«Escrito en rojo»: el pce (VIII Congreso)
La primera ola de la disidencia ortodoxa tuvo unas características muy complejas que le confirieron una singularidad propia. Factores como, por ejemplo, el hecho de haber sido pionera en este tipo de disidencias o de estar inspirada en una auténtica «rebelión primitiva» tuvieron un impacto importante. Sin embargo, el estudio de las fases de esta ola puede servir para comprender mejor las etapas del proceso de construcción de la identidad de un nuevo grupo político, como fue el caso de los comunistas ortodoxos. El primer período tuvo lugar tras la crisis de Checoslovaquia, cuando se produjo el estallido de un fuerte descontento militante. Esta fase continuaría con los intentos de algunos dirigentes de tejer una red de contactos y de capitalizar ese malestar hacía la generación de un movimiento organizado. Estas dos etapas tuvieron lugar dentro del PCE con el objetivo de cambiar al partido desde su interior. Más tarde, comenzaría una tercera fase en la cual la táctica cambiaría notablemente. Ya no se trataba de cambiar el partido desde dentro, sino construir otro partido fuera de las estructuras organizativas del PCE. Esta fase llevaba consigo transformaciones importantes en la identidad que afectarían a aspectos tan relevantes de su cultura política como la construcción de una memoria colectiva propia o la aparición de distintos modelos de militancia.
Uno de los primeros retos a los que se vieron sometidos estos comunistas fue decidir cómo debían organizarse. La cuestión no era baladí, tras su expulsión o abandono voluntario del PCE les esperaba un futuro incierto, lejos del partido al que habían sacrificado sus vidas durante décadas. Por una parte, existía un sentimiento colectivo de ilusión, fruto de la incorporación a un movimiento en el cual existían afinidades políticas y culturales. Además, el proceso de expulsiones también había generado un espíritu de rabia e indignación colectiva que actuó como un elemento cohesionador entre este grupo de personas. No obstante, el miedo a lo desconocido, a estar cometiendo una grave equivocación, también tenía lugar en un segundo plano más personal. 111La primera forma de organización tuvo un carácter muy informal. Se trataba de una plataforma de pequeñas dimensiones organizada en torno a Eduardo García, que vivía en París y a Agustín Gómez, que residía en Moscú. Este colectivo desarrolló un embrionario trabajo para lo que después sería el futuro PCE (VIII Congreso). Sus principales esfuerzos se dedicaron a elaborar diversos pasquines y panfletos, donde criticaban el proceso de expulsiones y la línea llevada a cabo por Carrillo. Su intención era poder influir en el debate que creían tendría lugar en todas las estructuras del PCE. 112Sin embargo, aunque su trabajo no fue menor, su capacidad de acción fue limitada. Su principal actividad estaba enfocada a contactar con aquellos militantes que habían tenido conflictos o disidencias previamente y se encontraban expulsados o desconectados del PCE y de los que, como responsable de organización, Eduardo García tenía conocimiento. Así lo recuerda, por ejemplo, Lidia Falcón, quien había sido apartada del PSUC por su postura respecto a la crisis checoslovaca:
Un día de otoño de 1969 recibí en casa un sobre con matasellos de Toulouse. Dentro se hallaba un largo informe sobre los acontecimientos de Praga. En él se daban datos sobre todo aquello que yo ansiaba conocer […] Al mismo tiempo se denunciaba, como nunca se había hecho antes en los documentos del PCE, la estrategia de Carrillo para acabar con el comunismo en el partido, imponer un programa socialdemócrata y establecer una estrategia de colaboración y pactos con la democracia cristiana. A este esclarecedor análisis se unía una estremecedora denuncia de los errores y hasta crímenes que tanto Carrillo como otros de sus fieles colaboradores habían cometido […] En definitiva, mucho de lo que yo quería saber y había intentado conocer se encontraba en aquellos papeles que firmaba una comisión disidente del PCE. 113
De esta primera comisión se pasó a otra forma de organización más elaborada y con un mayor simbolismo. La transformación de sus estructuras tuvo lugar tras la expulsión de Líster y los otros cuatro miembros del CC. En términos generales, se produjo un cambio sustancial respecto a la orientación organizativa y su autopercepción. Un perfecto indicador de esta cuestión fue la edición de una versión de Mundo Obrero cuya cabecera estaba impresa en rojo. El primer número del portavoz de los disidentes ortodoxos del PCE vio la luz en septiembre de 1970. El editorial de este primer ejemplar era no solo una declaración de intenciones, sino también una presentación introspectiva de este colectivo disidente:
Nosotros somos el órgano central del Partido Comunista de España. Carrillo creía que le dejaríamos a él, el nombre glorioso de nuestro partido. En eso, como en otras muchas cosas se ha equivocado. El Partido Comunista de España es nuestro; es de todos sus militantes, es de aquellos que dieron la vida por la victoria de sus grandes ideales. Los comunistas y las masas juzgarán a unos y otros. Verán quienes son fieles a la ideología del proletariado, al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario; quienes orientan su actividad práctica con esa ideología y poniendo en primer plano los intereses de la clase obrera, la fuerza dirigente de la revolución socialista; quiénes son componente orgánico-no formal del movimiento comunista internacional. 114
Además, este primer número también pretendía ser una muestra de fuerza. Su cuidada edición y la buena calidad de los materiales transmitían una imagen de continuidad respecto al PCE que ofrecía mayor credibilidad. Especialmente, si se compara con las artesanales publicaciones clandestinas que elaboraba la izquierda revolucionaria de la época. 115No fue solo la estética, también exístían otros factores importantes que reforzaban su legitimidad. Por ejemplo, en sus páginas se ofrecían muchos testimonios en los cuales los comunistas españoles de distintas partes del mundo ofrecían su apoyo a los disidentes. En este sentido, se reproducían muchos comunicados y cartas en las cuales diversos militantes manifestaban su insubordinación a Carrillo. La intencionalidad que se ocultaba tras la reproducción de este tipo de contenidos era atraer a otros potenciales disidentes. Muchos lectores podían verse reconocidos con este tipo de declaraciones. En definitiva, de lo que se trataba era de construir un relato en el cual su proyecto fuese viable y tuviese oportunidades de recuperar el PCE. Sin embargo, los contactos en esta primera fase no podían ser muy numerosos. Probablemente, su militancia no alcanzaría más que a unos escasos centenares de militantes, sobre todo en países socialistas. 116Aunque sí que es cierto que ya existían relaciones con diversos grupos del interior que serían la base de la futura estructura del PCE (VIII) en España. Entre ellos destacarían el colectivo de repatriados de la URSS, militantes obreros y veteranos del partido. 117Las críticas expuestas en Mundo Obrero (cabecera roja) trataban de mostrar que existía un descontento en bastantes organizaciones del PCE con muchos más temas que el del asunto de Checoslovaquia:
Los comunistas asturianos están frente al carrillismo en lo de Checoslovaquia, en lo de las expulsiones, en la actitud hacía la Unión Soviética, en lo que se refiere a las formas de lucha obrera, en el problema de las alianzas, hacen duras y justificadas críticas a toda la orientación política del grupo de Carrillo […] Pese a todas estas dificultades paso a paso, la verdad de lo que pasa en el partido se va abriendo camino y cada vez son más los camaradas que en Asturias se plantean la tarea de levantar al Partido. 118
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