Víctor Delgadillo - Patrimonio urbano de la Ciudad de México - la herencia disputada
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Patrimonio urbano de la Ciudad de México: la herencia disputada: краткое содержание, описание и аннотация
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Sin embargo, estas cualidades de la ciudad no sólo han sido siempre más ideales que reales, sino que se han ido perdiendo en el transcurso de los últimos tiempos, en especial desde el tránsito del capitalismo keynesiano o del «Estado intervencionista» al capitalismo neoliberal, en el que, además del repliegue de lo público y de la privatización de lo común, las nuevas formas de urbanización —dispersas, difusas y distantes— han contribuido a hacer todavía más porosos los límites de la ciudad, mientras que nuevos artefactos urbanos se fragmentan y se aíslan del tejido urbano. Por ello, Françoise Choay afirma que, por paradójico que parezca, en un mundo urbanizado ha llegado la muerte de «la ciudad» (europea): ya no se construye ciudad , se construye urbanización . Para nuestra colega francesa, «la ciudad» era la unión indisoluble de un territorio delimitado y bien organizado ( urbs ), así como una comunidad de ciudadanos con deberes y derechos políticos ( civitas ); y, al mismo tiempo, la urbanidad era la relación recíproca entre un tejido urbano y una forma de convivencia. Pero dichos vínculos, al parecer inseparables, se han roto: nuevos asentamientos humanos se construyen en periferias cada vez más lejanas, los centros históricos (la antigua «ciudad») se despueblan, «turistifican» y «parquetematizan» en forma progresiva, mientras que las telecomunicaciones han transformado las relaciones que las sociedades mantenían con su espacio y su tiempo. Así, la interacción entre los individuos se ha «desterritorializado» y su pertenencia a las comunidades ya no se funda en la proximidad y en el espacio público urbano: calles, plazas, parques, etcétera. 14
En este sentido, Oliver Mongin afirma que lo que antes llamábamos «ciudad» ya no coincide con lo que ahora calificamos como urbano. La ciudad era un territorio circunscrito, finito y delimitado, que respondía a la cultura de los límites, que integraba y relacionaba a los diferentes, favorecía la mezcla social, la confluencia y el encuentro, mientras que la intrínseca conflictividad social estaba mediada por la urbanidad y la tolerancia. 15Sin embargo, desde hace décadas, esa ciudad, símbolo de la emancipación y de la integración social, se confronta ahora con una dinámica metropolitana y una globalización que dividen, dispersan, fragmentan, privatizan, descentralizan, separan, y crean nuevas y diversas jerarquías urbanas y territoriales que se sobreponen a la ciudad. Esto ya lo había advertido Bookchin, para quien los procesos de expansión metropolitana (la «metropolización») ya cuestionaban los límites de la ciudad y, con ello, la capacidad de la ciudad para integrar a los diversos. 16Así, irónicamente, en el siglo XXI, cuando la mayor parte de la humanidad habita en «ciudades», la realidad urbana está constituida por una ilimitada e indefinida expansión urbana periférica y metropolitana que se caracteriza por la segregación, la fragmentación y la emergencia de múltiples centralidades. Lo urbano ya no es un lugar que garantice la integración social y la liberación humana, que fomente la proximidad ni las relaciones y los encuentros sociales. La ciudad ya no reúne, integra ni relaciona. De ser esto así, asistimos entonces a un momento de obsolescencia del espacio público urbano: la plaza y la calle. Algunos colegas añadirán que, en efecto, esto es así y que, como complemento de la agorafobia y del miedo frente a la inseguridad, el nuevo espacio social (que no público) son los centros comerciales.
Conviene añadir que, para Mongin y Choay, la muerte de la ciudad no equivale a catástrofes que impliquen su desaparición física, sino al despojo de sus atributos urbanos, que tienden a liquidar la riqueza y la complejidad de la vida urbana. Para ellos, la ciudad clásica, limitada a los centros y a algunos barrios históricos (el llamado «patrimonio urbano»), se ha reducido a excepciones: pequeños territorios que cada vez más se constituyen en «un lujo», cuyo placer urbano disfruta sólo una minoría, que, por otro lado, se pretende museificarlos ( momificarlos ) y turistificarlos para así, supuesta y paradójicamente, «salvarlos» o «rescatarlos».
Ciudad y metrópolis, local y global
Las ciudades no son islas ni realidades sociales endógenas. Las ciudades siempre han estado en estrecha relación con su hinterland y con el mundo mediante diversas relaciones multidimensionales, que cada vez con mayor intensidad son facilitadas por las tecnologías de los transportes y las comunicaciones. Sin embargo, en las tres últimas décadas el desmantelamiento de las barreras nacionales a los flujos de capitales internacionales ha colocado y expuesto a las ciudades a relaciones más intensas en el ámbito económico, social, cultural, etcétera. Así, grandes flujos de capital financiero trasnacional se invierten en mercados inmobiliarios de distintas ciudades con la lógica de incrementar la acumulación de capitales, sin importar los efectos locales que éstos tienen. Asimismo, los flujos de inmigrantes establecen múltiples relaciones entre periferias urbanas de las ciudades del norte y del sur, y tejen múltiples conexiones trasnacionales en las ciudades del mundo mediante flujos económicos, comunicaciones, reproducción de prácticas culturales y procesos de hibridación cultural. 17En efecto, una ciudad nunca ha sido una unidad social endógena. Además, en el siglo XXI los procesos sociales que ocurren en las ciudades y las urbanizaciones están cada vez más interconectados con procesos multidimensionales en escala inter y trasnacional.
Reivindicar la ciudad
Pese a reconocer que en los tiempos actuales ya no se construye «ciudad», varios académicos, organizaciones civiles y sociales de distintos lugares del planeta continúan hablando y reivindicando «la ciudad» en el siglo XXI por dos razones: 1 ) porque hay aún partes de nuestras ciudades (por lo general, los centros y los barrios históricos) que, al igual que la «ciudad clásica», poseen todavía un conjunto de atributos colectivos, públicos y sociales que es preciso defender y difundir en el resto de las urbes y 2 ) porque bajo el eslogan de «El derecho a la ciudad» reivindicamos los atributos y los valores de «la ciudad para todos»: residentes y usuarios. Es decir, una ciudad que integre y acoja a los diversos, a los diferentes, que garantice la cohesión y la coexistencia colectiva ante los conflictos cotidianos derivados de los intereses particulares de los actores sociales, económicos y políticos. Una ciudad, en fin, que permita la mezcla y el encuentro social, donde el suelo tenga una función social y los servicios urbanos sean para todos y todas.
Somos conscientes de que muchos de estos atributos asignados a «la ciudad» tal vez nunca hayan estado presentes en la Ciudad de México ni en otras ciudades latinoamericanas. En este sentido, junto con Mauricio Merino, 18reivindicamos un espacio público (la ciudad) que ha sido secuestrado por intereses mercantilistas y monopolios, y defendemos la construcción de un espacio público y de una(s) ciudad(es) que nunca hemos tenido. Aquí coincidimos también con autores que han guiado parte de nuestra formación académica, como Lefebvre, Harvey, Ortiz 19y otros autores, 20para quienes el derecho a la ciudad no consiste sólo en la conquista de una ley, sino en una utopía a construir y en un eslogan de batalla para la construcción de otras ciudades y sociedades, bien diferentes a las que tenemos ahora.
Un mundo irremediablemente urbano
En 2015 la mayor parte de la población en el mundo vive en «ciudades» (54%) y se espera que esta cifra se incremente en 2050 a 66%. 1La urbanización del mundo parece un hecho irreversible: no sólo no hay utopías que promuevan el retorno al campo o la creación de comunidades rurales autosustentables 2en un momento en que las tecnologías del transporte y las comunicaciones permitirían facilitarlo, sino que la población del campo se sigue trasladando a las ciudades en las regiones menos urbanizadas (Asia y África). Así, la población urbana se incrementó de 2 300 millones de habitantes en 1990 a 3 900 millones en 2014, y se prevé que se incrementará hasta 6 300 millones en 2050. 3En este contexto, el número de megaciudades de más de 10 millones de habitantes en el mundo se ha incrementado de 10, en 1990, a 28 en 2014. Estas megaciudades alojan en conjunto a 453 millones de habitantes o 12% de la población urbana mundial: 16 megaciudades se encuentran en Asia, cuatro en América Latina (una de ellas es la Ciudad de México), tres en África, tres en Europa y dos en América del norte. Para 2030 el Programa Hábitat de la ONU prevé que habrá 41 ciudades con más de 10 millones de habitantes, todas ellas emergerán en el sur global, antes llamado tercer mundo. 4
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