Acuérdome que llegó un caballero que se decia Alonso Hernandez Puertocarrero, é dijo á Cortés:
—«Paréceme, señor, que os han venido diciendo estos caballeros que han venido otras dos veces á esta tierra:
Cata Francia, Montesinos Cata Paris la ciudad, Cata las aguas del Duero, Do van á dar á la mar.
Yo digo que mireis las tierras ricas, y sabeos bien gobernar.»
Luego Cortés bien entendió á qué fin fueron aquellas palabras dichas, y respondió:
—«Dénos Dios ventura en armas como al paladin Roldan; que en lo demás, teniendo á vuestra merced y á otros caballeros por señores, bien me sabré entender.»
Y dejémoslo, y no pasemos de aquí: esto es lo que pasó; y Cortés entró en el rio de Albarado, como dice Gómora.
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CÓMO DOÑA MARINA ERA CACICA É HIJA DE GRANDES SEÑORES, Y SEÑORA DE PUEBLOS Y VASALLOS, Y DE LA MANERA QUE FUÉ TRAIDA Á TABASCO.
Ántes que más meta la mano en lo del gran Montezuma y su gran Méjico y mejicanos, quiero decir lo de doña Marina, cómo desde su niñez fué gran señora de pueblos y vasallos, y es desta manera: que su padre y su madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painala, y tenia otros pueblos sujetos á él, obra de ocho leguas de la villa de Guacaluco, y murió el padre quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique mancebo y hubieron un hijo; y segun pareció, querian bien al hijo que habian habido; acordaron entre el padre y la madre de dalle el cargo despues de sus dias, y porque en ello no hubiese estorbo, dieron de noche la niña á unos indios de Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama que se habia muerto, y en aquella sazon murió una hija de una india esclava suya, y publicaron que era la heredera, por manera que los de Xicalango la dieron á los de Tabasco, y los de Tabasco á Cortés, y conocí á su madre y á su hermano de madre, hijo de la vieja, que era ya hombre y mandaba juntamente con la madre á su pueblo, porque el marido postrero de la vieja ya era fallecido; y despues de vueltos cristianos, se llamó la vieja Marta y el hijo Lázaro; y esto sélo muy bien, porque en el año 1523, despues de ganado Méjico y otras provincias, y se habia alzado Cristóbal de Olí en las Higueras, fué Cortés allá y pasó por Guacacualco, fuimos con él á aquel viaje toda la mayor parte de los vecinos de aquella villa, como diré en su tiempo y lugar; y como doña Marina en todas las guerras de la Nueva-España, Tlascala y Méjico fué tan excelente mujer y buena lengua, como adelante diré, á esta causa la traia siempre Cortés consigo, y en aquella sazon y viaje se casó con ella un hidalgo que se decia Juan Jaramillo, en un pueblo que se decia Orizava, delante de ciertos testigos, que uno de ellos se decia Aranda, vecino que fué de Tabasco, y aquel contaba el casamiento, y no como lo dice el coronista Gómora; y la doña Marina tenia mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva-España.
Y estando Cortés en la villa de Guacacualco, envió á llamar á todos los caciques de aquella provincia para hacerles un parlamento acerca de la santa doctrina y sobre su buen tratamiento, y entónces vino la madre de doña Marina y su hermano de madre Lázaro, con otros caciques.
Dias habia que me habia dicho la doña Marina que era de aquella provincia y señora de vasallos, y bien lo sabia el capitan Cortés, y Aguilar, la lengua; por manera que vino la madre y su hija y el hermano, y conocieron que claramente era su hija, porque se le parecia mucho.
Tuvieron miedo della, que creyeron que los enviaba á llamar para matarlos, y lloraban; y como así los vido llorar la doña Marina, los consoló, y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango que no supieron lo que se hacian, y se lo perdonaba, y les dió muchas joyas de oro y de ropa y que se volviesen á su pueblo, y que Dios le habia hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos agora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido Juan Jaramillo; que aunque la hiciesen cacica de todas cuantas provincias habia en la Nueva-España, no lo seria; que en más tenia servir á su marido é á Cortés que cuanto en el mundo hay; y todo esto que digo se lo oí muy certificadamente, y se lo juró amen. Y esto me parece que quiere remediar á lo que acaeció con sus hermanos en Egipto á Josef, que vinieron á su poder cuando lo del trigo.
Esto es lo que pasó, y no la relacion que dieron al Gómora, y tambien dice otras cosas que dejo por alto.
É volviendo á nuestra materia, doña Marina sabia la lengua de Guacacualco, que es la propia de Méjico, y sabia la de Tabasco, como Jerónimo de Aguilar sabia la de Yucatan y Tabasco, que es toda una; entendíanse bien, y el Aguilar lo declaraba en castellano á Cortés; fué gran principio para nuestra conquista; y así se nos hacian las cosas, loado sea Dios, muy prósperamente.
He querido declarar esto, porque sin doña Marina no podiamos entender la lengua de Nueva-España y Méjico.
Donde lo dejaré é volveré á decir cómo nos desembarcamos en el puerto de San Juan de Ulúa.
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CÓMO LLEGAMOS CON TODOS LOS NAVÍOS Á SAN JUAN DE ULÚA, Y LO QUE ALLÍ PASAMOS.
En Juéves Santo de la Cena del Señor de 1519 años llegamos con toda la armada al puerto de San Juan de Ulúa; y como el piloto Alaminos lo sabia muy bien desde cuando venimos con Juan de Grijalva, luego mandó surgir en parte que los navíos estuviesen seguros del Norte, y pusieron en la nao capitana sus estandartes reales y veletas, y desde obra de media hora que surgimos, vinieron dos canoas muy grandes (que en aquellas partes á las canoas grandes llaman piraguas), y en ellas vinieron muchos indios mejicanos, y como vieron los estandartes y navío grande, conocieron que allí habian de ir á hablar al capitan, y fuéronse derechos al navío, y entran dentro y preguntan quién era el Tlatoan, que en su lengua dicen el señor. Y doña Marina, bien lo entendió, porque sabia muy bien la lengua, se lo mostró.
Y los indios hicieron mucho acato á Cortés á su usanza, y le dijeron que fuese bien venido, é que un criado del gran Montezuma, su señor, les enviaba á saber qué hombres éramos é qué buscábamos, é que si algo hubiésemos menester para nosotros y los navíos, que se lo dijésemos, que traerian recaudo para ello.
Y nuestro Cortés respondió con las dos lenguas, Aguilar y doña Marina, que se lo tenia en merced; y luego les mandó dar de comer y beber vino, y unas cuentas azules, y cuando hubieron bebido, les dijo que veniamos para vellos y contratar, y que no se les haria enojo ninguno, é que hubiesen por buena nuestra llegada á aquella tierra.
Y los mensajeros se volvieron muy contentos á su tierra; y otro dia, que fué Viérnes Santo de la Cruz, desembarcamos, así caballos como artillería, en unos montones de arena, que no habia tierra llana, sino todos arenales, y asestaron los tiros como mejor le pareció al artillero, que se decia Mesa, y hicimos un altar, adonde se dijo luego Misa, é hicieron chozas y enramadas para Cortés y para los capitanes, y entre tres soldados acarreábamos madera é hicimos nuestras chozas, y los caballos se pusieron adonde estuviesen seguros; y en esto se pasó aquel Viérnes Santo.
Y otro dia sábado, víspera de Pascua, vinieron muchos indios que envió un principal que era gobernador de Montezuma, que se decia Pitalpitoque, que despues le llamamos Ovandillo, y trujeron hachas y adobaron las chozas del capitan Cortés y los ranchos que más cerca hallaron, y les pusieron mantas grandes encima, por amor del sol, que era cuaresma é hacia muy gran calor, y trujeron gallinas y pan de maíz y ciruelas, que era tiempo dellas, y paréceme que entónces trujeron unas joyas de oro, y todo lo presentaron á Cortés, é dijeron que otro dia habia de venir un gobernador á traer más bastimento. Cortés se lo agradeció mucho y les mandó dar ciertas cosas de rescate, con que fueron muy contentos.
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