La aptitud para la presencia
Lyotard llama alma ( anima ) a la aptitud para la presencia, a su toque y a su espera. Habitualmente, vemos en el alma aquello que anima la obra. Pero hay que entender que la animación de la obra es la de un ánima mínima . Nada de vitalismo, nada de dialéctica en esa susodicha “animación”. No existe método para descubrirla a partir de la estructura de las obras, a partir de las figuras y de los encadenamientos. La aptitud para la presencia es de hecho un grado cero del espíritu. Ánima es ese grado cero tocado por la presencia. Ese toque mismo es lo que sería el alma, 31lo cual permite comprender que la obra es un retoque , esa presencia que retiene y devuelve el toque, imposible esfuerzo, puesto que la mantenencia no es el tiempo de la presencia. Ánima mínima no tiene espíritu, no tiene deseo, no tiene sujeto, al contrario de animus que, a cada momento, reinstaura sus estratagemas de recuperación. Ánima , antes de toda subjetividad, es reflexión inmediata del evento , alma sin rostro y sin nombre. Ánima no es ni el deseo, ni la carne, ni la vida — eso sería conceder aún demasiado a la fenomenología. Merleau-Ponty, como hemos visto, señala, para describir el enigma de la percepción, la afinidad, la complicidad del sujeto presente con la presencia del mundo, transitividad inmediata y prerreflexividad en el quiasmo ontológico, incaptable, donde lo sensible sentido se transforma en sensible sintiente. Profunda homogeneidad del sentir y de lo sentido, co-pertenencia del alma y de lo sensible al mismo mundo. Lyotard rompe radicalmente con lo que queda aún de husserliano en la fenomenología de la percepción merleau-pontiana. Nada de una conciencia que pone en la mira su correlato noemático ni tampoco el de una sustancia ontológica permanente. Se cuestiona no solamente la posición fenomenológica concerniente al mundo y a la sustancia, sino también aquella que se refiere a la subjetividad y a la vida. Podríamos dejarnos tentar —astucia (kantiana) de animus dominador de ánima— por considerar el reclamo de la presencia como el reclamo de un Él , realizando así el paso de la anestésica a la ética. Kant se siente tentado, evidentemente, por dar ese paso, por cruzar ese puente [ Brücke ] que restauraría la arquitectónica de la razón y dominaría el salvajismo de ánima . Ese tránsito de lo pagano sagrado a lo santo, del entusiasmo al respeto, sería un duro golpe para la Presencia. Sería, incluso, renegar de la presencia como posibilidad de desencadenamiento de las formas y de desesquematización del mundo. El sentimiento anestésico evita las trampas de la santidad y del respeto. La anestésica es así el éxodo de la estética, del mismo modo que la presencia constituye el éxodo de lo sensible.
Ánima “solamente existe despierta de la nada de la desafección por medio un ‘allá-abajo’ sensible”, 32 ánima no tiene afectos, porque carece de un timbre, de un color, de un perfume. Solo existe si es forzada . Ánima solo está “presente” en el alumbramiento permanente, no pertenece al espacio-tiempo de la representación, no se presenta tampoco en las palabras. 33Un sonido, un olor, extraen de un continuum neutro la pulsación de un sentimiento. Esclava del aisthèton , sin autonomía, violentada, humillada, ánima sufre el sentimiento con terror, con fascinación, con extracción. Ánima se lo debe todo a la obra que la fuerza a abandonar la quietud de la “anamnesia”. Y el aisthèton es un evento , una obra, un “matiz”. Por eso, un sonido, un color, un matiz trabajan , luchan por dejar huella en lo audible, en lo visible, de un gesto que excede lo audible y lo visible, el gesto de la Presencia. Paradoja, por consiguiente: ese gesto excede lo sensible, y sin embargo, es ya audible, visible. Y la Presencia llega como un evento.
La obra, surgida de ese trabajo es presencia, materia. Se trata de asumir que el milagro puede surgir, el milagro de las obras. 34La obra es soberana, “no quiere decir nada, es un arreglo singular, inesperado, de los elementos que la constituyen: las palabras en literatura, los colores y las formas en pintura. No remite a ninguna referencia, historia, realidad perceptiva que le sea anterior, no expresa en absoluto la subjetividad de su ‘autor’. Ni representación, ni expresión. Y nada tampoco de simbolismo: no significa ‘ideas’ preexistentes. Ni significación ni celebración”. 35La irrupción de la obra es dramática; no se sabe cómo ni por qué se erige el improbable voici [He aquí] de la obra, 36artefacto capaz de evocar la presencia absoluta . La obra abre un hueco en el espacio-tiempo de las percepciones y en la razón de los discursos. 37La inexplicable estupefacción ante la obra, denominada hipócritamente emoción estética, es una terrible prueba vivida en los confines de la singularidad, con toda sumisión a la Presencia intransitiva.
Esa estupefacción, esa prueba marca ánima , dura y profundamente, en el blasón de su cuerpo. Anima es como la mujer que da a luz, en su trabajo y en su lucha, abriendo la vía por la cual puede llegar aquello que todavía no ha llegado. 38 Ánima es el dolor de ser afectado. El timbre, el matiz, es el soplo del llanto de anima . Y Lyotard concluye: “La materia es el sonido no proferido que pasa por el cuerpo, mientras que recibe el golpe de su pérdida. Se puede decir: el sonido que causa la muerte del cuerpo viviente. O también: el sonido no escuchado que crea el ser en el ente. La pasividad o la sensibilidad abre el cuerpo a la prueba. Esta no es una experiencia, sino una aflicción ”. 39El cuerpo tiene sus puertas y lo que entra por el blasón del cuerpo, por sus cinco puertas, no es solamente la sensación, la aisthèsis , es también la angustia de ser perforado. La Confesión de Agustín grita la aflicción de ánima en la vertiginosa visitación de la Presencia. El alma sometida a la Presencia es dissensio, dissipatio, distentio , languidez. El Yo sometido a la obra, al evento , a la Presencia, estalla sin dejar huella. 40 Ánima es lánguida, muelle, “disposición para el A quoi bon [Para qué] distensión, dejar-hacer, expansión”, 41rota, hendida por el golpe del encuentro inesperado con la Presencia. Languidez, energía del estancamiento, una cierta quietud del sí al lado de sí, incluso cuando el blasón del cuerpo de ánima , en una aturdida exaltación sensual, soportando el delicioso suplicio de un encuentro con la Presencia, es sublimemente transportada. 42La Presencia arrebata, viola. Ánima, sin embargo, se esfuerza por reunir su dispersión en espera de la visita de la Presencia, sus puertas corporales están abiertas de par en par. Ninguna ontología ni fenomenología captará jamás ese sentimiento de tener el blasón quemado por la Presencia no presentable, puesto que excede el mundo de los fenómenos.
De la fenomenología de la presencia a la anestésica del evento , este largo recorrido filosófico solo sirve de horizonte al ejercicio de semioestetización que va a seguir en los capítulos siguientes. Se planteará la cuestión, entre otras, de una semiótica del toque , que capta la presencia como éxodo de lo sensible; de una semiótica del guiño , que cubre la presencia como tiempo presente; e igualmente de una semiótica de la empatía , que tratará de cierta presencia del otro en su propia carne. ¿Cuáles son los estilos y las epifanías de la presencia de lo sensible? Los capítulos que siguen reformulan esta cuestión y sugieren algunas respuestas.
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