Bernal Díaz del Castillo - Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3): краткое содержание, описание и аннотация

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La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España es una obra de Bernal Díaz del Castillo, que fue uno de los soldados participantes en la mayoría de las jornadas de la conquista de México en el siglo XVI. Es una obra de estilo cautivador desde las primeras líneas. Nos narra el proceso de la conquista de México de una manera ruda, aunque sencilla, ágil y directa. Leer su libro es transportarse al pasado y vivir al lado de un soldado todos los sucesos de la conquista: descripciones de lugares, relatos de personajes, anécdotas, críticas agudas y angustiantes relaciones de fatiga y peligros enfrentados.

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Y otro dia muy de mañana, que fué dia de Nuestra Señora de Marzo, despues de haber oido Misa, puestos todos en ordenanza con nuestro alférez, que entónces era Antonio de Villarroel, marido que fué de una señora que se decia Isabel de Ojeda, que desde allí á tres años se mudó el nombre en Villareal y se llamó Antonio Serrano de Cardona.

Tornemos á nuestro propósito: que fuimos por unas habanas grandes, donde habian dado guerra á Francisco de Lugo y á Pedro de Albarado, y llamábase aquella habana é pueblo Cintia, sujeta al mesmo Tabasco, una legua del aposento donde salimos; é nuestro Cortés se apartó un poco espacio ó trecho de nosotros por causa de unas ciénegas que no podian pasar los caballos; é yendo de la manera que he dicho con el Ordás, dimos con todo el poder de escuadrones de indios guerreros que nos venian ya á buscar á los aposentos, é fué donde los encontramos junto al mesmo pueblo de Cintia en un buen llano. Por manera que si aquellos guerreros tenian deseo de nos dar guerra y nos iban á buscar, nosotros los encontramos con el mismo motivo.

Y dejallo hé aquí, é diré lo que pasó en la batalla, y bien se puede nombrar batalla, é bien terrible, como adelante verán.

CAPÍTULO XXXIV

Índice

CÓMO NOS DIERON GUERRA TODOS LOS CACIQUES DE TABASCO Y SUS PROVINCIAS, Y LO QUE SOBRE ELLO SUCEDIÓ.

Ya he dicho de la manera é concierto que íbamos, y cómo hallamos todas las capitanías y escuadrones de contrarios que nos iban á buscar, é traian todos grandes penachos, é atambores é trompetillas, é las caras enalmagradas é blancas é prietas, é con grandes arcos y flechas, é lanzas é rodelas, y espadas como montantes de á dos manos, é mucha honda é piedra, é varas tostadas, é cada uno sus armas colchadas de algodon; é así como llegaron á nosotros, como eran grandes escuadrones, que todas las habanas cubrian, se vienen como perros rabiosos é nos cercan por todas partes, é tiran tanta de flecha é vara y piedra, que de la primera arremetida hirieron más de setenta de los nuestros, é con las lanzas pié con pié nos hacian mucho daño, é un soldado murió luego de un flechazo que le dió por el oido, el cual se llamaba Saldaña; é no hacian sino flechar y herir en los nuestros; é nosotros con los tiros y escopetas, é ballestas é grandes estocadas no perdiamos punto de buen pelear; y como conocieron las estocadas y el mal que les haciamos, poco á poco se apartaban de nosotros, mas era para flechar más á su salvo, puesto que Mesa, nuestro artillero, con los tiros mataba muchos dellos, porque eran grandes escuadrones y no se apartaban léjos, y daba en ellos á su placer, y con todos los males y heridas que les haciamos, no los podiamos apartar.

Yo dije al capitan Diego de Ordás:

—«Paréceme que debemos cerrar y apechugar con ellos; porque verdaderamente sienten bien el cortar de las espadas, y por esta causa se desvian algo de nosotros por temor dellas, y por mejor tirarnos sus flechas y varas tostadas, y tanta piedra como granizo.»

Respondió el Ordás que no era buen acuerdo, porque habia para cada uno de nosotros trescientos indios, y que no nos podiamos sostener con tanta multitud, é así estuvimos con ellos sosteniéndonos.

Todavía acordamos de nos llegar cuanto pudiésemos á ellos, como se lo habia dicho el Ordás, por dalles mal año de estocadas; y bien lo sintieron, y separaron luego de la parte de una ciénaga; y en todo este tiempo Cortés con los de á caballo no venia, aunque deseábamos en gran manera su ayuda, y temiamos que por ventura no le hubiese acaecido algun desastre.

Acuérdome que cuando soltábamos los tiros, que daban los indios grandes silbos é gritos, y echaban tierra y pajas en alto porque no viésemos el daño que les haciamos, é tañian entónces trompetas y trompetillas, silbos y voces, y decian Ala lala .

Estando en esto, vimos asomar los de á caballo, é como aquellos grandes escuadrones estaban embebecidos dándonos guerra, no miraron tan de pronto de los de á caballo, como venian por las espaldas; y como el campo era llano é los caballeros buenos jinetes, é algunos de los caballos muy revueltos y corredores, danles tan buena mano, é alanceando á su placer, como convenia en aquel tiempo; pues los que estábamos peleando, como los vimos, dimos tanta priesa en ellos, los de á caballo por una parte é nosotros por otra, que de presto volvieron las espaldas.

Aquí creyeron los indios que el caballo é caballero era todo un cuerpo, como jamás habian visto caballos hasta entónces; iban aquellas habanas é campos llenos dellos, y se acogieron á unos montes que allí habia.

Y despues que los hubimos desbaratado, Cortés nos contó cómo no habia podido venir más presto por causa de una ciénaga, y que estuvo peleando con otros escuadrones de guerreros ántes que á nosotros llegasen, y traia heridos cinco caballeros y ocho caballos.

Y despues de apeados debajo de unos árboles que allí estaban, dimos muchas gracias y loores á Dios y á Nuestra Señora su bendita Madre, alzando todos las manos al cielo, porque nos habia dado aquella victoria tan cumplida; y como era dia de Nuestra Señora de Marzo, llamóse una villa que se pobló el tiempo andando, Santa María de la Vitoria, así por ser dia de Nuestra Señora como por la gran vitoria que tuvimos.

Aquesta fué pues la primera guerra que tuvimos en compañía de Cortés en la Nueva-España. Y esto pasando, apretamos las heridas á los heridos con paños, que otra cosa no habia, y se curaron los caballos con quemalles las heridas con unto de indio de los muertos, que habia por el campo, y eran más de ochocientos, é todos los más de estocadas, y otros de los tiros y escopetas y ballestas, é muchos estaban medio muertos y tendidos. Pues donde anduvieron los de á caballo habia buen recuerdo dellos muertos é otros quejándose de las heridas.

Estuvimos en esta batalla sobre una hora, que no les pudimos hacer perder punto de buenos guerreros, hasta que vinieron los de á caballo, como he dicho; y prendimos cinco indios, é los dos dellos capitanes; y como era tarde y hartos de pelear, é no habiamos comido, nos volvimos al real, y luego enterramos dos soldados que iban heridos por las gargantas é por el oido, y quemamos las heridas á los demás é á los caballos con el unto del indio, y pusimos buenas velas y escuchas, y cenamos y reposamos.

Aquí es donde dice Francisco Lopez de Gómora que salió Francisco de Morla en un caballo rucio picado ántes que llegase Cortés con los de á caballo, y que eran los santos Apóstoles señor Santiago ó señor San Pedro.

Digo que todas nuestras obras y vitorias son por mano de Nuestro Señor Jesucristo, y que en aquella batalla habia para cada uno de nosotros tantos indios, que á puñados de tierra nos cegaran, salvo que la gran misericordia de Dios en todo nos ayudaba; y pudiera ser que los que dice el Gómora fueran los gloriosos Apóstoles señor Santiago ó señor San Pedro, y yo, como pecador, no fuese digno de verles; lo que yo entónces vi y conocí fué á Francisco de Morla en un caballo castaño, que venia juntamente con Cortés, que me parece que agora que lo estoy escribiendo, se me representa por estos ojos pecadores toda la guerra segun y de la manera que allí pasamos; y ya que yo, como indigno pecador, no merecedor de ver á cualquiera de aquellos gloriosos Apóstoles, allí en nuestra compañía habia sobre cuatrocientos soldados, y Cortés y otros muchos caballeros, y platicárase dello y tomárase por testimonio, y se hubiera hecho una iglesia cuando se pobló la villa, y se nombrara la villa de Santiago de la Vitoria, ú de San Pedro de la Vitoria, como se nombró Santa María de la Vitoria; y si fuera así como lo dice el Gómora, harto malos cristianos fuéramos, enviándonos Nuestro Señor Dios sus Santos Apóstoles, no reconocer la gran merced que nos hacia, y reverenciar cada dia aquella iglesia; y pluguiera á Dios que así fuera como el coronista dice, y hasta que leí su Corónica, nunca entre conquistadores que allí se hallaron tal se oyó.

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