Estrella Correa - Bilogía Las estrellas

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¡Ya tenéis disponible al bilogía al completo!Nerea tiene una empresa de éxito, un marido que la quiere y una vida perfecta. Nerea quiere volver a ser feliz, y cree que, si tiene paciencia y lucha, todo volverá a ser como antes; pero no espera que su alrededor cambie tan rápido. Nada es como ella pensaba y sus sentimientos se transforman en algo que desconocía. Nerea tiene miedo, sin embargo, elige vivir.¿Y tú? ¿Serías capaz de saltar al vacío sin paracaídas y sin red?

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—Cris, es tu mejor amigo y ahora es mi vecino. Por Dios, ¡es el jodido cantante de The Fox’s Lair!

—¡Ay! No grites —se encoge y guiña los ojos—. Ya lo sé, ¿y qué?

¿Y qué? Pues nada, que casi me lo tiro dos veces, pero eso tú no lo sabes y yo no te lo pienso decir. Callo durante unos segundos.

—Nada, Cristina. Que… que me ha sorprendido. No me lo esperaba. Nunca has comentado nada.

—Algunas veces tienes unas cosas. No voy por ahí pregonando que Pablo Aragón es mi mejor amigo. No tendría sentido.

—Pero yo soy tu hermana —replico.

—Para mí es Pablo —le da un sorbo al agua—. La mayor parte del tiempo ni recuerdo que canta, o que está nominado a los Brits Awards o que se tira a tres grupies cada fin de semana. —Esto último se lo podía haber ahorrado, no necesito saberlo; pero… ¿está nominado a los premios más importantes de la música inglesa? No doy crédito. No es que crea que no lo merezca, no sé nada de él y cada vez me doy más cuenta de ello; sin embargo, no entiendo cómo no me he enterado de lo que sucedía a mi alrededor—. Oye, no sé por qué le das tanta importancia.

Lleva razón, no la tiene, y no cambia nada. Si antes huía de él como de la peste por ser el mejor amigo de Cristina y mucho menor que yo, ahora solo correré más rápido y con las zancadas mucho más largas. ¿Un cantante de rock?

—¿Un cantante de qué? —Carol abre los ojos de par en par levantando mucho las cejas.

—De rock, nena. De rock —contesta Rocío, por el contrario, muy ilusionada.

—Y te diste cuenta justo después de casi tirártelo en una piscina. Corrígeme si me equivoco.

—Os lo acabo de contar —replico, molesta ante su tono.

El camarero nos trae los cafés y los deja sobre la mesa. Me entretengo abriendo el sobre de azúcar, echándolo en el líquido y removiéndolo hasta marearlo.

—Tengo una pregunta —sigue, impertinente. La miro y le hago un gesto dándole permiso. (Como si de lo contrario no fuera a realizarla)—. ¿Por qué no os acostasteis? Tal y como lo cuentas, no entiendo cómo no pasó.

—No sé —me encojo de hombros—. No surgió.

—Oh, pensé que tu sentido común te persuadió de cometer una locura —replica con cinismo.

—¡Déjala en paz! —Ro le regaña—. Puede hacer lo que le dé la gana.

—Sigue casada —sentencia.

—No tiene que darle explicaciones a nadie —discuten, obviando mi presencia.

—Chicas, estoy aquí. Por si se os ha olvidado —las interrumpo.

—Cariño —Carol me coge la mano en un gesto de afecto—, no lo digo por Sebastian, él me da igual. Me preocupas tú, creo que no estás preparada para mantener una relación tan pronto.

—¿Quién está hablando de una relación? Déjala que folle y disfrute —manifiesta Rocío.

—Carol, gracias por preocuparte. Si fuera al contrario, yo también lo haría. Pero Ro lleva razón. Nunca me plantearía tener una relación con alguien como Pablo, no estoy tan loca —afirmo convencida—. Es más, preferiría no volver a tener nada que ver con él.

Manel, que dormía en el carrito, comienza a llorar y nos impide seguir con la conversación de un modo coherente. Su madre lo coge y comprueba que le tiene que cambiar el pañal. Se disculpa y va al baño, dejándonos solas.

—Ne, no le hagas caso. Pásalo bien, te lo mereces. Tírate a Pablo si te apetece y luego pasa de él. Tírate a otro, acuéstate con quien te apetezca. La vida es muy corta para pararte a pensar en lo que debes hacer. Haz lo que te plazca y te haga sentir bien. No pienses en Sebastian ni en Carol ni en mí ni en nadie más que en ti. Hazte un favor y aprovecha los orgasmos que ese muchacho quiere darte. Por una vez, ¡diviértete! Deja de comerte el coco —me da golpecitos en la sien con el dedo.

Carol vuelve poco después y seguimos conversando, afortunadamente, de otros temas. A Carol se le hace tarde y se despide de nosotras hasta otro día. Tiene que bañar a los niños, hacer la cena y preparar la comida para mañana. Abre la cartera y deja un billete de cinco euros sobre la mesa. Lo cojo y se lo devuelvo.

—Ya pagamos nosotras. Anda, vete. Andrés se preguntará donde te has escondido toda la tarde de un lunes —le doy un beso a Manel, que juega con una bicicleta de goma y me llena toda la cara de babas.

Rocío y yo nos quedamos un rato más hablando de todo. No se me ha olvidado que el fin de semana lo pasaré con Sebastian, no he querido informar a estas dos hienas que tardarían dos segundos en despedazarme y dejarme destrozada; cada una a su manera. Así que me callo la noticia (irrelevante, por otra parte) y dejo que me cuente sus días rodando una serie para televisión. Le pido, por favor, que me lleve un día de estos al set de rodaje y me presente a ese actor tan guapo con el que trabaja. Me deja en la puerta de mi casa a eso de las nueve de la tarde, la hago prometer que la semana que viene me llevará con ella a los estudios y le doy un beso en la mejilla dándole las gracias por ello.

Subo en el ascensor pidiendo al karma, el destino o a cualquiera que interfiera en estas cosas y maneje los hilos de nuestro sino, no encontrarme con Pablo en ningún sitio. Meto las llaves en la cerradura, giro y plaf. ¡Se rompe! Quedándose dentro la mitad. No me lo puedo creer. Y ahora ¿qué hago? Llamo a Pedro, mi casero, y éste, muy amable, me dice que enviará un cerrajero a que cambie el bombín y me dé las llaves nuevas, que tardará una hora más o menos. Me resigno, se lo agradezco y le doy una patada a la puerta (esto último no tiene explicación alguna, pero me deja más relajada). Maldita puerta, tengo ganas de darme una ducha, cenar y acostarme.

No me apetece bajar y salir a la calle, sin embargo, aquí no hago nada, quedarme solo aumentará las posibilidades de encontrarme con el niñato, así que aprovecho y ceno en el bar de enfrente. A las diez y media me extraño de que ni Pedro ni el cerrajero me hayan llamado, miro la pantalla del móvil varias veces y telefoneo a mi casero. Me informa que envió al mecánico a arreglar la puerta y debe estar arriba. Pago la cuenta a Paula, la camarera que me ha atendido esta noche, y subo a ver qué ocurre con la puta cerradura. (La palabrota la he dicho para mis adentros, no vaya a creerse Carol que sus hijos son unos malhablados por mi culpa). Para mi ingrata sorpresa, la llave sigue rota dentro del agujero y no veo a nadie pon ninguna parte. Llamo de nuevo e investigo qué pasa. Cuelgo y suspiro, desanimada. Apoyo la espalda en la madera y me deslizo hasta terminar sentada en el suelo. Hoy ha sido un día agotador, sobre todo porque anoche casi no pude pegar ojo. El teléfono suena en mi mano y leo «Michelle». Me pienso si cogerlo o no, al final, descuelgo con una sonrisa en los labios.

—Pensaba que pasarías de mí —escucho al otro lado.

—¿Por qué debería hacer eso?

—Porque ya te has dado cuenta que no soy un hombre de fiar.

—Ningún abogado lo es, pero contigo voy a hacer un acto de fe.

—Hazlo cenando conmigo el miércoles.

—Mmm… no sé —me hago la interesante—. Tal vez no pueda.

—Tal vez te obligue.

—¿Cómo?

—Jamás desvelaría mis tácticas de seducción. Tú cena conmigo y hazme el hombre más dichoso del planeta —su voz suena sensual y muy varonil.

—Eres un adulador.

—Lo sé. Te recojo a las nueve y media —termina y cuelga.

Miro el móvil con una sonrisilla en los labios y me sorprendo de mí misma. A cualquier otra persona la hubiera mandado a freír espárragos (a la mierda, pero dicho más finamente) en la segunda frase, pero Michelle tiene algo especial. Lo pasamos bien cenando la última (y única) vez que quedamos, sabe lo que quiere y va a por ello, una persona segura de sí misma que no se anda con rodeos. Conoce su atractivo y lo utiliza para conseguir su objetivo. Podría calificarlo de creído e incluso de petulante, sin embargo, su forma de ser cuadra a la perfección con su estilo y físico. Entiendes que sea así y no de cualquier otra manera.

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