Lizardo Seiner Lizárraga - Historia de los sismos en el Perú
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Sorprende el hecho de que ninguna obra relativa al santo haga referencia al sismo de 1606 en Saña. Incluso, existe una relación escrita por el escribano de la ciudad, dando cuenta del fallecimiento de Toribio, publicada entre los documentos incluidos en la más completa biografía dedicada al segundo arzobispo de Lima. 20Una encomiástica biografía, escrita por aquellos años, también refería los últimos días del santo sin aludir a sismo alguno. 21En consecuencia, la posible ocurrencia de un sismo ocurrido en Saña el 23 de marzo de 1606 solo está referida únicamente en una obra, la que sirvió de base para que Polo la incluyera en su catálogo.
1.7 Perspectivas regionales
Uno de los aspectos más debatidos entre los sismólogos peruanos es el relacionado con la ocurrencia de sismos en el pasado, en zonas de alta actividad sísmica contemporánea, y para los cuales no se cuenta con ninguna referencia. De igual modo, la identificación de zonas para las que desconocíamos los efectos de terremotos se ha agregado en la presente investigación. En ambos casos, una de las vías para aproximarnos a dicha falencia es el estudio de las manifestaciones arquitectónicas locales.
Un primer caso lo ofrece la ciudad de Moquegua. Sabemos que el sismo ocurrido el 27 de noviembre de 1630 —originalmente registrado por Polo para Lima y que Silgado refiere también para el mismo lugar—, igualmente fue sentido en Moquegua. A fines del siglo XVI, el primer teniente de corregidor de esta ciudad, Pedro León de Guevara y Sisa, erigió la primera capilla del pueblo, colocándola bajo la advocación de san Pedro, pero el templo se arruinó con el terremoto de 1604. La nueva edificación se colocó bajo la advocación de santa Catalina, patrona tutelar del pueblo, pero al cabo de unos años, en 1630, un sismo también la echó por tierra. Nuevamente erigida, otra vez fue tumbada por el fuerte sismo de 1655. Así, en un lapso de apenas medio siglo, una iglesia fue destruida tres veces sucesivas. Y aun cuando en Moquegua ya se habían desechado los métodos tradicionales de construcción basados en el uso del adobe —vinculados a los primeros tiempos de la ciudad— y ya se venían utilizando piedra y cal de las cercanías, los sismos trajeron abajo tanto esfuerzo material (Kuon, 1981: 191).
En la sierra norte, Cajamarca es un lugar con escasísima información sísmica. Sobre el área afectada por el terremoto de Trujillo, de 1619, Polo anota que se extendió “hasta Piura y Saña, alcanzando a propagarse más de 300 leguas de N. a S. y más de 60 de E. a O.” (Polo, 1898: 326). Si descartamos que la de Polo es una arbitraria atribución, no imaginamos otra forma de realizar dicho cálculo sino ubicando en el mapa los pueblos que refirieron haber sentido el sismo. Lamentablemente, subsiste un vacío de información porque Polo no indicó los nombres de los pueblos afectados; la única excepción es su mención del cercano valle de Chicama, en el que se destruyó el convento de la orden dominica. Si hacemos una sencilla conversión, estaríamos estableciendo un área que se prolongaba 1.500 km de norte a sur, y 300 de oeste a este. Por ello, la información obtenida para Cajamarca es valiosa, pues va develando el área específica de acción del sismo. Una de las imágenes religiosas más importantes de la ciudad es la de Nuestra Señora del Rosario, cuya devoción se inicia, justamente, a raíz del sismo sentido en la ciudad en 1619 (Montesinos, [1642], 1906: II, lib. II, 214).
En la sierra central, Huancavelica presenta un caso similar. La construcción de su catedral se remonta a 1572, a la fundación misma de la ciudad, aunque el edificio actual data de 1697; no sabemos el proceso de reconstrucción que este tuvo. En cuanto a las iglesias de órdenes religiosas, solo se observan las de los dominicos y franciscanos, ya que las de agustinos y jesuitas se destruyeron en fecha no precisada. La dominica se remonta a 1662 y la franciscana a la segunda mitad del XVIII, aunque es de suponer que existieron otras anteriores. De las llamadas iglesias menores, solo la de San Cristóbal corresponde al XVIII, mientras que sobre la de la Ascensión no se menciona datación alguna; las otras, más antiguas —siguiendo un orden cronológico—, son las de Santa Ana —considerada la primera de la ciudad—, Santa Bárbara —en las afueras— y San Juan de Dios, de la que se sabe que fue anterior a 1752. 22Las alusiones a destrucción en fechas tan cercanas a aquellas para las que conocemos ocurrencia sísmica, nos abren interesantes perspectivas de hallazgo documental.
1.8 Felices hallazgos: nuevos sismos conocidos
Uno de los objetivos centrales de la investigación fue incorporar referencias que documentaran nuevos sismos. El resultado ha sido alentador, pues a las dos nuevas referencias disponibles para el siglo XVI, se suman diecisiete para el XVII. En relación con Trujillo, las fuentes eclesiásticas mencionan dos sismos ocurridos los días 20 y 29 de febrero de 1635 en dicha ciudad. Las actas del Cabildo Eclesiástico de Trujillo informan sobre el movimiento sentido en la ciudad a las 10 y media de la noche del 20 de febrero de 1635 (Monografía de la Diócesis de Trujillo, 1931, II: 57). Otro sismo ocurrió a los pocos días, el 29 del mismo mes (ibíd., III: 159). Lo valioso de esta información radica en no haber sido mencionada ni en los catálogos históricos conocidos (Polo y Silgado) ni en los sísmicos (Ocola, Huaco).
Aunque la obra dedicada a Trujillo no había sido utilizada anteriormente con los fines expuestos, otras sí eran conocidas. Para Lima, los diarios de Suardo y Mugaburu, y algunos tomos no utilizados de los libros de cabildo, arrojaron nuevas referencias para el siglo XVII.
1.9 Precisiones cronológicas
Los catálogos sísmicos no siempre aportan las precisiones cronológicas exigidas para una obra de su índole; ello se refleja en el caso del sismo de 1533. Ante la discrepancia cronológica manifiesta entre Polo y Silgado, decidimos insertar la exhaustiva reconstrucción de la marcha de los conquistadores de Cajamarca al Cusco. El veedor Miguel de Estete fue el único que compuso un relato sobre la marcha a Pachacamac, “con no muy buena pluma y en todo caso con pésima memoria” (Busto, 1967: 1). 23Esta marcha se inició el domingo 5 de enero de 1533, y al cabo de tres semanas de salir de Cajamarca completa el camino de la sierra y llega a Paramonga. Una semana demandó la ruta hacia el famoso santuario; el domingo siguiente, 2 de febrero de 1533, llega a su destino. El viernes 31 de enero se encuentra en Pasamayo; el sábado 1. ollega hasta Tambo Inga, y de ahí al santuario, al día siguiente, previa escala en el pueblo de Armatambo, donde los marchantes comen y recobran energías. La crónica de Estete no precisa fecha, pero hace alusión al hecho de que el sismo ocurrió “una noche”, a lo que agrega la circunstancia de que fue mientras descansaban “en un pueblo junto a la mar”. Por ello, nos inclinamos a pensar que ese día no podría haber sido sino el 1. ode febrero, cuando “nos tembló la tierra de un recio temblor” (ibíd.: 12). Ello se confirma cuando, en obra posterior, Del Busto precisa la fecha al indicar que, estando en el pueblo de Chancay, “a todos —por la noche— sacudió un fuerte temblor de tierra que espantó a los aborígenes” (Busto, 1978). Con ello quedaba definitivamente zanjada la discusión sobre la fecha exacta de ocurrencia del primer sismo registrado por los españoles en el Perú.
1.10 Vías abiertas
A pesar de todo lo avanzado en la identificación de sismos en los siglos XVI y XVII, quedan aún vetas por explorar: ¿Cuándo ocurrieron otros? Para Trujillo, ciudad de la que sabemos sufrió los grandes terremotos de 1619, 1725 y 1759, el testimonio del corregidor Feyjoo es revelador, ya que afirmaba que “todos los años por lo regular se experimentan unos ligeros movimientos de tierra, principalmente a principio y fines del verano pero son unos temores ocasionados del ruido sin resultas de manifiesto peligro” ([1763], 1984: cap. XI).
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