Ese mismo mes de octubre, un escrito firmado por Eduardo García y Agustín Gómez fue distribuido intensamente entre los miembros del PCE. Su objetivo prioritario eran aquellas organizaciones donde se habían mostrado críticas a la dirección por su postura en la crisis de Checoslovaquia. El documento hacía un llamamiento público al conjunto de la militancia para que se rebelase contra Carrillo. En sus páginas, se criticaban los ataques vertidos contra Eduardo y Agustín en Mundo Obrero y se analizaba cuál era la situación en la que se encontraba el partido. Su denuncia proclamaba que se había impuesto una línea «antisoviética» que no se correspondía con el sentimiento de las bases del partido. Por lo tanto, caracterizaban como legítima su disidencia, al estar en peligro la supervivencia del PCE. Además insistían en que era la única manera de actuar, dado que no se permitía a las organizaciones debatir abiertamente este problema.
El documento ofrecía una narrativa de lo acontecido en Checoslovaquia distinta a la defendida por la dirección del partido. Una que apoyaba sin fisuras la línea mantenida por la URSS. Este relato se iniciaba manifestando su apoyo a los cambios en la dirección del Partido Comunista Checoslovaco y la purga de Antonín Novotny en 1968, «para acabar con los errores burocráticos del pasado». Sin embargo, también aclaraban que este proceso, aparentemente renovador, habría acabado degenerando en un movimiento «contrarrevolucionario» gracias a la intervención del imperialismo europeo y estadounidense. Según su versión, esta cuestión habría sido conocida por Carrillo, pero este lo habría escondido a la militancia del PCE. Por lo tanto, Carrillo habría conducido al PCE al antisovietismo conscientemente. Además, todo el texto estaba repleto de críticas al secretario general y al conjunto de la dirección. Una estructura de la que, hasta hace escasos meses, ellos también formaban parte. Precisamente, uno de los focos de su denuncia era el estilo de vida acomodado que llevaban las personas encargadas del aparato del partido. Según su argumentario, habría sido el exilio lo que habría alejado a la dirección de los problemas reales del proletariado español:
La presión ideológica del enemigo de clase, nacional o internacional, presión que se ejerce ininterrumpidamente sobre todo el partido, sin excepción. Nos parece evidente que la prolongada emigración de muchos dirigentes, el apartamiento físico de la clase obrera y el pueblo, con la vida real, crea un clima más favorable para la penetración del virus del neocapitalismo, del revisionismo de derecha o de izquierda. 95
El documento continuaba con críticas hacía la táctica que había impulsado Carrillo durante los últimos años. Además, el texto suponía un salto cualitativo en el tono de sus críticas. En su contenido se hacía un llamamiento a «poner freno a los liquidadores», como llamaban a la dirección. Aun así, este texto iba firmado por ambos exdirigentes cuando aún eran militantes. Tras la publicación del comunicado en Mundo Obrero , su táctica se centró en la confrontación directa y en radicalizar su mensaje. Otro elemento muy importante a la hora de iniciar el movimiento disidente fue proyectar una cierta imagen de viabilidad e incluso de éxito. En este sentido, su relato proyectaba la imagen de que existían fuerzas suficientes para dar una lucha política en el seno del partido y que se podría conseguir la inmediata retirada de las sanciones a los militantes disidentes. Lo cual, en este punto, parecía como mínimo complicado. Para ello remarcaban sus contactos con la organización, la pervivencia de un malestar general y la incompatibilidad del nuevo rumbo del PCE con la identidad comunista y la memoria colectiva de los comunistas españoles. 96
Mientras tanto, otros cambios importantes se fueron produciendo en el seno del PCE. En este periodo tuvo lugar la conferencia de Partidos Comunistas y Obreros de junio de 1969 y se celebraron reuniones con el PCUS. Tras este tránsito, el PCE consolidó su orientación «independiente», distanciándose definitivamente en su búsqueda de una política de alianzas lo más amplia posible. 97Precisamente por eso, la dirección del partido percibía este movimiento como una maniobra soviética, por lo que existía un gran recelo hacía la URSS. Según este punto de vista, la disidencia de Eduardo García y Agustín Gómez constituía un intento de debilitar al partido por parte de los dirigentes soviéticos, lo que era mucho más peligroso que la acción de unos pocos camaradas disidentes:
Como sabéis recientemente la prensa ha hecho mención a comentarios de REI sobre las relaciones de los países socialistas con el régimen franquista, y a propósito de todo ello se especula bastante con la tirantez de relaciones entre nosotros y el PECUS. Por ello sería deseable que del próximo encuentro salieran resultados positivos, si es que en verdad renuncian a los intentos escisionistas, crearnos dificultades activamente, lo que tenemos que hacer es no dormirnos. 98
En esta coyuntura, el final de estos dos dirigentes con décadas de militancia a sus espaldas era fácilmente predecible. Sin embargo, las formas utilizadas para su expulsión no dejan de sorprender por su rudeza. Una muestra de la importancia que revestía este asunto es que fueron automáticamente purgados de la dirección, sin tan siquiera reunirse el Comité Central. Para ello, los miembros del CC debían escribir una carta manifestando su opinión. 99Aunque este método no parece el más democrático o transparente y desde luego no favorecía el debate, lo cierto es que era bastante habitual en esta época. En realidad, el procedimiento de consulta individual era parte de la táctica de Carrillo para controlar los debates y asegurarse de que no habría contratiempos que pudieran perjudicar el curso de los acontecimientos. Paradójicamente, este sistema fue el mismo que se utilizó para la expulsión de Fernando Claudín y Jorge Semprún en el conflicto de 1964-65, donde Eduardo García tuvo un papel importante como responsable de organización. 100
Tras la expulsión de Eduardo García y Agustín Gómez en diciembre de 1969, comenzó una nueva etapa en la primera ola. Esto supuso algunos cambios en cuanto a las formas de organización y la construcción del sujeto colectivo. Inicialmente, se constituyó una primera organización provisional de esta corriente en una plataforma que denominaron «Comisión de represaliados del Partido Comunista y la Unión de Juventudes Comunistas». Esta efímera estructura decía mucho de la forma en la cual se presentaban ante la militancia del PCE, es decir, como víctimas de la represión «carrillista». También tenía mucho que ver con su propia autopercepción, ya que ellos se veían a sí mismos como militantes honrados que habrían sufrido las injusticias de un secretario general despótico que trataba de destruir el PCE. El trabajo de esta comisión fue modesto y consistió en la edición de varios documentos sobre la situación en el partido, cuya distribución pretendía incidir en un futuro levantamiento de las bases del PCE contra su dirección. 101A lo largo de los primeros meses de 1970 la situación se fue tensando cada vez más, hasta tal punto que los llamamientos a la disciplina interna y a seguir los cauces orgánicos se acabarian convirtiendo en una tarea cotidiana de la dirección:
Todo lo que viene sucediendo tanto en el ámbito nacional como en el movimiento comunista internacional, demuestra la justeza de la línea política de nuestro partido. Puede ocurrir que algún camarada no vea así uno u otro aspecto de la misma. La unidad de los comunistas se logra en la práctica de la democracia interna del partido. Todos los militantes tienen el derecho y el deber de plantear y defender, exigiendo el máximo respeto para sus opiniones, sus puntos de vista, en el seno de las organizaciones a que pertenecen; Pero agotada la discusión, todos los camaradas estamos obligados a acatar la disciplina del partido. No podemos consentir que ningún comunista ataque la política del partido al margen de su organismo. 102
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