Ángel Alcalde Fernández - Excombatientes y fascismo en la Europa de entreguerras

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Hitler y Mussolini combatieron en la Primera Guerra Mundial, así como muchos otros nazis y fascistas, brutalizados por su experiencia de lucha en las trincheras. En la Europa de entreguerras, el ascenso del fascismo vino acompañado de los problemas de reintegración de millones de veteranos. Mutilados, condecorados, resentidos por la derrota o insatisfechos con los réditos de la victoria, se organizaron en potentes asociaciones y movimientos sociales. No obstante, una amplia mayoría de los excombatientes jamás apoyaron el fascismo y demostraron, en cambio, inclinaciones pacifistas y democráticas. Los historiadores se han topado muchas veces con esta paradoja: si bien muchos fascistas eran excombatientes, muy pocos excombatientes se convirtieron en fascistas.Para resolver este enigma, este libro es el primero en estudiar profundamente, con iluminadores detalles y una amplia narrativa, la relación entre los veteranos de guerra y el fascismo a nivel europeo a través de los casos de la Italia fascista, la Alemania nazi, la Francia de Vichy y la España de Franco. La violencia política; los estereotipos, mitos y discursos sobre los veteranos de guerra; las redes de contacto entre excombatientes y fascistas que se extendieron por todo el continente, y los avatares de la política internacional que condujeron a nuevos conflictos bélicos como la Segunda Guerra Mundial se desgranan como factores fundamentales para entender uno de los periodos más trágicos de la historia de Europa.

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Bajo la atenta mirada de Mussolini y sus colaboradores, el movimiento excombatiente comenzó a definirse más claramente durante la primera mitad de 1919. Al firmarse el armisticio de noviembre de 1918, la ANMIG publicó un «Manifiesto al País» ( Manifesto al Paese ) que detallaba un programa político, socioeconómico y moral destinado a renovar la nación. Simultáneamente, anunció la fundación de una gran asociación de veteranos que se denominaría Associazione Nazionale Combattenti (ANC). 100 Il Popolo d’Italia , insistiendo en que la nación debía dar la bienvenida a aquellos trabajadores que regresaban del frente, apoyó esta idea alegando que los excombatientes consideraban difuntos a todos los viejos partidos políticos, 101 pero el periódico de Mussolini no se mostró explícitamente de acuerdo con el programa democrático y reformista de los veteranos, 102 sino que pronto empezó a dar forma a su propia línea política en torno a los problemas de los retornados.

Así, Il Popolo d’Italia se centró en preparar el regreso a casa de los considerados como los «líderes de la nueva Italia» ( I quadri della nuova Italia ): una casta de oficiales a los que el periódico denominó «trincherarcas» ( trincerarchi ), un nuevo concepto basado en la previa idea de trincerocrazia y que parecía formulado para ensalzar a aquellos jóvenes que habían comandado tropas. Estos líderes, se decía, habían madurado lentamente durante la guerra, adquiriendo consciencia de nuevos derechos y abriendo sus mentes a nuevos horizontes. Mientras nadie en Italia parecía interesarse por defender los intereses de aquellos 200.000 oficiales, Il Popolo d’Italia se presentó como defensor de sus aspiraciones, y las equiparó al interés general de la nación. Por ello, quienes escribían en el diario mussoliniano exigieron a la sociedad que se «hiciese hueco a la trincerocrazia »; recopilaron sus numerosos agravios y quejas, con las que posteriormente elaboraron un programa que exigía una rápida y eficiente desmovilización; y conectaron las aspiraciones de estos veteranos con el proyecto político de una «Asamblea Constituyente» ( la Costituente dei Combattenti ). Ya que los trincerarchi habían conducido a las tropas a la victoria ( indiquadratori della vittoria ), estos debían por tanto liderar la nueva Italia, razón por la cual había que licenciarlos a la mayor brevedad. Ciertos oficiales y arditi que se veían a sí mismos como trincerarchi tendieron a abrazar esta retórica, entendiendo la trincerocrazia como un gobierno formado por veteranos. Por ejemplo, Italo Balbo, en aquella época un joven teniente de los alpini , escribió a Il Popolo d’Italia mostrando su apoyo explícito a la Constituente , como hiceron otros veteranos. Sin embargo, esta Constituente nunca llegó a materializarse y los planes de Mussolini, en línea con los de los grupos nacionalistas e intervencionistas, permanecieron irrealizados. 103

En aquel momento, los elitistas arditi eran el único grupo de veteranos adheridos al movimiento de Mussolini. Este les había rendido un tributo entusiasta durante las celebraciones por la victoria del 10 de noviembre de 1918 en Milán, donde declaró que estos soldados representaban los «maravillosos guerreros jóvenes de Italia». 104 En septiembre de ese mismo año, el ardito Mario Carli, 105 junto con los escritores Marinetti y Emilio Settimelli, habían fundado la revista Roma futurista . Y por aquellos días, espoleados por el discurso futurista revolucionario que proclamaba la «supremacía del combatiente», 106 arditi desmovilizados deambulaban sin control por Milán y otras regiones del norte de Italia agrediendo a civiles, particularmente a socialistas. 107 En enero de 1919, algunos de ellos crearon la Asociación de los Arditi de Italia ( Associazione fra gli Arditi d’Italia ) para expresar el espíritu de estas tropas de asalto. El día 11 de dicho mes los arditi provocaron disturbios particularmente graves en el teatro de La Scala en Milán, que marcaron la desintegración del bloque político intervencionista. En estos incidentes, los mussolinianos atacaron públicamente a aquellos intervencionistas como Bissolati que habían renunciado a algunas de las aspiraciones territoriales del nacionalismo italiano. Entre aquellos arditi inadaptados a vida civil estaba Ferruccio Vecchi, que no tardó en acuñar la noción de arditismo para definir la cosmovisión agresiva y temeraria y el comportamiento violento de su grupo. 108 Como vemos, el símbolo de los arditi se convirtió pronto en una clave de la mitología intervencionista y antisocialista.

Siguiendo su propia y particular agenda, el movimiento excombatiente comenzó a expandirse en la primera mitad de 1919. Mientras soldados desmovilizados descontentos se hacían oír con sus protestas en las ciudades del centro y el norte de Italia, la ANC se extendió geográficamente, estableciendo una tupida red de periódicos, así como secciones provinciales y locales. 109 Las páginas de Il Popolo d’Italia solían mencionar y comentar brevemente la fundación de células organizativas tanto de la ANC como de la ANMIG, sus asambleas y su incipiente actividad de asistencia social. 110 Paralelamente, también fueron surgiendo otras asociaciones de veteranos con amplia variedad de orientaciones ideológicas y dispar implantación territorial. 111 En Turín, un grupo de excombatientes formó la Asociación Nacional de Veteranos Zona Operante (Associazione Nazionale Reduci Zona Operante, ANRZO) con un vago programa mazziniano, empleando una retórica revolucionaria pero antibolchevique. 112 Otros formaron la Unión Nacional de Veteranos de Guerra (Unione Nazionale Reduci di Guerra, UNRG), que representando las inclinaciones sociales y pacifistas de la Iglesia católica se mantuvo próxima al nuevo Partido Popular Italiano (Partito Popolare Italiano, PPI) y obtuvo mayor seguimiento en las áreas rurales y tradicionalmente católicas como el Véneto. 113 Por su parte, veteranos de unidades de élite formaron la Asociación Nacional de Alpini (Associazione Nazionale Alpini) en las regiones montañosas septentrionales, manteniendo un discurso tendencialmente conservador. Todas estas entidades surgieron a partir de la extendida y optimista creencia en el potencial de los excombatientes para cambiar el país, pero también de las preocupaciones y conflictos provocados por el empeoramiento de la situación social y política.

Todavía más importante, el creciente miedo de las clases medias y altas italianas a la expansión del bolchevismo marcó el desarrollo de las asociaciones de veteranos. Al final de la guerra, la tendencia maximalista del PSI, inspirada por la Revolución rusa, devino hegemónica en el socialismo italiano. Por aquellos días, también se creó una asociación socialista para veteranos: la Liga Proletaria (Lega proletaria fra mutilati, invalidi, orfani e vedove di guerra), vinculada al propio PSI. 114 Esta asociación se proponía defender los intereses de los excombatientes desde una perspectiva de clase, considerándolos más como víctimas de guerra, junto a inválidos, huérfanos y viudas, que como héroes o exsoldados. En consecuencia, la Liga Proletaria hizo gala de un discurso pacifista y antimilitarista que enfatizaba los horrores de la guerra, representada como una masacre inútil y una locura fratricida. El número de miembros de esta asociación comenzó a crecer progresivamente, fundamentalmente en los bastiones socialistas del norte, y a la altura de la primavera de 1919 superaba los 50.000 afiliados. Los ejemplos de Henri Barbusse y la francesa ARAC sirvieron como inspiración para sus actividades.

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