Ángel Alcalde Fernández - Excombatientes y fascismo en la Europa de entreguerras

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Hitler y Mussolini combatieron en la Primera Guerra Mundial, así como muchos otros nazis y fascistas, brutalizados por su experiencia de lucha en las trincheras. En la Europa de entreguerras, el ascenso del fascismo vino acompañado de los problemas de reintegración de millones de veteranos. Mutilados, condecorados, resentidos por la derrota o insatisfechos con los réditos de la victoria, se organizaron en potentes asociaciones y movimientos sociales. No obstante, una amplia mayoría de los excombatientes jamás apoyaron el fascismo y demostraron, en cambio, inclinaciones pacifistas y democráticas. Los historiadores se han topado muchas veces con esta paradoja: si bien muchos fascistas eran excombatientes, muy pocos excombatientes se convirtieron en fascistas.Para resolver este enigma, este libro es el primero en estudiar profundamente, con iluminadores detalles y una amplia narrativa, la relación entre los veteranos de guerra y el fascismo a nivel europeo a través de los casos de la Italia fascista, la Alemania nazi, la Francia de Vichy y la España de Franco. La violencia política; los estereotipos, mitos y discursos sobre los veteranos de guerra; las redes de contacto entre excombatientes y fascistas que se extendieron por todo el continente, y los avatares de la política internacional que condujeron a nuevos conflictos bélicos como la Segunda Guerra Mundial se desgranan como factores fundamentales para entender uno de los periodos más trágicos de la historia de Europa.

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Dentro de este agitado contexto de proliferación de grupos de veteranos, el Fascismo emergió formalmente. Il Popolo d’Italia publicó la convocatoria para la fundación de los Fasci di combattimento a comienzos de marzo de 1919, especialmente dirigida a los veteranos –«combatientes y excombatientes» ( combattenti, ex combattenti )– y haciendo hincapié en el potencial de estos individuos para expulsar del poder a las viejas clases dirigentes. Agostino Lanzillo urgió a los excombatientes a «intervenir y hacerse con el gobierno del Estado» y establecer inmediatamente un «régimen enérgico» que haría frente al crítico momento que se estaba viviendo. 115 Sin embargo, los agitadores de Il Popolo d’Italia no fueron demasiado exitosos, ya que tan solo algunos grupos locales de veteranos mostraron su apoyo. 116 Como es bien sabido, el «pintoresco» mitin fundacional del Fascismo, celebrado el 23 de marzo de 1919 en la Piazza San Sepolcro de Milán, pasó prácticamente inadvertido. 117 Únicamente asistieron trescientas o cuatrocientas personas, incluyendo intervencionistas revolucionarios, estudiantes y periodistas. Puede que en torno a la mitad de los asistentes fuesen veteranos de guerra, en su mayoría arditi como Ferruccio Vecchi o futuristas como Marinetti. Aparte de radicales y contradictorias proclamas nacionalistas y diatribas antibolcheviques, los fascistas no presentaron ningún programa político coherente, aunque es importante resaltar que lo primero que Mussolini dejó claro fue el apoyo fascista a las demandas de las asociaciones de combattenti .

A lo largo de la primavera de 1919, varios acontecimientos demostraron que oficiales y exsoldados podían constituir una fuerza reactiva contra la izquierda, a pesar de que la abrumadora mayoría de los veteranos de guerra italianos no estaban interesados en unirse a las manifestaciones nacionalistas. Mientras las noticias de la creación de las Repúblicas Soviéticas de Hungría y Baviera, establecidas respectivamente el 21 de marzo y el 6 de abril, circulaban por toda Europa, en Italia proliferaban los periódicos y organizaciones independientes de veteranos de signo diverso. Por ejemplo, los miembros de la minúscula pero abiertamente antibolchevique Unión Nacional de Oficiales y Soldados (Unione Nazionale Ufficiali e Soldati (UNUS)), liderados por un oficial nacionalista llamado Giovanni Giuriati, lanzaron su propio manifiesto el 7 de abril. 118 Mussolini era muy crítico con esta dispersión de fuerzas: solo unos días después del mitin en San Sepolcro, llamó a la unificación de todas las fuerzas «nacionales» de veteranos en un único y poderoso organismo que debía hacer frente al peligro interno que veían en el socialismo. 119 En Roma, los socialistas convocaron una huelga general el día 10 de abril, pero el mismo día se celebró una contramanifestación de corte antisocialista en la que muchos oficiales del ejército participaron. El futurista y ex ardito Mario Carli se atrevió a afirmar que quienes habían tomado parte en esta marcha antibolchevique habían sido combatientes de toda condición, mostrando así su supuesto espíritu unificado. 120 Por fin, el 15 de abril, tras una sucesión de huelgas y manifestaciones similares acaecidas en Milán, los arditi fascistas asaltaron y destruyeron la oficina del diario socialista Avanti! . El uso de armas de fuego y cuchillos en estos enfrentamientos dejó un saldo de cuatro muertos, unos hechos considerados por los historiadores como el primer caso de violencia squadrista. 121 La destrucción de las oficinas de Avanti! tendría consecuencias todavía más funestas, ya que se vio sucedida por una serie de violentos ataques a manos de los arditi contra socialistas en diversos lugares. 122

Sin embargo, es importante destacar que los perpetradores del asalto a los locales de Avanti! en Milán eran parte de una muy pequeña y radicalizada minoría –aunque excepcionalmente activa– de excombatientes italianos. En este contexto, es paradójico, aunque entendible, que la simple noción de «excombatientes» comenzase a asociarse exclusivamente a un grupo realmente marginal. Si bien es cierto que los veteranos eran un colectivo de individuos extremadamente diverso y heterogéneo, los contemporáneos tenían un limitado abanico de conceptos a su alcance para dotar de sentido a esta pluralidad. Los numerosos miembros del gigantesco ejército italiano albergaban opiniones políticas muy dispares, y las experiencias de desmovilización habían acentuado las contradicciones entre las expectativas de los soldados, por un lado, y las mentalidades de los mandos y oficiales, por otro.

Ciertamente, muchos militares profesionales y antiguos oficiales burgueses esperaban mantener los privilegios obtenidos durante la guerra y recibir el respeto y el honor del país. Igualmente, esperaban y deseaban que la conferencia de paz satisficiera los objetivos nacionales por los que el ejército había luchado. Pronto, no obstante, se sintieron decepcionados por la hostilidad y la frialdad que la nación mostraba hacia ellos. 123 Desde el armisticio, los intervencionistas habían demandado que se cumpliesen las promesas hechas en el Pacto de Londres, y que la ciudad «italiana» de Fiume se incorporase territorialmente al país. Furibundos intervencionistas como Mussolini y el grupo de Il Popolo d’Italia , así como los antiguos arditi y los oficiales nacionalistas de la UNUS, despreciaban con violencia a los políticos que «renunciaban» a tales reclamaciones territoriales. Aunque los diplomáticos italianos defendieron las aspiraciones intervencionistas (las promesas del Pacto de Londres más la ciudad de Fiume), estas reclamaciones chocaban con el espíritu wilsoniano que presidía la conferencia de paz, por lo que el resultado de las negociaciones decepcionó a los italianos, que nunca recibirían ni Dalmacia ni Fiume. Este fracaso diplomático se produjo a finales de abril de 1919 y destruyó las esperanzas de fervientes nacionalistas e irredentistas como D’Annunzio, que sintieron que la victoria se había perdido. Aunque el creciente mito de la «victoria mutilada» era solo una media verdad, 124 ciertos rumores comenzaron a circular sobre la inminencia de un golpe militar.

Estas elevadas preocupaciones patrióticas ocupaban únicamente las mentes de los veteranos educados de clase media, soldados u oficiales, que habían sido los principales promotores de la intervención en la guerra. Pero por su parte, los veteranos corrientes se mostraban más preocupados por hacer realidad las promesas materiales que habían recibido de parte del Estado italiano. Sin ir más lejos, en el medio rural, las masas de contadini ex combattenti manifestaron su impaciencia ante el incumplimiento de las promesas de reparto de tierras, lo que explica su protagonismo en los motines contra el elevado coste de la vida ( carovita ) estallados entre junio y julio de 1919 en todo el Mezzogiorno, especialmente en Cerdeña. 125 Desde comienzos de dicho año en el Lazio, y durante el verano y el otoño en muchas provincias del Sur (Puglia, Calabria y Caltanissetta), también se produjeron ocupaciones de tierras por parte de veteranos de guerra que aspiraban a una distribución más justa de la tierra, e incluso a la revolución social. 126 Aunque en esas manifestaciones no era difícil encontrar excombatientes proletarios ataviados todavía con ropas militares, los socialistas no movilizaron de forma sistemática la figura del veterano para legitimarlas. Fueron más bien los nacionalistas quienes afirmaron su voluntad de recompensar materialmente a cada soldado por su servicio, mientras denunciaban la idea, difundida por los socialistas, de que la guerra y el cumplimiento del deber militar habían sido sacrificios inútiles. 127 ¿Cuáles eran las posiciones del movimiento fascista y de la ANC respecto a las masas de veteranos? El historiador Giovanni Sabbatucci señaló acertadamente que los Fasci di combattimento, pese a los esfuerzos de los colaboradores de Mussolini, no fueron capaces de atraer a demasiados excombatientes; la ANC absorbió a buena parte de ellos. 128Esta asociación alcanzó los 300.000 miembros en el otoño de 1919. Su base popular se encontraba en el Mezzogiorno y se componía, por ende, de campesinos, mientras que los veteranos de clase media de las ciudades del norte y el centro del país copaban los puestos dirigentes. Aunque su discurso político dominante adolecía de falta de claridad, definición y dirección, la ANC intentó articular una mayor concreción política. Todos sus veteranos parecían compartir una instintiva actitud antigubernamental y un sentido del patriotismo, fusionados en la idea de «renovación» ( rinnovamento ). Los líderes y representantes de secciones procedentes de toda Italia se reunieron en el primer Congreso nacional de la ANC, celebrado en Roma entre el 23 y el 28 de junio de 1919. A lo largo de seis días de acaloradas discusiones, los miembros de la organización debatieron un tema central: si la organización debía adoptar una postura política o apolítica. Aunque resultó tremendamente difícil consensuar una posición política compartida por todos, en última instancia el congreso aprobó un programa escrito por un tal Renato Zavataro, que no era sino una clara muestra de las preferencias democráticas y pacifistas de la mayoría de los miembros de la ANC. En definitiva, el congreso puso de relieve la falta de competencia de unos líderes inexpertos y la imposibilidad de definir una ideología política clara para los combattenti . 129

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