Fermín Cebrecos - Lituma en los Andes y la ética kantiana

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Lituma en los Andes y la ética kantiana: краткое содержание, описание и аннотация

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Tan ambiciosa e incompleta –como también lo son los idearios ético-políticos de Kant, Mario Vargas Llosa y Sendero Luminoso–, esta obra apunta hacia dos objetivos: que en el Perú no se pierda débito y vinculación con una época histórica cercana; y, en segundo lugar, contribuir a la convicción de que hay que negarle a la violencia terrorista todo derecho y todo criterio de legitimación teórica.

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La primera cuestión que Kant plantea en la obra de 1781 está de lleno insertada en la razón teorética: “¿Qué puedo yo saber?” ( Was kann ich wissen ?). A dicha pregunta trata de darle respuesta, según Kant, la metafísica (equivalente, más bien, en la actualidad a lo que denominaríamos “teoría del conocimiento”, “gnoseología” o “epistemología”). Una vez que se hayan establecido los contenidos y los límites reales del saber, así como su origen y su estructura procesual, Kant plantea una segunda cuestión: “¿Qué debo yo hacer?” (“ Was soll ich tun? ”), y afirma que es cometido de la ética (o “filosofía moral”) intentar dar respuesta a lo que el ser humano debe hacer, pero teniendo en cuenta previamente lo que “puede saberse” de él. En consecuencia, la ética ha de estar precedida por una gnoseología antropológica que defina lo que el ser humano es. (No interesa, en este contexto, hacer referencia a la pregunta kantiana sobre la “esperanza” –“¿Qué me cabe esperar?”: Was darf ich hoffen ?– y a su consiguiente estudio por medio de la “religión racional”).

Resulta ilustrativo, empero, advertir que la obra kantiana aquí puesta en juego es la Fundamentación de la metafísica de las costumbres ( Grundlegung zur Metaphysik der Sitten ) (1785), título que reúne de alguna manera lo anteriormente dicho. En efecto, la “metafísica” supone, en la terminología kantiana, una teoría del conocimiento como instancia previa al estudio de las “costumbres” o “acciones humanas”, pero, al mismo tiempo, apunta también hacia una ética metafísica, esto es, alejada de lo que Kant va a considerar “impuro” en el estudio de la regulación de las costumbres, y fundamentada, más bien, en principios a priori , universales y necesarios de una razón liberada de la “subjetividad”. Por subjetividad entenderá Kant todo aquello que en los seres humanos no es racional y que, de manera sintética, podría incluirse en la res extensa cartesiana (lo corpóreo, lo material, lo físico), y también en lo que, siglos más tarde, en Meditaciones del Quijote (1914), José Ortega y Gasset denominará “circunstancias”.

La principal obra de Kant en lo tocante a la ética es la Crítica de la razón práctica (1788), pero la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (llamada también, a secas, Grundlegung ) contiene ya, si bien de manera embrionaria, muchas de sus ideas principales, por lo que puede considerarse como un muestrario anticipador de la obra de 1788. Ostenta, según se lee en el Prólogo , un “nombre difamado” y un “título atemorizador” ( FMC , pp. 92, 37; Ak IV, núm. 410, p. 391), pero fue redactada, según Kant mismo, “para el gran público”, esto es, para obtener un acceso mayoritario de lectores.

5. El significado de una “crítica de la razón práctica” en Kant

Algunas veces puede pensarse que el título de la obra más importante de Kant en lo referente al ámbito de la ética ( Crítica de la razón práctica ) representa, por así decirlo, la antítesis o reverso de la Crítica de la razón pura , la obra clave de Kant en filosofía teorética. Expresado de otro modo: habría una “crítica de la razón pura” y, paralela o complementariamente, una “crítica de la razón impura”. Nada más falso que eso.

“Crítica” es una palabra derivada del griego krinein , que significa una reflexión minuciosa y comparativa (es decir, jerarquizadora) de la tríada filosófica clásica: verdad-bondad-belleza, efectuada a través del logos ( ratio , Vernunft = razón). Légein y krinein aparecen, por consiguiente, unidos entre sí, de ahí que quepa hablar aquí de una jerarquización racional de la razón humana (entendida como sujeto y objeto de conocimiento) en su dimensión teorética y práctica.

Así, pues, ambas Críticas kantianas son “puras”, esto es, tendientes a eximirse por completo de la subjetividad y a cimentarse sobre principios extraídos de la “sola” razón (en ello consiste su “pureza de origen”). Deberían, por lo tanto, denominarse, respectivamente, “Crítica de la razón pura teorética” y “Crítica de la razón pura práctica”, dependiendo su título del diferente campo temático al que van dirigidas. Efectivamente, mientras que la primera crítica es un estudio jerarquizador y pormenorizado de la razón en el ámbito teorético o especulativo (la razón, en la filosofía teorética, se contempla a sí misma como en un espejo) ( speculum = espejo), la “Crítica de la razón pura práctica” se impone como cometido la regulación ética de las acciones humanas, manteniéndose, eso sí, en la misma “pureza” de criterios que la razón teorética, solo que ahora la reflexión va dirigida a lo que el ser humano “debe” hacer y, por ende, a encontrar principios racionales ( a priori , universales y necesarios) como “cimientos” de una ética deontológica.

En ambas Críticas se trata, por consiguiente, de una autoexploración de la razón sobre ella misma, con el fin de encontrar principios puros en los que basar, respectivamente, su posición frente a la verdad y frente a la praxis moral. Es, desde luego, la misma y única razón, aplicada, sin embargo, a ámbitos distintos. En efecto, cuando la razón tiene como objetivo final la verdad, tratará de encontrar en sí misma principios a priori que, enunciados en forma de proposiciones, sean el fundamento de todo lo que se afirme. Ahora bien, la misma razón ( die menschliche Vernunft kantiana), empleando idéntico método introspectivo, ha de encontrar en sí misma, en lo tocante a la praxis, principios a priori orientados a normar las acciones humanas. Tales principios no son ni verdaderos ni falsos y, por ello, no están enunciados en el modo indicativo de las proposiciones; son de naturaleza distinta. La razón práctica, entonces, detecta en su propio interior los principios que deben regir el comportamiento humano, y dichos principios han de formularse en el modo imperativo: “¡haz esto!; ¡no hagas esto!”. Su expresión es objeto de una “visión” intelectual ( theorein ) que puede tornarse, metafóricamente, en una “voz” interior que enuncia a priori y de manera imperativa la idea del deber ( deón ) para normar las acciones humanas. Que a esta suerte de vigía racional que, desde lo alto y profundo de la conciencia moral, discrimina el valor moral de los actos e incrimina, en no pocos casos, al agente de ser sujeto de culpa, se le preste en la práctica la atención debida es un problema que diferenciará lo que es de lo que debería ser . No hay en la ética un problema mayor que este.

Módulo 2. Características fundamentales de la “razón ilustrada”

La Ilustración fue un movimiento cultural –y, como tal, abarcador también de la filosofía–, que, desarrollado principalmente en el siglo XVIII, pretendió dirigir las actividades humanas (literarias, artísticas, éticas, religiosas, políticas y educativas) de los países en los que se hizo presente (Inglaterra, Francia y Alemania), aunque sin renunciar nunca a irradiar su influencia en todo el mundo. Aspiraba, por consiguiente, a “ilustrar” (es decir, “esclarecer”, “iluminar”) por medio de la razón la totalidad de las ideas y quehaceres humanos. También la filosofía, desde sus inicios, tuvo como una de sus misiones fundamentales la de clarificar racionalmente los problemas cosmológico-antropológicos, aspecto que heredó, desde perspectivas diversas, la educación. Sin embargo, la Ilustración moderna, pese a que no puede ser sintetizada en un concepto unitario (Sloterdijk, 1983, p. 160), poseyó contenidos y alcances peculiares que es pertinente subrayar aquí.

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