El enfoque preterista presupone la percepción de los acontecimientos descritos en el Apocalipsis como las profecías que pertenecen a la historia cristiana de los siglos i-iv y que ya se habían cumplido. Se trata sobre todo de la destrucción del templo hierosolimitano, de le victoria del cristianismo sobre el paganismo, etcétera. El representante más conocido de ese enfoque es el comentarista español Luis Alcázar (1554-1613), por su obra La investigación del sentido arcano en el Apocalipsis (Vestigatio arcanae sensus in Apocalypsi), que fue del gusto de algunos protestantes; conviene destacar que entre las fuentes de su inspiración Alcázar menciona también a Gregorio López, lo cual demuestra la resonancia excepcional de su Tratado de este último autor. No cabe duda de que este enfoque ha mostrado su eficacia porque a pesar de la tentativa de “atar” todas las imágenes del Apocalipsis a los acontecimientos concretos, de todos modos no se quita la perspectiva escatológica común del libro. Así lo vemos en el narrativo de López: todo ya pasó; incluso el “reino milenario” ya pertenece al pasado, sin embargo, el Juicio Final y el surgimiento de la Jerusalén celeste se pospone en el futuro; las fechas del cumplimiento de aquellas profecías nadie las sabe.
El enfoque idealista ve el libro del Apocalipsis como una descripción simbólica de la lucha entre las fuerzas de Satanás y el pueblo de Dios sin tomar en cuenta vinculación alguna con el contexto histórico propio para el autor del libro de la Revelación. Muchos autores patrísticos demuestran su compromiso con este enfoque de interpretación, donde el objetivo de cada profecía se entiende no en la predicción de los acontecimientos futuros en su forma concreta (es decir, no en los vaticinios), sino en adentrarse en las perspectivas comunes y básicas, en las cuales se ubica el reino de Dios en su interrelación con el mundo terreno; en este caso, según el enfoque idealista, en el Apocalipsis no se presentan los acontecimientos de la historia futura, sino un complejo de las ideas representadas en la manera metafórica. Así que el hincapié principal se hace en el contenido meramente teológico y en la estrategia hermenéutica de descubrir el proyecto teológico del Apocalipsis sin adentrarse en los detalles históricos que han rodeado al autor (que según la tradición eclesiástica era san Juan el Teólogo y según la tradición académica podría haber sido un cristiano del siglo I venido del Asia Menor). Con todo esto resulta evidente la desventaja de ese enfoque, porque la narración del Apocalipsis se examina fuera de cualquier contexto y se reduce a un simple conjunto de generalidades de carácter teológico, pero al combinar ese enfoque con el preterista, se supera el extremo del primero.[56]
En este sentido no podemos evitar el hecho que Gregorio López, ubicándose metodológicamente dentro del enfoque preterista, lo combina con el idealista, como podemos comprobarlo, por ejemplo, en la definición genérica del Apocalipsis formulada por el propio López: el Apocalipsis “es una historia profética disfrazada con figuras”,[57] donde las profecías no se refieren al futuro remoto, sino que se ubican en su propio contexto histórico, porque “luego” comenzaron a “efectuarse”,[58] mientras que las “figuras” podrían caracterizar el contenido teológico de una profecía concreta.
El enfoque futurista tiene como objetivo la interpretación del Apocalipsis como una descripción profética de los acontecimientos que se prolongan en el futuro y se refieren al fin del mundo y de la historia. En la época de la Contrarreforma ese enfoque fue actualizado en el contexto de la polémica contra las interpretaciones protestantes y fue fundamentado por Francisco Ribera (1537-1591) en su tratado “Los comentarios en el Apocalipsis Sagrado del san Juan Apóstol y Evangelista” (In Sacram Beati Iohannis Apostoli et Evangelistae Apocalypsin Commentarii).[59] Aquí el hincapié se hace en la perspectiva escatológica más remota del libro; sin embargo, es necesario tener en cuenta que para el autor del libro de la Revelación todo el contenido de su propia visión profética da testimonio sobre el fin cercano del mundo, que corresponde con las expectativas escatológicas de las comunidades microasiáticas de los siglos i-ii.[60] Sin embargo, el enfoque futurista puede ser aplicado en una manera dialéctica, cuando uno, presentando el Apocalipsis como el libro sobre el fin futuro del mundo (que podría haberse prolongado hasta fechas más remotas), no obstante, se da cuenta sobre “el arraigo” de esa perspectiva escatológica futura en la conciencia masiva de los primeros cristianos y en las realidades históricas que los rodeaban.
Por fin, el enfoque historicista examina el Apocalipsis como una serie de profecías sobre el rumbo de la historia o bien como el cambio consecutivo de las épocas históricas a partir de Jesucristo (o de la creación del mundo) hasta el fin del mundo. El pionero de tal enfoque fue Joaquín de Flora y luego, en el siglo xiv, los principios metodológicos de ese enfoque fueron perfeccionados y elaborados por Nicolás de Lira. Según el sistema cronológico detallado por Nicolás, los siete sellos revelan la etapa histórica desde Jesucristo hasta Juliano el Apóstata; las siete trompetas significan el periodo desde Juliano hasta Mahoma; la lucha entre el dragón y la Iglesia se refieren a los tiempos desde el emperador bizantino Mauricio hasta Carlomagno; las siete redomas de la ira de Dios indican el espacio cronológico entre Carlomagno y Enrique IV de Alemania. La persecución de la Iglesia por la Bestia en el capítulo 12 está representada por la guerra entre el emperador bizantino Heraclio y el rey persa Cosroes II Parviz, el Victorioso, quien logró tomar la ciudad de Jerusalén y llevarse la reliquia de la Vera Cruz como trofeo durante los años 613-614. La primera Bestia simboliza a los hijos de Cosroes, mientras Mahoma es aquel que representa la segunda Bestia, conocida también como “falso profeta”. La profecía sobre la Nueva Jerusalén celeste cumplió con el surgimiento del reino cristiano en Jerusalén tras la reconquista de la ciudad santa en la primera Cruzada, y el milenio comenzó con la creación de las tres órdenes mendicantes.[61]
La precariedad y el carácter frágil y arbitrario de este tipo de interpretación parecen obvios. Es que en el libro de Apocalipsis nada indica que su narración como tal se tiene que entender como el esquema del desarrollo del proceso histórico. Cada representante del enfoque historicista trata de ajustar la interpretación a la mentalidad y a las necesidades intelectuales de su propia época; por eso es de esperarse que el “mapa histórico” resulta cada vez diferente y no se trata de ningún “diálogo de interpretaciones”. Sin embargo, ese enfoque despertó las búsquedas intelectuales de los comentaristas e “impregnó” las ideas hermenéuticas de generaciones posteriores. Por ejemplo, podemos decir que Gregorio López también fue influenciado por ese enfoque por haber presentado la historia de la sociedad humana como una secuencia de periodos (o mejor dicho, de “edades”) que van uno tras otro.[62]
Por una parte, parece que el Tratado de Gregorio López fue el ejercicio para fundamentar el enfoque historicista, pero más adelante veremos que en muchos aspectos López aparece como portavoz de la época preterista. Sobre todo, eso se refleja en sus intentos de definir el contexto histórico concreto de las epístolas a las siete iglesias de Asia Menor que inauguran los ciclos proféticos del libro de la Revelación. Hemos dedicado a ese problema el capítulo ii de nuestro trabajo para ver que Gregorio López como comentarista ha tomado en cuenta las circunstancias históricas de esas epístolas que fueron dirigidas a las comunidades cristianas de las siete ciudades de Asia Menor romana.
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