1 ...8 9 10 12 13 14 ...27 Esta “praxis” se presenta globalmente aquí como una serie de transformaciones llevadas a cabo entre términos tomados dos a dos. Lo visible, obtenido al final del recorrido, se funda pues en las correlaciones analógicas, en inversiones en un espejo, al igual que ocurría en Heródoto, en esto es de tipo retórico; la deixis alrededor de la cual se organiza, es una deixis simulada, obtenida por reembrague, y ésta es la razón por la que Freud, y muchos otros después, comparará el trabajo del sueño con la escritura metafórica o metonímica. La elucidación analítica, partiendo del supuesto de que uno o varios hechos concretos y observables han existido realmente (régimen de la evidencia), pero que son ahora inaccesibles en la mente del sujeto, en cuyo interior las creencias no están bajo el control de lo visible, consiste también en restablecer lo visible, en producir, gracias a un conjunto de operaciones que desembocan en tropos, una “representación sensorial”.
Nos queda sólo evocar rápidamente el proceso por el que el discurso analítico realiza el recorrido en sentido contrario, para encontrar el contenido latente bajo el contenido manifiesto: lo que equivale, partiendo de un régimen que se presenta globalmente como fiduciario (puesto que lo “visible” en cuestión no es ni inteligible ni creíble, y es precisamente por esto, según explica Freud, por lo que favorece el sueño), a encontrar un régimen de evidencia más profundo.
Freud afirma que lo que manifiesta esta evidencia profunda del sueño es el deseo:
Pero el sueño nos da algo más que este modo optativo; nos muestra el deseo realizado, nos ofrece esta realización bajo una forma real y actual, valiéndose para presentárnosla, la mayoría de las veces, de situaciones, de imágenes sensoriales, casi siempre visuales 32.
Las operaciones que ponen de relieve el régimen de la evidencia dentro del régimen de la confianza conducen aquí, como habíamos supuesto a propósito de Job, a la reconstitución del interés y del deseo, bajo la sumisión a los dictados de la evidencia sensible: Satanás está en su lugar.
LA SINTAXIS DE LAS CORRELACIONES ENTRE EL VER Y EL CREER
Llegados a este punto del análisis, se dibuja una sintaxis de las relaciones entre el ver y el creer, que justifica el advenimiento de la figura retórica. La primera fase es la del régimen de la evidencia, en el que el ver y el creer están en relación convergente (conversa), en el que la imagen reprimida del padre se ve, según Freud, casi como la del diablo, en el que los hechos históricos, según Heródoto, serían directamente accesibles, en “autopsia”. Es, en resumen, el orden del cosmos , el orden de las cosas que son accesibles a los testigos humanos que están sumergidos en ellas y que forman, por tanto, parte de ellas; si una semiosis se desarrolla, no podrá ser más que referencial y deíctica. Su figura característica sería, desde el punto de vista de la argumentación jurídica, el “delito flagrante”.
La segunda fase es la del régimen de la confianza, que resulta de la inversión de la correlación de la fase anterior: el ver y el creer están en relación divergente (inversa), la imagen reprimida del padre es una hipótesis que no puede ser comprobada considerando las manifestaciones visibles observadas, es más, según Heródoto, el testimonio ocular, en la práctica y en último caso, pierde todo crédito. Esta vez, el régimen dominante recurre a una estratificación de enunciaciones, de discursos de peso que reivindican la verdad, de testimonios o comentarios verbales que nos enseñan, sobre todo, a no fiarnos de lo visible. Estamos entonces en el orden del logos , en el que se desarrolla una semiosis del desembrague. Su figura característica, de nuevo desde el punto de vista de la argumentación jurídica, sería el “juramento”.
La tercera fase es la de la simulación de la restauración del régimen de la evidencia: restauración, puesto que se basa en una correlación convergente (conversa) entre el ver y el creer; simulación, puesto que tiene lugar dentro del propio discurso, de sus figuras, y en el contexto de un régimen fiduciario de base. La analogía y la inversión en el espejo en Heródoto, la elucidación de lo escondido en Freud, representan, tanto la una como la otra, esta fase del advenimiento de la retórica, en el sentido de que ahora es el poder pragmático del discurso el que, dentro de un régimen fiduciario, debe contribuir a la simulación de los efectos de evidencia recurriendo, entre otras cosas, a las figuras de la analogía. Hemos llegado al orden del ethos , cuyos fundamentos serán una semiosis del simulacro, del embrague, y todas las operaciones de la praxis enunciativa. La figura característica, desde el punto de vista de la argumentación jurídica, será el tropo.
Así pues, se trata de una secuencia que guarda el recuerdo de las fases atravesadas y en la que el status de lo visible varía (lo visible no puede tener en la tercera fase el mismo status que en la primera): en este sentido, la figura-tropo es un poco la nostalgia del paraíso de las evidencias perdidas, al igual que el dios Lucifer, siendo al mismo tiempo ángel de la luz, pudo convertirse en Satanás.
El esquema que sigue sintetiza estas consideraciones:
Una rápida mirada hacia atrás puede aclarar la “visión” final de Job: no tiene nada que ver con una “evidencia” en el sentido en que acabamos de definirla. Job se vio confrontado en un principio a la necesidad de creer sin ver: una vez separado de sus objetos de valor visibles, testigos de la benevolencia de Dios para con él, se ve obligado a abandonar el régimen de la evidencia y a adoptar el régimen de la confianza. Se produce entonces un “apilamiento” enunciativo de razonamientos y de vanas búsquedas discursivas, fase durante la cual Dios sólo existe para él por “oír hablar”. El “ver” final (“te han visto mis ojos”), tendrá por tanto el status de figura retórica; se trata de una hipotiposis ligada directamente al carácter hiper-figurativo, hiper-metafórico, en una palabra hiper-retórico, del discurso a través del cual Dios se presenta y reprende a Job.
Esta secuencia:
Evidencia → confianza → restauración de la evidencia
no es la única posible; podemos considerar también:
Confianza → evidencia → restauración de la confianza.
Es precisamente en este segundo caso cuando, dentro del régimen de la evidencia, en el que uno no cree más que en lo que ve y en lo que se vuelve visible, nuevamente se introduce el régimen fiduciario bajo la forma de la “eficacia pragmática” del discurso.
En resumen, cuando dos secuencias concurrentes se enlazan, encontramos toda una dimensión de la historia, de las ideas lingüísticas y de las filosofías del lenguaje:
• El lenguaje es, sin lugar a dudas, la referencia de las cosas vistas, pero puede también actuar y transformar de forma visible nuestras relaciones con los demás: es la conversión “pragmática”; el paso de una teoría de la referencia a una teoría de la “eficiencia”.
• La eficacia del discurso depende, sin lugar a dudas, de la confianza que acordamos al que lo pronuncia, pero puede también mostrar y simular nuestra aprehensión sensible del mundo natural: es la conversión retórica, el paso de una teoría de la intersubjetividad a una teoría de la simulación semiótica y pasional.
ROBERTO FLORES
Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, México.
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