencia de la noviolencia, de la verdadera compasión.
Transformación desde el pensar al ser
Que una necesidad sea satisfecha o no, no afecta a su belleza. Más que trascender nuestras necesidades, nos abrimos al dolor de las necesidades no cubiertas con compasión, creando espacio para que se dé una transformación hacia la belleza inherente a las necesidades.
La transformación no es cambiar una creencia por otra. Es algo más que traducir nuestra experiencia desde una perspectiva diferente. Por ejemplo, yo podría decirme: “Cada día mejoro de todas las maneras posibles y le gusto a la gente.” Puede que me lo crea y, temporalmente, me sienta mejor conmigo mismo. Pero el centro de mi conciencia sigue estando en un modo de creencia mental más que en un modo de ser.
La transformación consiste en cambiar del modo de pensamiento primario, desconectado, a un modo de presencia viva y plenamente encarnada. Quiero experimentar esta vitalidad en mi cuerpo tanto como pueda. Porque ahí es donde está la vida, ahí es donde nuestra verdadera naturaleza cobra vida. Eso es la alegría.
COMPASIÓN Y AUTOCOMPASIÓN
La compasión es la conciencia espaciosa, acogedora y sin juicio del corazón. Cuando la descubrimos y nos abrimos a esta cualidad de ser, vivimos la compasión.
Aceptar cualquier reactividad que experimentemos sin convertirla en un enemigo es un cambio radical. En vez de decir: “Tengo que superar esto, librarme de esto” o “debo sanar esto”, nos acercamos a nuestra reactividad y la vemos como nuestra fuerza vital expresándose, diciendo: “Mírame, permíteme ser”. Nuestra liberación, nuestra libertad está en atender nuestros mayores miedos con presencia y dándoles permiso para existir. La autocompasión consiste en llevar la atención hacia aquello que percibimos como el bloqueo en nuestra vida.
La presión interna se libera
La forma de pensar que nos aleja de la vida genera una presión interna, emocional y física. Aceptar nuestros pensamientos es permitir nuestra experiencia, lo cual abre espacio para que la energía vital retenida se despliegue y se libere.
Los momentos en los que juzgo siempre me instan a abrir espacio a la compasión en mi interior.
Las necesidades, satisfechas o insatisfechas, desencadenan emociones y pensamientos que, si procedemos con habilidad y cuidado, pueden llevarnos a identificar la bella energía vital que se manifiesta en nuestra conciencia en forma de necesidad, y a conectar con ella.
Las causas del sufrimiento
Es muy fácil quedarse atrapado en una especie de vórtice de desconexión, una espiral de sufrimiento. Mi sufrimiento no lo causa lo que observo, veo o escucho. Mi sufrimiento lo causa mi respuesta interior a cualquier estímulo. Y lo que hago después con ella. Hay dos capas de reactividad. Una es la que llamamos nuestros juicios, nuestros miedos, nuestra historia, pero la capa más sutil es la resistencia que tenemos a nuestros propios pensamientos y sentimientos reactivos.
La autocompasión tiene una cualidad espaciosa. Ser simplemente conscientes conlleva un permitir, de modo que, si sentimos dolor o temor y podemos abrirnos al espacio de nuestra propia presencia, permitimos que esa parte nuestra herida pueda relajarse lo suficiente como para expresarse y ser acogida por nuestra profunda vida interior.
Puede que haya una parte de ti que quiere que cambies de alguna manera, que no está a gusto con cómo eres; pero mi esperanza es que puedas darte cuenta de que puedes aceptar de forma compasiva esa parte en vez de intentar cambiarla. Esa parte de ti no es más que un anhelo, el deseo de ser simplemente lo que eres, de ser amado por ser quien eres sin pensar que tienes que ser o hacer nada.
En el corazón de la autocompasión está el anhelo de ternura. Todos deseamos conectar con esta parte nuestra inocente y tierna. Lo que afrontamos en el mundo, la mayor parte del tiempo, es algo diferente de la ternura y la inocencia. Hay algo que es rígido y no está vivo, o no satisface nuestras necesidades. No es la cualidad que tanto anhelamos en nuestro corazón.
Paradójicamente, cuando de verdad sentimos que nos aceptan y nos aman por quienes somos, la sanación y el crecimiento surgen de manera natural. Esto no ocurre porque hayamos intentado sanar y crecer, sino porque la autoaceptación incondicional permite que emerja un flujo natural de esta energía viva, de nuestra esencia.
Cuando somos capaces de descansar y habitar en la belleza y la calidez de la aceptación y la confianza incondicionales, no buscamos algo en el exterior para mejorar nuestro bienestar interno. Sólo actuamos para dar y para crear lugares de encuentro en nuestras interacciones. En mis propios momentos de desconexión me doy cuenta de lo presentes que están las reacciones y formas de pensar que alienan de la vida, de lo generalizados y automáticos que son esos pensamientos. Cada momento de desconexión es una llamada a la aceptación.
El espacio compasivo libera el sufrimiento
Cuando simplemente estamos con el bloqueo sin intentar resolverlo, esto en sí mismo crea espaciosidad*. El nudo de nuestra experiencia que intentamos superar quiere espacio, más que cualquier otra cosa. Quiere ser, quiere abrirse y quiere fluir. No quiere ser manipulado, superado ni resuelto. Ni siquiera quiere recibir “empatía” si es con el objetivo de que se transforme en algo diferente. Cuando el nudo de nuestro sufrimiento interno está en presencia de ese espacio de compasión, la valiosa vida que lo habita se libera de la atadura de la opresión.
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