Juan José Domenchina - Artículos selectos
Здесь есть возможность читать онлайн «Juan José Domenchina - Artículos selectos» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Artículos selectos
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Artículos selectos: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Artículos selectos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
EL Sol o
La Voz.
Artículos selectos — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Artículos selectos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
«En un céntrico hotel celebrose anoche el banquete-homenaje tributado por sus amigos y admiradores al ilustre escritor, inspirado poeta y entrañable compañero nuestro D. Juan José Domenchina. El agasajo fue íntimo y, además, solemne, por la calidad y jerarquía de las personalidades que concurrieron al acto. Tomaron asiento en la presidencia del banquete en torno al festejado escritor el presidente del Consejo, D. Manuel Azaña; el ministro de Trabajo, D. Enrique Ramos; el de Agricultura, señor Ruiz Funes; el de Marina, señor Giral; el ministro de Uruguay y la poetisa Ernestina de Champourcin. Asistieron a la fiesta las señoras de Gutiérrez de Abascal, Baeza, Díez-Canedo, Castellanos, Masip, Benito, Halma Angélico y los señores “Azorín”, Gutiérrez Abascal, Ruiz Castillo, Ricardo Baeza, Tapia, Bolívar, Cándido Bolívar, Marín Alcalde, Cruz Salido, Lázaro Somoza Silva, Antonio Espina, Juan Sarabia, Santos, Vázquez †…†, García Martí, Manuel Machado, Paulino Masip, Aurelio Arteta, el doctor Marañón, Max Aub, Julio Martínez Lafuente, el doctor Hernando, Francisco Galicia, Francisco Casas, el doctor Sacristán, Ceferino Palencia y otros que sentimos no recordar. Al finalizar el banquete se leyeron las adhesiones recibidas, entre las que figuraban las de los señores Álvaro de Albornoz, Santiago Casares Quiroga, Carlos Esplá, Luis Araquistáin, Julio Romano, Sr. Fernández Clérigo, José Alsina, Francisco Madrid, José Luis Mayral, Rosa Arciniega, Ramón Gómez de la Serna, Américo Castro, el gobernador de Madrid, Sr. Carreras, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Amós Salvador e infinitas más. Ofreció el banquete el embajador de España en la República Argentina, nuestro eminente compañero Enrique Díez-Canedo. Con elocuentes y emocionadas frases expuso la importancia del acto que se celebraba, ensalzando la personalidad del agasajado, con el que le unían estrechos vínculos de amistad».
Todo ello, desde la atalaya del olvido actual en que habita Domenchina y de lo que estaba por llegar, parece efectivamente cosa de cuento. No lo es, sin embargo, y apunta en un sentido inequívoco: Domenchina tenía de su parte a un buen número de gentes instaladas en el poder y —acaso por eso mismo— en contra a no pocos miembros de su propia generación que pugnan por promocionarse. Domenchina, el putrefacto.
Entretanto, Azorín, Díez-Canedo, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, Jarnés, Rivas Cherif, Fernández Almagro, José Díaz Fernández, Ángel del Río, Ángel Lázaro, Salazar Chapela, Rodolfo Gil Benumeya, Quiroga Pla, Francisco Ayala lo han elogiado además en letra de molde; Antonio Machado le acusa cálidamente recibo de sus Poesías completas . Es la cima de su nombradía, y también de su existencia. La división entre sus partidarios y enemigos ya es explícita; ya no hay lugar a tibiezas. Pronto lo serán —ya lo son— también los bandos que van a disputarse España.
El 14 de julio de 1936 Domenchina publica su última crónica en La Voz , una reseña de El Conde-Duque de Olivares de Gregorio Marañón. La guerra lo sorprende convaleciente en el remanso isabelino de la Colonia de la Paz, en Pozuelo de Alarcón, adonde se había retirado a finales de junio: de nuevo el ácido úrico cebándose en el cuerpo nacional y en el suyo a un tiempo. A pesar de sus achaques, en cuanto puede abandona aquel entorno políticamente hostil y regresa a Madrid. Antes previene, sin éxito, a su vecino de hotelillo el anciano jurista don Felipe Clemente de Diego, amigo de siempre; en septiembre habrá de rescatarlo in extremis de la checa, «antesala de la eternidad». En el mismo mes de septiembre, dimite de su cargo en el Instituto del Libro; en noviembre, lo adscriben al Cuerpo Facultativo de Archiveros; a los pocos días contrae matrimonio con Ernestina. Los casa un sacerdote al que Domenchina ha dado cobijo, antiguo profesor suyo en el Colegio Clásico Español, y recién casados, se refugian por espacio de una semana con otros correligionarios, por temor a la entrada de las tropas facciosas en Madrid. De vuelta a su domicilio, choca con una «Sociedad de Porteros de Madrid», entidad antifascista de pistolón en cinto que le exige el impuesto revolucionario bajo amenaza de muerte. Los hunos y los hotros. El íntimo del presidente de la República Española teme sucumbir a «las bestialidades de un asedio sin nombre». Se inician de inmediato las gestiones para su abandono de la capital, que se alargan durante toda la segunda quincena de noviembre. El 2 de diciembre, después de veintisiete horas de ruta, Domenchina y los suyos llegan a Valencia, en la segunda expedición de intelectuales evacuados por el Quinto Regimiento. Como a otros, los acoge provisionalmente la Casa de la Cultura, hasta su mudanza a un alojamiento particular. Se le ofrecen al escritor destinos en Londres y París, que rehúsa: no quiere poner tierra por medio. Acepta por el contrario, en abril del 37, la jefatura del Servicio Español de Información, órgano de la Subsecretaría de Propaganda, y a escarnecer a quienes sí se han ido a París y a Londres se entrega desde ese momento con todas las potencias del alma. Los enemigos que todavía no se había ganado antes de julio de 1936 se los gana ahora, a fuerza de exigir responsabilidades morales a diestro y siniestro. No es la traición castrense la que a él lo subleva —esa hace tiempo que se la veía venir—, sino la trahison des clercs. Con ella no había contado. El suelo se resquebraja bajo sus plantas cuando descubre que los campeones de las letras españolas, sus mayores, no están a la altura de sus expectativas. Si eso es posible, la guerra está perdida de antemano. Se siente desvalido, desarbolado, «hombre al agua». No admite que pueda haber españoles inteligentes que hagan dejación de patriotismo en semejante trance. Tamaña sinrazón no entra en sus cánones. Y hay que ponerle coto: esgrimiendo el arma que tiene a mano, la prensa local —primero en Valencia, luego en Barcelona—, llama a capítulo, uno por uno, a los prebostes de la generación anterior, aquella a la que todo se lo debe. Domenchina, el gusano de las conciencias ajenas. El paladín de la decencia. A unos, con nombre y apellidos: Gregorio Marañón, el otrora discreto, consecuente y templado, al que defendiera en 1934 de las insidias de aquellos «jóvenes independientes », y hoy «falaz endocrinólogo —perfectamente alalo—»; Américo Castro, a quien obliga a justificarse como un colegial por estar en Buenos Aires y silencioso; Ramón Menéndez Pidal, que ha tenido la desfachatez de disertar en la suspecta Casa Italiana de Nueva York nada menos que sobre la idea imperial de Carlos V. Por medio de circunloquios vergonzantes a otros que, como su amado Azorín o el inmenso Ortega, pasean su desolada defección por los Campos Elíseos. Al pequeño filósofo se dirige en tono aflautado, de caramillo, y pose bucólica; en el caso del grande, la reprensión raya en el delirio: «Te lo diré por lo pulido, como diplomático novel: no me encocores con monsergas. ¿Pero tú crees, jesuitilla, remedadorzuelo, que nosotros, los humildes españoles exentos de tu flamante proclividad turística o ambulatoria y de tus recursos camaleónicos, padecemos la fea y estúpida costumbre de succionarnos el dedo…?». De nada se habrá arrepentido Domenchina tanto en su vida como de haber escrito algo así. ¿Y qué decir de Ramón Pérez de Ayala, prologuista de su primer libro, su «maestro» y «arquetipo del hombre cabal» en la dedicatoria impresa del segundo? Apenas una mención trillada; acaso alguna alusión encubierta: con él la piedad no lo deja ensañarse. Donde no cabe imputar indiferencia, más vale el mutismo. Los silencios de Domenchina son, sin lugar a dudas, lo mejor de aquellos locuaces dos años y medio. Calla el poeta —para su bien—, mientras el hombre ajusta cuentas con sus orígenes. No hay subterfugio que valga. Por la vía de la decepción, pierde la brújula que para él fueron las figuras del 98 y del 14. Ese fue, en definitiva, el combate que Juan José Domenchina libró en soledad entre 1936 y 1939; esa, y no otra, fue su guerra, y su auténtica derrota. Después de eso, su mundo —el de la fotografía del banquete-homenaje de La Voz —, definitivamente, se ha desmoronado. De los escombros sale un hombre sin lastre, pronto aventado, a su pesar, a otro extraño.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Artículos selectos»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Artículos selectos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Artículos selectos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.