Víctor Delgadillo - Patrimonio urbano de la Ciudad de México - la herencia disputada
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Patrimonio urbano de la Ciudad de México: la herencia disputada: краткое содержание, описание и аннотация
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• En 1976, en el marco de la Cumbre de la ONU sobre los Asentamientos Humanos, Hábitat I, el gobierno federal decretó en escala nacional la Ley General de Asentamientos Humanos (primera en el ámbito nacional en México), y en escala internacional se creó la Coalición Internacional para el Hábitat, integrada por ONG y organizaciones y movimientos sociales defensores de los derechos a la vivienda y a la ciudad, de muchos países, que en un trabajo articulado han podido evitar varios desalojos forzosos en algunas ciudades y fortalecer su lucha en escala local mediante campañas políticas y múltiples intercambios.
El Centro Hábitat de la ONU, entidad responsable de la realización de Hábitat III, promueve una agenda urbana internacional en apariencia despolitizada y neutra que es legitimada por su carácter internacional. Esta institución promueve un desarrollo urbano «sustentable», que aminore la pobreza, los problemas urbanos y el cambio climático, pero también un desarrollo urbano «competitivo» capaz de retener o de atraer inversiones privadas que generen riqueza económica y empleos. En este discurso, al parecer neutro, la ONU premia las «mejores prácticas» para demostrar que, en el mundo hegemónicamente neoliberal, los pobres —con ayuda de ONG, organizaciones filantrópicas y curas comprometidos— cuentan con las suficientes capacidades para mejorar su entorno construido (vivienda y barrio) así como la calidad de su vida, incluso en condiciones adversas.
Las críticas a las cumbres de la ONU son muchas, pero las oportunidades que Hábitat III abre para discutir la agenda urbana de los gobiernos y las políticas públicas de cara a los medios de comunicación y la sociedad son innegables. Por ello estas páginas pretenden sumarse a los debates en torno a las políticas urbanas que se impulsan en distintas ciudades y, en general, a la necesaria reflexión en torno al futuro urbano y las ciudades del mañana.
La urbanización de África, Asia y América Latina. ¿Un atentado para el medio ambiente mundial y la gobernabilidad local?
La urbanización de Asia, África y América Latina alarma a nuestros colegas anglosajones y europeos. Atónitos, ellos observan la emergencia de nuevas megaciudades, lo que según ellos pondrá en riesgo la «sustentabilidad» del planeta. Así, por ejemplo, Richard Rogers denuncia en Ciudades para un pequeño planeta que «las ciudades» consumen «tres cuartas partes de la energía global y generan tres cuartas partes de la contaminación total». 18Se trata de una versión naif o extremadamente sospechosa que omite cualquier referencia a, por ejemplo, cuánto consumo energético y de barriles de petróleo per cápita hay en Londres, Nueva York o Calcuta, como para poder valorar si todas «las ciudades se han convertido en parásitos dentro del paisaje, […] consumidoras incansables, contaminantes incansables», y si el crecimiento urbano mundial provocará un «crecimiento exponencial del volumen de recursos consumidos y de la contaminación». 19Este arquitecto inglés, cuyo libro en comento se ha traducido a varios idiomas, afirma que la Ciudad de México es la ciudad que ejemplifica «la doble amenaza al planeta», pues nuestra ciudad tiene una capa de esmog cuatro veces más espesa que la de Los Ángeles y seis veces más tóxica que los estándares de la Organización Mundial de la Salud. A este arquitecto se le olvida mencionar que la mayor contaminación del planeta proviene de Estados Unidos, Europa y Japón, y que hay otras ciudades (Los Ángeles y San Diego) que producen más contaminación per cápita y mayores gases de efecto invernadero, que reducen la capa de ozono del planeta, que la capital mexicana. Aquí, la enorme diferencia es la situación geográfica del valle de México, que impide la disolución de la contaminación, a diferencia de ciudades planas como Los Ángeles, la cual permite que la enorme polución se disperse en un área geográfica muy extensa. No queremos eludir aquí la responsabilidad en cuanto a los problemas medioambientales que los ciudadanos tenemos en la Ciudad de México, pero tampoco queremos dejar pasar este tipo de análisis «científicos» de nuestros colegas anglo o eurocentristas, que fácil, sospechosa o hábilmente descargan su (ir)responsabilidad en la urbanización del tercer mundo o del ahora llamado sur global.
Mike Davis, un colega de Los Ángeles que cuenta con una amplia difusión en diversas lenguas, ve a las ciudades latinoamericanas y al incremento de la población urbana en las ciudades africanas y asiáticas como una amenaza para el orden mundial. Para este autor, tal vez por residir en Los Ángeles (una «anticiudad» para varios académicos que entendemos la ciudad en vectores y atributos que no se reducen a la acumulación de construcciones individuales), las formas urbanas de América Latina, de Asia y de África constituyen un planeta de «ciudades miseria». 20Este autor habla con cierto desprecio de ciudades híperdegradadas, de un «nuevo monstruo» urbano (la Región Metropolitana Río de Janeiro-São Paulo) y de una «ameba gigante», la Ciudad de México, que en esta visión catastrófica se ha «tragado» a Toluca (sic). 21La imagen de la capital mexicana como protozoario gigante que come ciudades ya es un exceso, pero lo es más la visión fantasiosa de que otra ciudad, Toluca, situada a más de 65 kilómetros de distancia, dividida por enormes áreas de bosques, ya es parte de un enorme continuo urbano. ¿Sabrá este «científico» angelino que en el año 2000 su urbe, Los Ángeles, era 3.77 veces más grande en términos de superficie, y que consume más energía productora de dióxido de carbono que la Ciudad de México?
Jenks y Burguess se preocupan también por el crecimiento de la población en una «escala inimaginable» en las ciudades de los países en desarrollo, que hará consumir suelo, agua, energía y medio ambiente. 22Por curioso que parezca, estos autores europeos tampoco parecen diferenciar entre las sociedades de bajos ingresos y las sociedades consumistas del primer mundo, que, con un alto poder adquisitivo, consumen con voracidad suelo y energía no renovable, y son los responsables directos y mayoritarios del calentamiento del planeta. Así, por ejemplo:
• Reconocen que 16.7% de la población mundial (Japón, Australia, Estados Unidos y la Unión Europea) producen 53.6% de las emisiones de dióxido de carbono en escala mundial. 23
• Van Susteren hace en su Atlas metropolitano mundial una clara diferenciación entre las megaurbanizaciones (muy extensas urbes que consumen suelo, infraestructura y energéticos) y las megaciudades, definidas de esta manera en función de la cantidad de habitantes. 24En esta investigación, por ejemplo, Los Ángeles y Nueva York, con 9.3 y 20.2 millones de habitantes, respectivamente, consumen casi dos y ocho veces más territorio que la Ciudad de México, que en 2000 tenía 17.2 millones de residentes y consumía 1 476 km 2de suelo (véase cuadro 1). Se hacía evidente aquí que la Ciudad de México (antes de la urbanización salvaje realizada desde 2000 con la política viviendista federal, que extendió de manera brutal las periferias urbanas) era una ciudad que ahorraba suelo consumiendo una extensión física apenas mayor que Berlín, pero con 4.5 veces más población que la capital alemana. Que la Ciudad de México era una urbe ahorradora de suelo e infraestructura era ya algo plenamente reconocido por autores como Eckhart Ribbeck. 25
CUADRO 1. DIMENSIÓN DEMOGRÁFICA Y FÍSICA DE ALGUNAS METRÓPOLIS EN 2000

Fuente: Elaboración propia con base en datos de Van Susteren, op. cit .
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