La gestión de la convivencia solo tiene sentido en el contexto de los procesos formativos que la institución educativa busca, cuyo principal aspectos o elemento formativo pretendido es la formación ética y moral de los estudiantes, supuesto de todo el proceso de formación en la convivencia y que debe ser su intencionalidad para que todo aquello que se haga en la institución educativa bajo la perspectiva de la norma, su asunción y cumplimiento, por parte de los estudiantes, vaya más allá del mero cumplimiento por el cumplimiento, y encuentre un sustento real y efectivo en estos procesos, que buscan un adecuado desarrollo moral, así como una maduración de la conciencia moral y de la capacidad de tomar decisiones responsables y libres, racionalmente sustentadas.
La formación ciudadana tiene que ver con la construcción de la ciudadanía y la formación de los estudiantes como sujetos activos en la sociedad civil, de modo que sean partícipes de la construcción política de esta y con las competencias y habilidades sociales necesarias para la interacción y la participación en los asuntos que conciernen al bien común. Muchos de los procedimientos y las actuaciones que se hacen desde la perspectiva de la gestión de la convivencia están encaminados a lograr que los estudiantes se eduquen progresiva y paulatinamente para adquirir una adecuada formación ciudadana que les permita posteriormente ser auténticos ciudadanos, con la disposición y capacidad para la participación política, conscientes de sus derechos y deberes.
La convivencia pacífica está directamente relacionada con la capacidad que se debe formar en las personas para que convivan con otros seres humanos, en los distintos grupos que ellos conforman, de una manera en la que se acepta la diferencia, se respeta al otro y se es capaz de convivir con el otro, en un ambiente pacífico. Esta es una de las metas de la gestión de convivencia: lograr que los estudiantes convivan pacíficamente en la institución educativa, a la par que desarrollan habilidades y competencias para su posterior vivencia en la vida cotidiana, fuera de la institución y en su vida adulta y profesional.
La resolución pacífica de los conflictos tiene que ver con la capacidad que posee una persona para enfrentar, de una forma no violenta ni agresiva, los conflictos que se le presentan a diario. El conflicto es una realidad inherente a la vida de los seres humanos, que se presenta en todo momento y que hace parte de la vida en comunidad. Sin embargo, este se puede constituir rápidamente en una fuente de confrontación, que si se escala, puede afectar la convivencia del grupo humano en el cual se presenta, hasta llegar a niveles de daño, en algunos casos irreversible, para las personas. Aprender a resolver pacíficamente los conflictos es una de las metas de una adecuada gestión de la convivencia, pero no solo para solucionar los que se presentan en el día a día de la institución educativa, sino para formar a los estudiantes en las habilidades y las competencias necesarias para que en la vida futura, la profesional y la adulta, estas funcionen adecuadamente y permitan la construcción de la ciudadanía y la participación democrática y tolerante.
La prevención de la violencia escolar está directamente relacionada con la puesta en práctica de estrategias que eviten todo tipo de violencia, desde la física hasta la psicológica, en el ámbito de la convivencia escolar. Esta meta es sumamente importante, puesto que la prevención de la violencia incluye todas las estrategias que se deben realizar para erradicar el bullying o intimidación escolar, tal vez uno de las principales tipos de violencia escolar. La gestión de la convivencia implica que quienes son responsables de ella generen todo tipo de estrategias, desde las disuasivas hasta las correctivas, para prevenir y evitar la violencia escolar.
La maduración e integración afectiva de los estudiantes tienen relación con los procesos de formación en la afectividad, lo cual implica la construcción del autoconcepto, el manejo de las emociones, el desarrollo y maduración de la sexualidad, la construcción de la identidad de género, entre otros aspectos. La gestión de la convivencia implica el trabajo mancomunado con los profesionales especializados y encargados de la formación en la afectividad para el desarrollo de actividades formativas que les brinden a los estudiantes un adecuado proceso de maduración de su vida afectiva, de tal manera que se los forme en habilidades para la vida y, por supuesto, para la convivencia pacífica. Es preciso tener en cuenta que muchos de los problemas de convivencia involucran aspectos y elementos de la vida afectiva de los estudiantes.
Como se puede ver, la gestión de la convivencia tiene implicaciones importantes en los procesos formativos que una institución educativa emprende.
Pero la gestión de la convivencia no se la puede comprender sin que se aborde lo concerniente a la disciplina, dado que este es tal vez uno de los aspectos en los que se centra dicha gestión.
El planteamiento que se ha hecho en este apartado va en dirección de la comprensión que se hace desde la perspectiva del cuerpo directivo de una institución educativa y de las tareas que se pueden llevar a la práctica. Sin embargo, se deja de lado lo que concierne a la gestión de la convivencia en el aula de clase1, lo que no es menos importante que los aspectos institucionales. De todas maneras, este aspecto, la gestión de la convivencia en el aula de clase, también se debe tener en cuenta en el ámbito de una adecuada gestión de la convivencia en las instituciones educativas.
El diagnóstico del estado de la convivencia
Uno de los aspectos más importantes para mejorar la gestión de la convivencia es no dar por sentado nada o suponerlo, sino siempre recabar datos y evidencias que soporten las decisiones que se toman y disponer de información pertinente para poder encauzar las decisiones atinentes a la convivencia escolar.
La mejor estrategia para una adecuada gestión de la convivencia escolar es realizar un diagnóstico inicial del estado de la convivencia en la institución educativa, de tal manera que este se constituya en el punto de partida desde el cual se organice el trabajo de gestión, pero sobre todo, que permita identificar cuáles son los problemas más graves de convivencia y cómo los estudiantes los perciben.
Generalmente esto no se suele hacer, sino que se supone cuál debe ser el punto de partida y desde la visión de los directivos y profesores se define en qué perspectiva se puede y debe avanzar para mejorar la convivencia. Nada más adecuado para hacer esta tarea que la realización de un diagnóstico desagregado por género (si el colegio es mixto), por curso, por grado, por sección (primaria, bachillerato bajo y bachillerato alto) que permita tipificar y definir cuáles son los principales problemas que subyacen en cada uno de estos niveles y cuáles son aquellos que los estudiante perciben como los más graves.
Adelantar este proceso de diagnóstico no siempre es fácil o no siempre se hace, porque habitualmente se tiende a generalizar o a suponer, e incluso, lo que es más grave, a ignorar que hay problemas, y por lo mismo, no se los atiende2.
Hay que realizar procesos de diagnóstico sobre el estado de la convivencia que involucren a los estudiantes, a los profesores, al personal administrativo y de apoyo, al personal directivo, a los padres de familia y aun a la comunidad circundante de la institución.
Con este diagnóstico se tendrá un punto de partida más claro y específico desde el cual partir en las estrategias de trabajo que se planteen y que permitan no solo una adecuada gestión de la convivencia, sino por supuesto, una mejora significativa de ella.
La disciplina positiva
En las nuevas tendencias formativas de la convivencia, y más exactamente cuando se habla de disciplina, existe el enfoque denominado disciplina positiva, que se erige como una alternativa o forma diferente de enfocar este problema.
Читать дальше