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Capítulo 3
¿Cómo incorporar las grandes ideas de la Ciencia a la práctica docente?: reflexiones desde el aula
Corina González-Weil6,3 y Paulina Bravo González1,78
Resumen
Existe una tendencia creciente a considerar las Grandes Ideas de la Ciencia como útiles para enseñar ciencias en sintonía con los desafíos actuales de la alfabetización científica. Dado lo anterior, las grandes ideas se han incorporado a los currículums de ciencia en el plano internacional y en Chile. Si bien en nuestro país están incorporadas explícitamente en el currículum desde el año 2015, es poca la información sobre cómo profesores y profesoras trabajan con ellas en sus aulas. En este capítulo los invitamos a explorar dos experiencias de uso y/o creación de grandes ideas junto a profesoras y profesores de ciencia de Valparaíso. La primera experiencia se refiere a la práctica de una profesora de educación básica enseñando grandes ideas relacionadas con biología a sus estudiantes de 4° básico. La segunda experiencia ocurre en el contexto de formación docente inicial, donde se diseña e implementa una actividad en torno a una gran idea acerca de la ciencia. Cerraremos este viaje discutiendo sobre la importancia del uso de las grandes ideas y del valor que tiene generar conocimiento desde la práctica de los profesores con sus estudiantes en el aula.
Palabras claves: grandes ideas de y acerca de la ciencia, alfabetización científica, experiencia de profesoras y profesores.
1. Introducción
1.1 La alfabetización científica y los retos actuales de la enseñanza de la ciencia
Los desafíos actuales a los que nos vemos enfrentados como sociedad requieren que —en el caso de la ciencia— no solo comprendamos ciertos conceptos científicos mínimos, sino que desarrollemos actitudes científicas (como el escepticismo) y habilidades de pensamiento científico (como la capacidad de preguntar). Igualmente, es necesario que además comprendamos la Ciencia como un quehacer humano, como parte de nuestra cultura y que, por eso mismo, está fuertemente influenciada por factores históricos, políticos, económicos y sociales. Sobre todo, requerimos formarnos como personas capaces de tomar decisiones y, más aún, de generar acciones que nos ayuden a mejorar la calidad de vida de los seres humanos, a cuidar nuestro entorno y a sobrevivir como especie.
En la actualidad, estamos en un punto de inflexión como Humanidad, que nos demanda, como individuos y como sociedad, actuar y cambiar nuestros hábitos para poder adaptarnos a los rápidos cambios que enfrentaremos o estamos enfrentando y proponer soluciones concretas, en un contexto de colaboración, solidaridad y empatía.
Desde esta perspectiva, la alfabetización científica de la población juega un rol clave, no solo para la sobrevivencia de la ciencia —a través de la generación de interés por este aspecto de nuestro quehacer como humanos— sino, sobre todo, para nuestra propia sobrevivencia. Sjöström y Eilks (2016), basados en autores anteriores, proponen tres visiones de alfabetización científica: la Visión I está centrada en el contenido y los procesos científicos para su posterior aplicación; la Visión II tiene por objetivo comprender la utilidad del conocimiento científico en la vida cotidiana y en la sociedad; y la Visión III, trata sobre el “saber científico en acción”. Esta última visión, también llamada “alfabetización científica crítica”, implica una educación científica transformadora, que enfatiza la transdisciplinariedad, la promoción de valores y una ciudadanía global orientada a la praxis. Las actuales circunstancias de nuestro planeta nos invitan a situarnos en esta tercera visión, que desarrolla una perspectiva crítica de los ámbitos socio y tecnocientíficos, donde se promueva una disposición activista en pos de incrementar la justicia social y ambiental. Un posible espacio de desarrollo de esa visión —no el único, porque la situación actual nos compete a toda la sociedad— es el de la escuela y las universidades, a través de la educación científica de los estudiantes.
Evidentemente, para preparar a los estudiantes en el desarrollo de un razonamiento sociocientífico, que les permita adoptar sus propias decisiones y ejercer de manera más participativa su ciudadanía, es necesaria la generación de una base científica informada. Los estudiantes deberán comprender cuál es el conocimiento científico básico que la ciencia ha construido a lo largo de la historia, que nos ayuda a entender los fenómenos que observamos a diario, y que en consecuencia también nos ayuda a buscar las mejores soluciones para los problemas actuales (El Halwany, Zouda y Bencze, 2017). Del mismo modo, los estudiantes debieran tener una comprensión sobre la manera en que la ciencia, la tecnología, la sociedad y el ambiente (CTSA) se relacionan e inciden entre sí, de modo de poder analizar críticamente las complejas relaciones que se dan entre estos ámbitos. Esto se vuelve especialmente relevante cuando logramos comprender que, así como los avances de la ciencia tienen un fuerte impacto sobre la CTSA, el desarrollo de la ciencia depende de la tecnología, pero también de los intereses políticos, sociales y económicos de quienes la financian.
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