La animosidad de oficiales del ejército y voluntarios antirrevolucionarios contra la joven república derivó en marzo de 1920 en el putsch de Kapp-Lüttwitz, cuyo propósito era imponer una dictadura militar. 74 La movilización de la clase obrera desbarató esta intentona mediante una huelga que salvó a la República de Weimar, pero la posterior ola de enfrentamientos desatada entre comunistas y derechistas alcanzó cotas más violentas. En este contexto, algunas voces propusieron la formación de un gobierno compuesto por soldados del frente ( Frontsoldatenregierung ) como una opción para trascender la polarización entre lo «social» y lo «nacional» en la política, 75 pero este vago proyecto nunca acabó por materializarse. La amenaza antirrepublicana fue neutralizada, pero evidenció que importantes elementos militares y paramilitares se oponían frontalmente a Weimar. Esto era particularmente claro en Baviera, donde el putsch facilitó la imposición de un gobierno de corte militarista liderado por Gustav Ritter von Kahr, el cual mantendría una buena relación con las organizaciones paramilitares, patrocinando diversas conmemoraciones en honor de los veteranos y los soldados caídos. 76 Así, Múnich se convirtió en el centro de la agitación antirrepublicana. Aunque una de las mayores organizaciones de veteranos, el Reichsbund, condenó rotundamente el putsch , 77 grupos antirrepublicanos como el Stahlhelm continuarían creciendo y consolidándose. Poco tiempo después, los círculos militaristas recibieron otro varapalo con la promulgación, en abril de 1920, de la Ley Nacional de Pensiones (Reichsversorgungsgesetz), pues esta significaba la completa desmilitarización del cuidado de veteranos y víctimas. Sin embargo, los mutilados de guerra no se mostraron completamente satisfechos con las pensiones y la asistencia pública que les fueron concedidas. 78 La República de Weimar se iba consolidando poco a poco en la superficie, pero era incapaz de reintegrar importantes grupos de veteranos en el sistema.
Pero todos estos acontecimientos no implican que los excombatientes alemanes fueran precursores del fascismo, ni heraldos de Hitler o del movimiento nazi. En 1920, solo algunos oficiales del ejército y grupos de soldados desmovilizados se unieron a las fuerzas voluntarias antirrevolucionarias. Aunque estas eran la más activa y flamante ala de la extrema derecha alemana, radicalmente antirrepublicana, 79 sus proyectos políticos de corte reaccionario y defensivo no pueden definirse como fascismo. Tampoco existían en Alemania planes para transformar a veteranos y soldados del frente en una suerte de vanguardia política. Además, el NSDAP era todavía una pequeña organización incapaz de aumentar su militancia y ganar audiencia, y no estaba particularmente interesada en movilizar excombatientes. Pese a que el símbolo del veterano de guerra fue progresivamente asociado a las políticas de extrema derecha –gracias a la efectividad de los Freikorps a la hora de masacrar comunistas–, el conjunto de exsoldados alemanes no actuaba unánimemente en la política, ya fuese de izquierdas o de derechas, revolucionaria o contrarrevolucionaria. Este carácter diverso de la política excombatiente, como veremos a continuación, también se percibe en Francia.
Francia
En Francia, 1918 no fue el año de la derrota ni de la revolución, sino de la victoria, y la historia de sus 6,4 millones de excombatientes ofrece un marcado contraste con la de los alemanes. Francia había sido invadida por el enemigo y había sufrido destrucciones considerables. Cuando todavía se estaba librando el conflicto, los mutilados de guerra franceses, al igual que sus homólogos italianos, fueron los primeros en promover sus intereses mediante la creación de asociaciones para mejorar sus condiciones de vida por medios legales. A lo largo de 1919, los veteranos galos crearon una miríada de asociaciones valiéndose de la potente tradición asociativa de la República francesa. Así, las dos principales organizaciones de veteranos experimentaron un rápido crecimiento. La republicana y centrista Union Fédérale (UF) se fundó en febrero de 1918 bajo el liderazgo de Henri Pichot, mientras que Charles Bertrand dirigiría la conservadora Union Nationale des Combattants (UNC), creada en octubre de ese mismo año. La lealtad de estos grupos hacia la república contrasta con la tibia actitud que mostraron muchas asociaciones de veteranos germanos hacia Weimar. 80 La diferencia estribaba en que la República francesa había obtenido una gran victoria, mientras que la de Weimar era el resultado de la derrota.
Diversos movimientos políticos en Francia desarrollaron programas específicos destinados a los soldados que volvían del frente. La postura de la izquierda francesa hacia los veteranos estaba perfectamente representada por el escritor Henri Barbusse, cuya exitosa novela Le Feu (1917) había descrito las experiencias de guerra de los poilus . Barbusse afirmaba que, durante la guerra, los soldados habían combatido contra el nacionalismo y el militarismo y por los ideales republicanos de libertad y justicia. No en vano, su crítica contra los belicistas franceses se acompañó de un inicial apoyo al proyecto de la Sociedad de Naciones. Barbusse fundó una pequeña asociación de veteranos comunistas, la Association Républicaine des Anciens Combattants (ARAC), creada para defender los intereses materiales de los veteranos discapacitados. Con ella, proyectaba participar en política en búsqueda de la justicia social y la paz internacional, 81 ideales de los que también se hacían eco los socialistas italianos a comienzos de 1919. 82 En contraste, la extrema derecha antirrepublicana francesa, encarnada por la Action Française de Charles Maurras y sus colaboradores Léon Daudet y Georges Valois, estaba más interesada en recompensar a los veteranos por su servicio. Su programa se cimentaba esencialmente en la idea de dar a los veteranos la «parte de la victoria» –«la parte de los veteranos» ( la part du combattant )–, a la que tenían derecho. 83 Estos extremistas de derechas habían ido desarrollando el concepto de «la parte de los veteranos» desde 1916, y para hacerlo realidad tras la victoria –decían–, Alemania debía pagar las reparaciones de guerra al completo, pues la compensación económica a los veteranos debía venir directamente «de las manos del agresor». 84 Entre todas estas diversas posturas políticas de 1919, los veteranos franceses estaban lejos de posicionarse unívocamente: mientras algunos clamaban por endurecer la acción gubernamental contra el bolchevismo, otros anunciaban la creación de la «internacional de los veteranos» ( l’internationale des combattants ) para hacer la revolución. 85
Aparte del descontento con su situación socioeconómica y su hostilidad por los políticos, en general los excombatientes franceses sentían que la guerra los había convertido en hombres nuevos imbuidos de un nuevo espíritu, encargados por tanto de ejercer de guías morales del país. Antoine Prost ha argumentado que el leitmotiv de la historia del movimiento de veteranos franceses fue crear una gran asociación unificada de carácter apolítico comprometida con el mantenimiento de la paz nacional e internacional. 86 Un compromiso que no resulta sorprendente si tenemos en cuenta que el Tratado de Versalles favorecía considerablemente los intereses franceses. Pero en realidad, las dos principales asociaciones de veteranos galos mantenían marcadas diferencias políticas. 87La UNC, a diferencia de la UF, no creía en la Sociedad de Naciones y temía que Alemania todavía encarnase una amenaza. Para defender sus intereses internacionales, la UNC creó en noviembre de 1920 la Fédération Interaliée des Ancien Combattants (FIDAC), una organización interaliada de veteranos inicialmente presidida por Charles Bertrand. Por su parte, la UF crearía en 1925 su propia entidad internacional –la Conférence internationale des associations de mutilés et anciens combattans (CIAMAC)–, mientras la comunista ARAC mantuvo algunos contactos internacionales con otras asociaciones de veteranos de izquierdas. Estos ejemplos muestran la creencia, firmemente asentada en Francia, de que los veteranos constituían un grupo con una identidad y unos intereses compartidos, una convicción que rápidamente empujó a veteranos de guerra de diversa orientación a establecer contactos internacionales con excombatientes de su misma ideología.
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