El tercer apartado de capítulo, denominado “función continuada” en alusión a la exhibición sin pausa de películas que ofrecían algunos cines en el pasado, reserva un material práctico para el docente: se trata de un listado de doscientas películas cuidadosamente seleccionadas y comentadas 4, organizadas por asuntos muy apropiados para trabajar con los estudiantes. Son colecciones de veinticinco películas correspondientes al contenido de cada capítulo, salvo el último “plano”, que está conformado por cincuenta películas de temas diversos: persona, relaciones humanas, comunidad, ética, ideología, íconos, pasatiempos y distorsiones. Buena parte de este copioso caudal de películas puede encontrarse en una bendita pendiente del distrito de La Victoria, a donde acudo con regularidad para aprovechar el curso del río y esquivar nuestra mediocre cartelera comercial.
Dado lo dilatado y versátil del contenido, con el equipo de trabajo tuvimos la necesidad de establecer límites a nuestra desbordada afición. Teníamos en mente un territorio vastísimo, de miles de películas, y tuvimos que preguntarnos hasta dónde abarcaría el trabajo. Decidimos entonces considerar solo largometrajes de ficción, no documentales ni animación, y que representen principalmente la problemática educativa de niños y adolescentes. También acordamos que fueran largometrajes estrenados a partir de mediados del siglo XX, para que todas las historias respiraran todavía ciertos aires de modernidad.
Después de muchas idas y venidas en la clasificación de las películas, percibimos cuatro grupos según su procedencia geográfica: la predominancia del continente europeo y del subcontinente norteamericano. Luego se sitúan el subcontinente de América del Sur y el continente asiático. Por ese lado, habíamos cumplido al darle presencia a una valiosa y poco conocida filmografía mundial 5. Respecto a la época, acordamos registrar las películas por décadas para observar en qué espacio temporal nos habíamos desplazado: felizmente las décadas más recientes, entre el 2000 y el 2019, ocupaban la supremacía. Y después se ubicaban, de manera decreciente, las décadas anteriores hasta llegar a los cincuenta. Esas referencias dotaban de actualidad a nuestra propuesta y, por lo tanto, de una mayor proximidad a los docentes y estudiantes.
Para cerrar el trabajo he considerado, como corresponde al término de toda historia, una escena denominada “desenlace” —sin contar con los “créditos de cierre”: los índices de las películas seleccionadas y las referencias bibliográficas—, en la que más que deshacer el lazo , según el uso tradicional, pretendo plantear un final abierto que ofrece dos caminos distintos y complementarios: las encuestas a estudiantes de primaria, secundaria y educadores de colegio; y, finalmente, un conjunto de “sugerencias para aplicar en la escuela” que me parecen posibles de realizar con buena voluntad y un cambio de mirada en la educación. Puedo afirmar que después de visitar y revisitar tantas películas me siento gratificado por este mirador de ilusiones y confiado en su utopía persuasiva.
No debo terminar estas líneas sin hacer justicia a las personas que colaboraron conmigo para elaborar este libro, a quienes agradezco de corazón. A María Teresa Quiroz y Rosario Nájar Ortega, del Centro de Investigación Científica de la Universidad de Lima, por su confianza y afecto; a mis asistentes Martina Chacón y Alejandro Núñez, por su estupendo trabajo; al equipo del Fondo Editorial de la Universidad de Lima, que pone tanta dedicación y talento en la labor que desempeña; y, finalmente, un agradecimiento especial a mi esposa Rosario de la Hoz, que leyó la primera versión impresa y me hizo valiosas anotaciones, además de acompañarme toda una vida a disfrutar de muchas de las películas que aparecen en estas páginas.
Jorge Eslava
INTRODUCCIÓN
El poeta Valéry tenía una frase que gustaba repetir François Truffaut: “El gusto es el resultado de mil disgustos”. Solo de la constancia en el encuentro con la obra estética puede surgir una manera nueva de sentir. Se trata de ver buen cine, leer buena literatura. Y esto, aunque no guste. La confianza proviene de lo que ha ocurrido con la humanidad; es el trato frecuente, el roce, lo que produce esos órganos interiores que permitirán eso que la ley denomina, pretenciosamente, “apreciación crítica”. […] En cine se trata, pues, de ver buen cine. Tal vez resulte aburrido, para un adolescente, contemplar Ciudadano Kane o Intolerancia . Pero solo este trato con la gran obra puede forjar el gusto que buscamos. Hace falta leer El Quijote , contemplar pinturas de Van Gogh, visitar Machu Picchu; si perseveramos, algo irá creándose en nosotros. Algo que nos emparenta con el creador, con su obra, y solo así llegaremos a educar, es decir, a elevar el gusto hasta darle la facultad invalorable de disfrutar, más tarde, con la buena lectura o la visión conmovedora de un gran filme.
Constantino Carvallo Rey *
MAGIA DEL ARTE
Hace muchos años, tal vez en mi época de estudiante universitario, leí un libro sobre cine que he olvidado, salvo unas líneas que he venido repitiendo a lo largo de mi vida como una lejana canción de adolescente: “Purilia es una tierra misteriosa de la que todos hablan, pero en la que muy pocos han estado”. Recurro a ese enunciado cada vez que me dispongo a hablar de cine en alguna clase, porque recuerdo vagamente que el libro hacía referencia a una novela que examinaba el mundo del cine, en Los Ángeles de los años treinta y que lo presentaba disoluto y libre de conflictos sociales, frenético y rebosante de emociones; ni más ni menos que un olimpo moderno poblado de gente poderosa o de dioses, enérgicos y hermosos.
Desde entonces había imaginado una Purilia desenfrenada como el País de los Juguetes de la novela Las aventuras de Pinocho (1883); aunque, por supuesto, con personajes adultos y amorales. En aquel capítulo XXX de la novela de Carlo Collodi, Pinocho se escapa con su amigo Lucignolo a este lugar soñado, animado por sus argumentos: “Allí no hay colegios, ni maestros, ni libros. En ese bendito país no se estudia nunca” (1987, p. 263). Un paraíso donde se juega de la mañana a la noche, luego a la cama y al día siguiente a empezar de nuevo con la diversión.
Al llegar se encuentran con una versión moderna del famoso cuadro de Pieter Bruegel el Viejo, Juegos de niños (1560): más de doscientos niños practicando un centenar de juegos diferentes. No hay adultos, solo la libertad y el movimiento imponen su dominio. Por estas sensaciones de disfrute, tanto la pintura de Bruegel ambientada en los Países Bajos como la novela de Collodi situada en el reino de Italia y la novela sarcástica de Elmer Rice, autor auténtico de El viaje a Purilia (1930) 1, pueden vincularse entre ellas —a pesar de sus diferencias— gracias al sortilegio de una emoción común. A manera de ejemplo, recordemos un pasaje del capítulo XXXI de Las aventuras de Pinocho (Collodi, 1987):
Este país no se parecía a ningún otro país del mundo. La población estaba compuesta exclusivamente por chicos. Los más viejos tenían catorce años, los más jóvenes tenían apenas ocho. En las calles había una alegría, una bulla y un vocerío como para volverse locos. Bandas de pillos por todas partes: unos jugaban a las nueces, otros al tejo, otros a la pelota, otros corrían en bici, otros en caballitos de madera; estos jugaban a la gallinita ciega, aquellos, al escondite; otros, vestidos de payasos, comían estopa encendida; unos recitaban, otros cantaban, otros daban saltos mortales […]. En resumen, un tal pandemonio, una tal endiablada algazara, que había que ponerse algodón en los oídos para no quedarse sordos. En todas las plazas se veían teatrillos de lona, atestados de chicos desde la mañana hasta la noche y en todas las paredes de las casas se leían escritas con carbón cosas tan bonitas como estas: “¡Viva los jugetes!” (en lugar de “juguetes”), “No queremos más hescuelas” (en lugar de “No queremos más escuelas”), abajo “Larín Mética” (en lugar de “la aritmética”), y otras florituras por el estilo.
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