Imaginarios sociales e imaginarios cinematográficos
Javier Protzel
Imaginarios sociales e
imaginarios cinematográficos
Javier Protzel
FONDO EDITORIAL
Colección Investigaciones
Imaginarios sociales e imaginarios cinematográficos
Primera edición digital, marzo 2016
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Fondo Editorial
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Versión ebook 2016
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Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.
ISBN versión electrónica: 978-9972-45-316-8
De aquí a unos cientos de años, en este mismo lugar, otro viajero tan desesperado como yo, llorará la desaparición de lo que yo pude ver y no vi. Víctima de una doble invalidez, todo lo que percibo me hiere, y me reprocho sin cesar por no haber sabido mirar lo suficiente .
CLAUDE LÉVI-STRAUSS, Tristes trópicos
Y todo es así, temblante, oscuro, como en pantalla de cinema
MARTÍN ADÁN, La casa de cartón
Presentación
Primera parte Notas sobre la constitución de las narrativas fílmicas y la diversidad de las culturas
Capítulo 1. Cine y ensoñación a la luz del psicoanálisis
Capítulo 2. La constitución de un modo hegemónico de narrar
Capítulo 3. Marginalia
La India
Japón
Capítulo 4. Ética y creación: Bresson, Sokurov
Segunda parte Cines latinoamericanos. Entre el mimetismo y la originalidad
Capítulo 5. La inevitable dependencia
Populismos y modernidades periféricas
Siete rasgos característicos
Capítulo 6. Sensibilidades del pasado y del presente
Capítulo 7. Figuras de la desigualdad y del poder
Capítulo 8. Cine de autor: Pasión y trasgresión
Capítulo 9. Minimalismo
Tercera parte Notas sobre el cine peruano
Capítulo 10. El tiempo heterogéneo de las imágenes en movimiento
Arte, modernidad y nación en el nacimiento del cine
Heterogeneidad peruana
Culturas del espectáculo y culturas performativas
Capítulo 11. Imaginarios de lo andino
Capítulo 12. Héroes, villanos y antihéroes
Capítulo 13. Clases sociales e imaginarios de clase
Capítulo 14. Terrorismo y autoritarismo
Capítulo 15. Colofón sobre los sentimientos
Bibliografía
Este libro nació tanto de mi interés por el cine peruano y latinoamericano como de varias interrogantes de fondo que fueron surgiendo una vez comenzado el proyecto inicial, limitado a una sociología de los públicos cinematográficos basada en información empírica sobre el acceso a las imágenes y sus modos de consumo. No bastaba con señalar la supremacía comercial de las películas provenientes de las majors hollywoodenses y de la presión publicitaria. La predilección por la producción estadouni-dense estaba sembrada en la subjetividad del espectador, siendo por lo tanto un rasgo cultural irreductible a explicaciones causales simples. Y esto rebasaba el ámbito nacional, pues se trataba de un fenómeno mundial que atravesaba el tiempo y el espacio, desde cuando las clases altas limeñas y Pu-Yi, el último emperador Qing, reían con las mismas slapstick comedies más de ochenta años atrás. Esa afinidad entre la exclusiva audiencia del cinema-teatro de la plaza San Martín y el solitario habitante de la Ciudad Prohibida de Pekín habría de repetirse a otra escala al finalizar el siglo con decenas de millones de chinos convocados por el melodrama Titanic , de éxito inigualado en ese país, mientras al otro lado del océano muchísimos peruanos adquirían su copia pirata o bien formaban colas inusuales delante de los cines para ver también esta película, que lograba así una de las mayores recaudaciones en la historia del negocio cinematográfico. En vez de apuntar hacia la logística de los poderes económicos que rigen las industrias culturales se me ocurrió que este proyecto debía ser distinto, y más complejo. El hecho de tener que ver películas y analizarlas –muchas ya las conocía– me entusiasmó, sobre todo por las comparaciones y evaluaciones transversales a las que por método estaría obligado, fuera del placer mismo de decir lo que pienso y siento acerca de algunas.
Convenía averiguar cuál es la relación entre la universalidad de las ensoñaciones, de aquellas traídas desde el cine silente con la narrativa cinematográfica occidental y aristotélica, y las particularidades culturales de las variadas e inmensas audiencias a las que llegan. Si la formación de sentimien tos comunes de pertenencia y de filiación colectiva, de los que emanaron los nacionalismos europeos en el siglo XIX, se debió a la influencia de las élites intelectuales a través de los medios impresos de cada Estadonación, las imágenes en movimiento tuvieron a fortiori en el siglo XX un peso considerable a escala transnacional, pero de modo distinto. Junto con sus facetas jurídicas y económicas, los procesos de integración del Estadonación suponían la fundación de imaginarios colectivos que diesen referentes simbólicos comunes a regiones previamente desconectadas. Al ocurrir todo ello gracias a las narrativas transmitidas por el libro, la prensa y la escuela, los ámbitos de construcción de las identidades nacionales quedaban cir cuns cri tos geográfica y lingüísticamente, lo cual no fue el caso del cine. Desde las primeras cintas producidas, la ficción ilustró relatos y leyendas populares locales, pero en versiones de una inteligibilidad literalmente nunca antes vista, y con ello de una comunicabilidad intercultural mucho mayor. Obviamente, la portabilidad de las películas permitió que los primeros países productores pudiesen exportar fácilmente sus imaginarios locales y nacionales, ofreciendo con ello a otros países sus cantares de gesta, como ocurrió con la épica estadounidense del western . Se ha ido instaurando así una discrepancia entre la internacionalidad (o mundialidad) de las grandes industrias culturales y la nacionalidad (o adscripción a cada Estado-nación) de lo jurídico-político. Las consecuencias de haber hecho visible al Otro cultural mediante la imagen no han sido, pienso yo, lo suficientemente estudiadas ni en el pasado ni actualmente, como si sub-sistiese algún vacío en las ciencias sociales que no permite a la experiencia moderna de lo simbólico conectarse bien con los fenómenos sociales locales o nacionales. Los mundos-de-vida de los niños de distintas latitudes se transformaron medularmente al conocer los nuevos imaginarios de Shrek o Spiderman , o de sus predecesores de cuatro generaciones anteriores, al mismo tiempo que también adquirían una conciencia nacional y ciudadana, con lo cual el estatuto de lo propio y de lo extraño se fue modificando a lo largo de un siglo, y cada vez más vertiginosa men te, gracias a las ensoñaciones diurnas de las imágenes en movimiento.
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