—Álvaro, tenemos que irnos. Víctor Noguera nos espera para la reunión. Su secretaria ha llamado varias veces. La ha adelantado una hora.
—Dile que no puedo y cámbiala para la semana que viene —le contesta a ella, pero no aparta su mirada de la mía.
—Sabes que es imposible, esta tarde se va del país y tú tampoco estarás —Álvaro suspira cansado, pero no pierde su firmeza.
—Está bien —la mira ahora a ella—. Estaré allí en quince minutos.
Isabelle se gira y sale a la calle dejándonos solos de nuevo. Álvaro vuelve a concentrarse en mí y tiemblo de miedo.
—El lunes por la mañana salimos a primera hora hacia París. Estaremos allí unos días —¿qué?
—No puedo, es imposible —intento parecer segura.
—No digas tonterías. Tenemos que reunirnos con el director de la galería, hacer entrevistas y prepararlo todo para el traslado.
—Puede hacerlo Isabelle. Estará encantada de ayudarte.
—Ese no es su trabajo —está enfadado—. Te necesito a ti —dice rotundo y mi cuerpo lo interpreta alterándose—. Escucha, mi promesa sigue en pie, será un viaje de negocios. Te recogeré a las diez —no admite discusión alguna.
—Está bien —me considero una profesional y voy a hacer bien mi trabajo. Cuando el traslado de la exposición finalice, lo dejaré.
—¿Hablas en serio? —pregunta confuso. Lo miro arqueando la ceja, no lo entiendo—. Creí que me costaría más convencerte. Realmente, has cambiado mucho.
—Soy una profesional, no te voy a dejar tirado en medio de un proyecto de estas características —comienzo a caminar hacia la puerta. Me coge de la mano y tira de mí.
—Gracias.
—No lo hago por ti sino por mi trabajo —me suelto y salgo a la calle. Entro en el coche y a continuación lo hace él por el otro lado. Se sienta lo más alejado que puede de mí y respira profundamente, como si se quitase un gran peso de encima.
Cruzo la puerta de la oficina a la una de la tarde. No entiendo la razón por la que Álvaro me ha obligado a acompañarlo a la reunión de esta mañana. No me he enterado de nada. Los números y los gráficos no son lo mío, nunca me han gustado ni se me han dado bien. Para coger notas y adorarle ya estaba allí Isabelle. Estoy segura de que tienen o han tenido algo. Ella está completamente enamorada de él. Lo sé porque yo antes también lo miraba así.
«¿Antes?». Pongo los ojos en blanco.
Saludo a Berta y quedo con ella para comer dentro de media hora. Cierro la puerta de mi despacho, me quito el abrigo y lo cuelgo en el perchero que tengo detrás de la mesa. Aún no me he sentado frente al ordenador cuando Berta llama al teléfono del despacho.
—Dani, tengo a Alejandro Fernández muy enfadado esperando tras la línea. Me he imaginado que a lo mejor no querías hablar con él. Casi me deja sorda.
Me tenso al instante. Qué habrá pasado. ¿Se habrá enterado ya de la relación que me une a su hermano? ¿Sabrá que la semana que viene viajo a París? ¿Las dos cosas?
—Está bien, gracias. Pásamelo —digo resignada. Lo que tenga que suceder, sucederá. Suspiro.
—Dani —su voz no refleja el enfado que esperaba, parece como si le tranquilizara escucharme—. Estoy harto de llamarte al móvil, no contestabas —no me riñe, sólo está nervioso.
—He estado reunida. Lo puse en silencio y se me ha olvidado subirle el volumen después, ¿te ocurre algo? —lo escucho reclinarse en su sillón.
—Sólo quería escuchar tu voz —está desesperado, no entiendo por qué.
—¿Han ido bien las negociaciones de esta mañana? —nunca me cuenta nada de sus negocios, ni me interesa mucho, creo que no me enteraría de nada, sin embargo sé que algo le preocupa y quiero saber por qué. Suspira y puedo imaginármelo enredándose el pelo compulsivamente.
—Todo está bien…, ahora que hablo contigo —la profundidad en su voz me abruma—. Prométeme que me escucharás. No estoy dispuesto a perderte. No lo soportaría.
—Me estás asustando —me tiembla la voz.
—Esta noche… —se escucha una voz femenina de fondo—. Tengo que dejarte. Por favor, confía en mí. Te amo —y cuelga.
Anoto en la lista "confesar a Alejandro y procurar que no le dé un infarto" la noticia de que me marcho a París dentro de tres días con Álvaro. Muy complicado compaginar todo para que lo nuestro salga bien. No le gustará la idea y mucho menos cuando sepa que estuve muy enamorada de su hermano.
A las cinco salgo de la galería y voy a casa de Alejandro a ducharme y prepararme para salir con Sara. He hablado con ella varias veces a lo largo de la tarde para intentar persuadirla y convencerla de la equivocación de salir cuando está a punto de pillar la gripe, pero he cesado en mis inútiles intentos. "Daniel Sánchez, me prometiste una noche de juerga y desenfreno", me ha dicho después de insultarme y justo antes de colgarme. Le he mandado un mensaje diciéndole que la recogeré a las nueve. De paso le he pedido perdón porque me haya preocupado por su salud. Espero que pille la ironía.
Entro en casa de Alejandro. Claudia trajina con la cena y prepara la mesa para dos. Aún es pronto, pero lo deja todo listo cada día antes de irse a las ocho.
—Buenas tardes, Claudia —entro en la cocina y dejo el bolso sobre la encimera.
—Buenas tardes, señora —me sonríe alegre.
—Por favor, llámame Dani —abro el frigorífico y saco una botella de agua—. No es necesario que haga tanta comida. Hoy no ceno en casa. Debí decírtelo antes.
—Lo sé, el señor me ha avisado. Estoy preparando la cena para él y para el señor Álvaro —dejo de beber al instante. «Dani, no es tan raro. Son hermanos». Pero algo no me cuadra.
—¿Te ha dicho algo más? —intento obtener información aunque ni siquiera sé qué estoy buscando, a lo mejor la suerte me sonríe y de casualidad encuentro algo.
—No, no ha estado muy hablador. No es muy comunicativo, pero me ha parecido preocupado. Desde luego estaba muy tenso.
—Gracias —me vuelvo y salgo de la cocina. Definitivamente el día no le ha ido bien. Trato de convencerme camino de la ducha de que tal vez no tenga que ver conmigo ni con nosotros, pero no logro olvidarme de nuestras últimas conversaciones. Algo le atormenta y quiere compartirlo conmigo. Me sobrecoge qué pueda ser, algo importante sin duda cuando tiene tanto miedo a que eso pueda acabar con nuestra relación. Conoce con exactitud la profundidad de mis sentimientos hacia él.
La cena con Álvaro no me alarma. Son hermanos. Tendrán mil cosas de las que hablar. No me creo el centro del universo. Y Álvaro jamás le contaría nada en la certeza de que eso sólo logrará alejarnos más. Entonces, ¿por qué está desazón en mi estómago?
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