— Las presiones académicas. Si bien el sentido de una institución educativa es justamente la formación, en muchas instituciones lo académico tiende a convertirse en un fin en sí mismo, especialmente cuando se apuesta por ocupar los primeros lugares en los rankings de colegios. Tal propósito genera presiones muy fuertes para que los estudiantes obtengan buenos resultados, además de que en muchas ocasiones se los somete a entrenamientos en pruebas objetivas y simulacros, llegando a descalificar, hacer sentir mal y hasta excluir de la institución a quienes obtienen los resultados más bajos.
Este es un tipo de violencia porque, con un fin altruista como lo es la obtención de buenos resultados, se atropella a los estudiantes, se los somete a extenuantes jornadas de entrenamiento, se les aumenta la presión y se genera un clima de zozobra y de incertidumbre que se revierte en estrés y fobia escolar.
— Las actitudes psicológicas. En ocasiones los profesores o directivos de las instituciones educativas asumen posiciones de orden psicológico que se traducen en discriminación hacia los estudiantes, ya sea porque estos poseen habilidades especiales, porque tienen comportamientos distintos a los normales de los estudiantes de su edad, o porque carecen de las habilidades que el promedio de los estudiantes despliegan.
Este tipo de actitudes se constituyen en violencia institucionalizada en tanto son detentadas por los profesores o los directivos pero de todas maneras se dirigen en contra de los alumnos, quienes generalmente se hallan en estado de indefensión frente a las autoridades escolares. Por el daño que estas actitudes causan en la autoestima de los menores, en ocasiones terminan lesionando gravemente su integridad emocional.
— La negligencia académica del profesor. Es evidente que los profesores son modelos de excelencia académica para sus estudiantes. En este sentido, cuando un docente es negligente, es decir, no se actualiza permanentemente en su campo de experticia, no prepara sus clases, no enseña con calidad, no enseña todo lo que debe enseñar, deja temas o aspectos curriculares importantes sin abordar en sus clases, realiza sesiones de clase de muy baja calidad o repetitivas, sin tener en cuenta las necesidades, expectativas y búsquedas de sus estudiantes, entre otros muchos aspectos, genera un tipo de violencia pasiva contra sus estudiantes.
Es violencia ya que engaña y lastima los procesos académicos y formativos de los estudiantes, de tal manera que no pueden desarrollar su potencial, son engañados y en últimas, desde lo institucional, desde lo estructural, se deja pasar esta situación y no se toman las medidas o las estrategias para remediarla.
Si bien, estas son algunas de las manifestaciones que adquiere la violencia institucionalizada, y no se abarca ni se explora todo lo que podría caer bajo esta categoría, de todas maneras el enunciarlas y saber que existen, pero no darles solución, se constituye en un “caldo de cultivo” para otros tipos de problemas de convivencia, tales como el bullying.
No es el propósito de este texto abordar dicha problemática en toda su complejidad, pero bien vale la pena hacer este breve enunciado que llame la atención sobre elementos y aspectos que crean condiciones y modifican la cultura institucional al punto de hacer posible, e incluso, incentivar el bullying.
2. La gestión de convivencia
La gestión de la convivencia es una de las responsabilidades del directivo en una institución educativa. Normalmente se habla de otro tipo de gestiones, tales como la directiva, la de calidad, la académica, pero no de la de convivencia. Esta gestión requiere de una disposición, unas habilidades y unas competencias especiales por parte del directivo, que en la perspectiva de lo planteado en este texto, requiere de un abordaje especial.
Definición e implicaciones de la gestión de convivencia
Uno de los principios básicos de la gestión de la convivencia es el reconocimiento del valor de las personas en la organización. De acuerdo con ello, el tema central de la gestión, según Casassus (2000), “es la comprensión e interpretación de los procesos de la acción humana en una organización”, de ahí que el esfuerzo de los directivos se oriente a la movilización de las personas hacia el logro de los objetivos misionales.
La gestión es considerada como el conjunto de servicios que prestan las personas dentro de las organizaciones, situación que lleva al reconocimiento de los sujetos y a diferenciar las actividades eminentemente humanas del resto de actividades, donde el componente humano no tiene esa connotación de importancia. Lo anterior permite inferir que el modelo de gestión retoma y resignifica el papel del sujeto en las organizaciones, proporciona una perspectiva social y cultural de la administración mediante el establecimiento de compromisos de participación del colectivo y de construcción de metas comunes, lo cual exige al directivo docente responsabilidad, compromiso y liderazgo en su acción.
La gestión de convivencia busca, fundamentalmente, disponer todos los elementos con los cuales una institución educativa cuenta para organizar y ejecutar las tareas propias que aseguren la formación de los estudiantes en el ámbito de la convivencia, incluyendo la prevención de comportamientos y conductas disruptivas, a la par que busca la ejecución de los procedimientos contenidos en el PEI y en el Manual de Convivencia para la formación ética y moral, la formación ciudadana, la convivencia pacífica, la resolución pacífica de los conflictos, la prevención de la violencia y la maduración e integración afectiva de los estudiantes, entre otros aspectos.
Entendida la gestión de convivencia de esta manera, de ella se deduce una serie de implicaciones para su comprensión que bien vale la pena explicitar.
La primera acción que ella implica es justamente disponer los elementos de una institución educativa. Esta acción supone que el directivo conoce con propiedad esos elementos, los maneja y sabe organizarlos convenientemente para que funcionen integradamente en la organización escolar. Pero además, es preciso tener en cuenta que cuando se habla de elementos se hace referencia a procedimientos, procesos, instancias, niveles de la estructura organizacional y aun los directivos que se encargan de la convivencia.
La segunda acción es organizar y ejecutar las tareas para la formación de los estudiantes, lo cual implica disponer todos los procedimientos para poder llevar a la práctica, de manera eficiente y efectiva, la formación de los estudiantes en determinados aspectos que previamente se hayan definido, ya sea en las políticas públicas o en los lineamientos y el horizonte institucional propio de cada organización escolar.
La meta fundamental de la gestión de la convivencia es la creación y ejecución de estrategias y procedimientos que hagan posible la formación de los estudiantes en la convivencia para la prevención de los comportamientos y conductas disruptivas, además del manejo adecuado de la disciplina y la aplicación de las normas y procedimientos contenidos en el Manual de Convivencia para hacer posible la vida en comunidad. En síntesis, todo lo que tiene que ver con los procesos, los procedimientos y las estrategias necesarias y pertinentes para hacer posible no solo la vida en comunidad, sino la formación ciudadana, social, ética y política de los estudiantes.
Como ya se ha afirmado, los procesos educacionales y de desarrollo cognitivo y académico ocurren convenientemente si hay un ambiente que los haga posibles. La gestión de la convivencia busca que dicho desarrollo cognitivo y académico, así como el humano, ocurran adecuadamente.
La gestión de la convivencia “echa mano” de, o trabaja con, una serie de procedimientos contenidos en el PEI y el Manual de Convivencia. En efecto, los principios y lineamientos formativos consignados en el horizonte institucional que contiene el PEI, así como los principios, procedimientos y criterios derivados de dichos lineamientos y principios, que están consignados en el Manual de Convivencia, son el referente obligado de todas las actuaciones de un gestor de convivencia, puesto que es justamente en ellos en los que apoya sus decisiones para llevarlos a la práctica, hacerlos visibles en el día a día de la institución.
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