Herman Parret - Epifanías de la presencia

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Epifanías de la presencia: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta obra propone captar el excedente semántico que caracteriza a la «presencia» de cualquier cosa en su relación con la existencia semiótica tal como la entiende la definición ortodoxa; coloca la «presencia» de manera intrínseca en una relación modalizada con lo sensible, el color, el sonido, el sabor y la ocasión del toque; se busca dar testimonio del respeto por las epifanías de la presencia.

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Volvamos ahora a la diferencia esencial entre la esfera de lo visual y la esfera de lo táctil. Husserl opone esas dos esferas sensoriales de manera bastante radical. Ya lo hemos dicho, “en el dominio táctil, contamos con un objeto exterior , que se constituye de manera táctil, y con un segundo objeto, el cuerpo propio , que se constituye de la misma manera táctil, por ejemplo el dedo que toca [el dedo]. Encontramos aquí la doble aprehensión siguiente: la misma sensación del tocar, aprehendida en cuanto trazo característico del objeto “exterior” y aprehendida en cuanto sensación del objeto-cuerpo propio”. 23Nada semejante aparece en el noema visual . “El ojo no se ve a sí mismo, y las cosas no suceden como si los colores que, en la aprehensión de la cosa exterior vista, son atribuidos al objeto y objetivados en él como sus trazos característicos, esos mismos colores, en cuanto sensaciones, apareciesen localizados en el ojo mismo, y el cual, a su vez, apareciera visualmente […]. Yo no me veo a mí mismo, no veo mi cuerpo de la manera como me toco a mí mismo. Lo que denomino un cuerpo propio visto no es un vidente visto, como mi cuerpo sí es, en cuanto cuerpo tocado, un tocante tocado”. 24Y Husserl sostiene que lo mismo sucede con el oído. El despliegue de los sonidos y su propagación cubren superficies espaciales que no coinciden con las determinaciones materiales de las cosas, es cierto, y el sonido recibido no está ciertamente localizado en el oído. El oído y la oreja, la visión y la audición no funcionan de acuerdo con la doble aprehensión . Solo el tocar goza de ese privilegio. El tocar, es el único entre los cinco sentidos que tiene el privilegio de remitir siempre y directamente al cuerpo propio que aparece . “Un sujeto que solo estuviera dotado de vista no podría tener en absoluto ningún cuerpo propio apareciente; solo podría contar con sus apariencias cósicas, […] solo vería cosas reales. […] El cuerpo propio no puede constituirse en cuanto tal originariamente sino en el tocar y en todo aquello que halla su localización con la sensaciones del tocar, como es el caso del calor, del frío, del dolor, etcétera”. 25

La conclusión de esta descripción fenomenológica no puede ser sino impresionante. Sin tocar, nada de cuerpo propio, nada de sensación interoceptiva ni propioceptiva. Solo coincidiendo con el cuerpo propio táctil, el cuerpo propio de tipo visual, auditivo, gustativo, olfativo participa en la localización de sensaciones interoceptivas y propioceptivas. Las consecuencias teóricas de esta constatación son más englobantes aún. El cuerpo propio es el centro de orientación de Ego , el punto cero de todas sus orientaciones. El cuerpo propio es igualmente el soporte del libre movimiento y el órgano del querer. También el tocar hace posible esa orientación del cuerpo, y el movimiento corporal espontáneo está esencialmente condicionado por las virtualidades del cuerpo táctil: la mano es la que golpea, levanta, capta, así como el pie toca y pone en movimiento el cuerpo según los obstáculos mundanos. Husserl no duda en ampliar aún más, por transposición, 26la significación del cuerpo propio, y, por consiguiente, del tocar, a esferas de “objetividades” superiores como los actos de evaluación y las vivencias intencionales sofisticadas. La aprehensión táctil sigue siendo para Husserl el “modelo” de cualquier captación intencional y evaluativa. El entusiasmo de Husserl por el tocar y por su rol privilegiado en la constitución del cuerpo propio no es nuevo, sin duda, en la historia de la filosofía. Aristóteles lo precedió, aunque la hipóstasis del tocar tiene allí otras razones. Resultará útil, sin duda, dar un rodeo por la psicología del tocar en Aristóteles a fin de poder constatar la notable continuidad de interés que existe entre la psicología aristotélica y la fenomenología husserliana del tocar. Los dos filósofos predican un haptocentrismo radical y consistente.

El órgano del tocar, inhallable, innombrable

Aristóteles, en De anima , insiste en el hecho de que el hombre es ante todo un ser de tacto, en que su humanidad misma depende de él. Por lo demás, el tocar es el único sentido que pertenece a todos los seres vivos. 27De todos los sentidos, el tocar es el más común por su carácter primordial para la vida. Tocar es la perpetua condición de la vida y de los actos de la vida. De anima termina repitiendo esa tesis. Sin embargo, existe una excelencia en el tocar humano. Aristóteles sostiene que esa excelencia no se debe a la extrema sensibilidad táctil de la mano, sino al hecho de que la carne entera es el órgano del tacto. Aristóteles cristaliza esa sensibilidad general de la carne más bien en la lengua : el tocar lingual es el más táctil de todos ( haptikôtatè ). Por tanto, el tocar lingual es más representativo del tocar humano que el tocar manual. 28Al contrario de lo que piensa Kant, al que vamos a citar en un instante, el sentido del tacto no reside en la yema de los dedos. ¿Cómo pensar entonces un sentido que está presente en toda la carne , sin que un órgano específico le sea asignable? 29A primera vista, el tocar parece confundirse con la sensibilidad general de la carne [ sôma ]. En todo caso, “la excelencia del tocar pone en juego al hombre entero, en todas sus dimensiones. […] Porque tocamos con todo el cuerpo, nuestra alma es el acto de tocar, y solamente así puede ser también un alma que oye, que ve, etcétera. Si el tocar funda los demás sentidos y constituye para ellos un pasado desde siempre ya allí, es también el que asegura su unidad en el seno de su diversidad, ya que asegura la unidad del cuerpo, táctil en toda su extensión. 30¿Se trata de la carne cuya cuasi-reflexividad afirmaba Merleau-Ponty? No se encuentra ninguna elaboración de ese concepto en Aristóteles, y el argumento sigue más bien una dirección muy distinta. La carne es solamente el medio del tocar (“La carne es solo el intermediario del tocar” 31), mientras que el órgano es interno . Aristóteles sugiere en ese momento de la argumentación una teoría incoativa de interoceptividad. Interoceptividad o propioceptividad, puesto que Aristóteles considera el sentido interno del tocar como una sensibilidad que oscila fácilmente hacia el sentido común [ aisthèsis koiné ], llamado con frecuencia el sexto sentido, la sensibilidad propioceptiva , diríamos hoy.

La concepción aristotélica del tacto como sentido interno es un bello descubrimiento filosófico. ¿Con qué tocamos? Corremos el riesgo de tropezar rápidamente con aporías si colocamos el órgano propio del tacto en el interior del cuerpo. ¿Podemos entonces mantener el tacto como un sentido, definido de la misma manera que los otro cuatro, aunque sea el primero? Eso plantea la cuestión del objeto propio del tacto y de unidad. El órgano interno del tocar no es una vacancia de cualidad, sino más bien la mediación entre las cualidades sensoriales. El sentido interno del tocar “es una suerte de “promedio” de los sensibles contrarios, y a partir de ese “promedio”, el tocar es capaz de juzgar los excesos de dichas cualidades. Inmersión por consiguiente en las cualidades que percibe, 32el órgano del tacto está él mismo sumergido en lo tangible, y de ese modo, las discierne y las diferencia. En cuanto mediación que mide, el sentido interno constituye un intangible en el tocar mismo: yo no me hago a mí mismo ni caliente ni frío, salvo en casos de alteración o de enfermedad. Las cualidades absolutas son al mismo tiempo cualidades relativas para nuestro sentido interno del tocar. Pero añadamos de inmediato, para evitar el malentendido, que, si el órgano es interior, no por eso deja de ser corporal, y si la carne no es más que “medio”, el rol de este último no consiste en transmitir al órgano sus cualidades, sino más bien las cualidades de los “sensibles” exteriores.

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