Mechi Puiggrós de Mayer - Aprender a ser feliz

Здесь есть возможность читать онлайн «Mechi Puiggrós de Mayer - Aprender a ser feliz» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Aprender a ser feliz: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Aprender a ser feliz»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ale y Mechi se casan una tarde de abril. Pocos meses después, llegará a sus vidas Janito, su hijo mayor. Años más tarde, Fran y Pepe completarán la familia. Los tres hijos tendrán la misma enfermedad muscular, cruel e irreversible, que la familia afrontará con decisión y valentía. Ale y Mechi lo darán todo, como expresan en este relato en primera persona. Aprenderán a ser felices y a hacer felices a los demás. Ahora comparten con los lectores una historia real, única, de entrega, emoción, generosidad extrema y amistad. Una historia que conmueve por la profunda fe que trasunta cada una de estas páginas.

Aprender a ser feliz — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Aprender a ser feliz», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Entonces me dije: esto es así y no va a cambiar. Janito tiene una enfermedad que no tiene cura. No tengo alternativa: o aprendo a ser feliz con esta realidad o voy a ser una infeliz toda mi vida.

9

¡El día que entró al San Juan el Precursor! ¿Te acordás? Janito ya había pasado por el jardín de infantes, por el primer grado, segundo, tercero. Cumplió hasta cuarto grado en el mismo colegio de los primos, pero ese colegio tenía escaleras. ¡Por Dios, esas escaleras! Peldaños gigantes que parecían infranqueables. Yo creo que ahí Janito empezó a tomar verdadera dimensión de lo que pasaba, porque para sus compañeros, para sus primos, eso no era más que una escalera. Para él, un esfuerzo supremo, a pesar de la ayuda y compañía de los amigos.

Nosotros teníamos el diagnóstico, sabíamos lo que se venía. No iba a poder con esa escalera, entonces salimos en la búsqueda de un nuevo colegio, uno que, además, estuviera más cerca de casa. Nos encantaba el San Juan, así le decían, “el San Juan”, muy conocido en San Isidro, ubicado junto a la catedral. A Janito le gustó mucho, pero no había vacantes; además, debía ingresar en pleno mes de agosto, no era lo habitual.

¿Qué hacemos, Mamá?

Pongamos esto en manos de la Virgen, le dije. Yo le rezaba mucho a la Virgen, me sentía acompañada y cada vez que surgía algo que no podía manejar, o que me superaba, acudía a ella, le rezaba.

Lo pusimos en manos de la Virgen, y dos días después, Santiago Castro Videla, que trabajaba en la administración del colegio, llamó a casa. Quería avisarles que hay una vacante. ¿Cómo? Que hay una vacante; si todavía están interesados en que Janito se sume al colegio, puede hacerlo en agosto.

Qué linda noticia me das, Santiago, le dije. Santiago, nombre de apóstol, pensé. De todas maneras, me ardía cierta incomodidad en el pecho. Solicité verlo en una entrevista y le dije la verdad:

—Hay algo que tienen que saber de Janito. Padece una enfermedad de los músculos, progresiva, que no tiene cura. Muy pronto va a estar en silla de ruedas.

Para una madre que tiene a un hijo con problemas motores, los escollos, las barreras, asoman a cada rato, y muchos de ellos parecen infranqueables.

—Está bien —dijo.

—¿Está bien? A ver, quizás no me expresé bien. Acá la primaria es toda en una planta, pero ¿cómo vamos a hacer cuando llegue en silla de ruedas?

Santiago me miró, sonriente, y pronunció unas palabras que nunca olvidaré:

—Ese es un problema nuestro, no de ustedes.

Era como si me dijera: tranquilos, ya tienen bastante, dejen que nosotros nos ocupemos de ayudar, de alivianarles la carga, de que Janito esté bien.

Volví a casa agradecida, le conté la noticia a Janito, que estaba exultante. Después supe que pusieron un ascensor. Hicieron una refacción, una ampliación al sector de la planta baja para que pudiera funcionar un ascensor, el que llevaría a Janito a sus clases en la planta alta.

10

Te voy a decir una cosa: Janito era terrible. Podría escribir un libro entero, Janito el terrible , si quisiera.

¡Qué nervioso estaba en su primer día en el San Juan! Lo acompañé hasta la puerta de la clase. Me miró una vez más, antes de entrar.

Andá, le dije. Andá con tus nuevos compañeros. Vas a estar bien.

Nuevos nombres, nuevas caras, nuevas instalaciones. Los chicos del otro colegio sabían de su enfermedad, se habían habituado a sus caídas. ¿Qué pasaría con estos nuevos compañeros? ¿Podrían aceptarlo o se burlarían de él?

Respiró hondo y entró. Lo hizo cuidándose de no caer. Concentradísimo en aquella primera impresión que diera sobre sus flamantes compañeros. Los chicos se dieron cuenta, viste cómo son. No se les escapa una. Se dieron cuenta inmediatamente.

No sé quién fue el primero que aplaudió, pero pronto se sumaron otros. Nadie entendía nada. Algunos, en el fondo, además de aplaudir, se pusieron de pie. Yo había decidido volver, no quería ser una de esas madres pesadas, que mira todo el tiempo a su hijo, así que caminé de regreso. Mientras avanzaba, seguía escuchando los aplausos. Los chicos de otros cursos se miraban sorprendidos, como preguntándose qué estaba pasando en la clase de cuarto, qué se estaban perdiendo. ¿Habría llegado alguien famoso?

11

Te traigo agua porque estás tosiendo. En unos minutos viene la enfermera. A las once. Viene Margarita, hoy le toca a ella. El médico pidió un nuevo análisis de sangre. Yo creo que va a salir bien. Las cosas se van acomodando. Te veo mejor. Ayer dormiste bien.

Tu pelo está creciendo. No sabés lo que significa ese rebrote para mí. Primavera en tu cabeza. No sabés la felicidad que siento. ¿Te acordás de cuando te corté el pelo? Primero fue Florencia, nuestra amiga, que vino con una afeitadora de barba de uno de sus hijos. Se rieron mucho, pero el resultado fue desastroso. Entonces intervine. Tus amigas me miraron como preguntándose qué iba a hacer. Te puse espuma de afeitar y te rapé, en el baño.

Conocí, por primera vez, la perfección de tu cráneo, algo nuevo para mí. Desde ya te digo: cuando te vi por primera vez, me deslumbraron el largo de tu pelo y lo lacio que lo tenías, llegando casi hasta tu cintura en hebras paralelas, como si fuera una de esas cascadas altas y rectas de algún rincón maravilloso del mundo, fotografiadas por la National Geographic; cuando te rasuré la cabeza, no pensé en eso, o en tus peinados anteriores. Estaba concentrado en hacer bien lo que tenía que hacer. En hacerte bien a cada minuto, en cada acto.

Qué me importa el largo de tu pelo, pensé. Si lo que me importa sos vos.

Después vinieron los pañuelos coloridos, tapando tu cabeza. Tampoco eso me importó. Ni a mí ni a Pepe. Fue un hito, por supuesto, como fue un hito la silla de ruedas, la primera de todas.

Qué mal me porté durante aquellos días. Los médicos —que eran varios— decían que cuanto más tarde llegáramos a la silla de ruedas, mejor. Nos habían advertido: Janito se va a caer cada vez más seguido. Parecerá cada vez más torpe, pero hay que intentar pasar a la silla de ruedas cuando ya no pueda más.

Yo no quería que llegara ese momento. Conocía casos de personas que habían nacido ya con problemas motrices, y que la silla de ruedas era parte de su vida desde muy pequeños. Esto era distinto: Janito había corrido, había jugado al fútbol. ¿Cómo explicarle que tendría que pasar a una silla de ruedas?

No quería saber nada. Vos, en cambio, no soportabas verlo caer. Era lógico; como madre, no tolerabas sus golpes. Me preguntabas por sillas de ruedas y yo cambiaba de tema.

Qué cosa, el ser humano. Qué capacidad de no ver. ¿Te diste cuenta? Podemos elegir qué ver y qué no ver.

Qué impactante es la ceguera consciente, esa que registra los acontecimientos pero que uno puede apagar de su vida como se apaga un televisor.

Recuerdo que Janito caminaba cada vez con más dificultades, porque, claro, estaba cada vez más grande, más grande y más alto. Nosotros lo tomábamos por la espalda, para ayudarlo; a veces yo, a veces vos. En tu caso era distinto, porque Janito pesaba mucho y te costaba sostenerlo; cuando yo estaba en el trabajo, no tenías más remedio que asistirlo. Después venía yo y discutíamos.

Tiene que caminar todo lo que pueda, decía yo.

Hasta cuándo, preguntabas vos, enojada.

Hasta que no pueda más.

¿Hasta que no pueda más él, o nosotros?

No quería que llegara ese momento. No, de ninguna manera admitía yo ver a mi hijo en silla de ruedas. Pero llegó ese día —no sé la fecha exacta, no la puedo registrar en mi mente— en que Janito no pudo más.

12

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Aprender a ser feliz»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Aprender a ser feliz» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Aprender a ser feliz»

Обсуждение, отзывы о книге «Aprender a ser feliz» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x