El toque es cesura abrupta, corte cruel, herida viva, espasmo insoportable, instauración de una heterogeneidad aguda, la de la materia más “presente” sin retroceso ni pretexto para una puesta en forma. Esa Presencia absoluta, la Cosa-mayúscula, es trabajada de arriba abajo por la ausencia radical, por el “más-allá” de lo sensible, que Kant, en su teoría de la experiencia estética, denomina lo “ suprasensible ” ( Übersinnlich ). El Il arrive [algo ocurre] se presenta como un “hecho nocturno”, 54presentación del Otro de lo sensible, éxodo de lo sensible. El toque de la mano —no el toque acariciador de la mano—, el toque del stulos, del pincel, tocan la Presencia absoluta, pero con plena reversibilidad. Podríamos decir con el mismo derecho que la Presencia absoluta toca el cuerpo, entra en el cuerpo por los cinco sentidos, por el blasón de la carne. Y ese toque de la Presencia absoluta es una gracia . Es un toque sin duración, sin tiempo, sin la triple dimensión de la ekstasis agustiniana. La lectura que Lyotard nos propone de las Confesiones agustinianas muestra el reverso de la concepción estática del tiempo (despliegue del tiempo: en presencia del pasado, presencia del presente, presencia del futuro): la gracia, esa fulgurancia mínima, señala la Presencia absoluta en un clin d’oeil [en un guiño, en un abrir y cerrar de ojos]. “Lo que falta, lo absoluto, entalla la presencia en la escasa profundidad del surco de su ausencia”. 55 Evento supremo, el relámpago del toque se instala, por consiguiente, en el umbral presencia/ausencia. El toque del Il y a , a fin de cuentas, conlleva el tiempo de un instante, de un ahora, el tiempo presente, presencia de un tiempo, sin embargo, sobre un fondo de ausencia, presencia de un guiño. Ese toque del Il y a interpela el cuerpo, esa red de la carne penetrada por los cinco estuarios, que penetra el blasón del cuerpo, el ojo, la oreja, la nariz, la lengua, la piel, el tacto que siente en el vientre, igual que en la mano que toca y en el cuerpo tocado por una presencia absoluta. Y esa carne, miserable, lánguida, tocada por la gracia de la presencia, tiembla, vibra, vive el síncope, patema del toque.
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