Las divergencias de estos dos dirigentes se pueden agrupar en tres grandes bloques. El primero es el relacionado con los nuevos planteamientos en la política internacional del PCE. Según su punto de vista, tras la condena de la invasión de Checoslovaquia se había producido un giro de 180º y el PCE había desarrollado una política «antisoviética». Esta cuestión sería especialmente peligrosa, porque atentaba contra las esencias de la identidad comunista y, además, aislaba al PCE del resto de partidos comunistas del mundo. El segundo bloque era en el cual atacaban lo que ellos consideraban como «carrillismo». Este elemento resulta especialmente importante, ya que no dejaba de ser una construcción simbólica de lo que ellos consideraban su antítesis. Por tanto, fue en el marco de este proceso cuando se produjo una fase clave para la consolidación de la identidad de los comunistas ortodoxos como grupo: la construcción simbólica de su enemigo, de «los otros». Las críticas al secretario general se basaban en dos factores. Creían que estaba acaparando demasiado poder y que operaba por encima de la organicidad interna para imponer su línea derechista. El tercer y último bloque, sin embargo, ponía de manifiesto cuestiones más de fondo sobre la política de alianzas del partido (Iglesia católica, monárquicos, ejército…). Esta crítica invalidaba por derechista todas las políticas que el PCE venía aplicando en los últimos diez años. Por eso, resulta especialmente relevante, ya que pone de manifiesto como lo que aparentemente se trataba de una disidencia por un hecho puntual –la crisis de Checoslovaquia– en realidad era una crítica global hacía la nueva política impulsada por Carrillo en la última década. 86
La respuesta no se hizo esperar y la dirección del PCE se esforzó por tensar las filas de su militancia ante lo que consideraban un ataque al partido en toda regla. En el Mundo Obrero de octubre de 1969 el CE publicaba un comunicado en el cual reafirmaban su posición ante la crisis checoslovaca como: «válida y plenamente justificada la posición tomada por el Comité Central». 87En dicha declaración también se insistía en conectar los hechos de Checoslovaquia con un resurgimiento de los fantasmas del «estalinismo»: «El Comité Ejecutivo manifiesta su profunda inquietud ante planteamientos y acuerdos que parecen ir en sentido opuesto a las conclusiones del XX Congreso del PCUS y marcar un retroceso hacia métodos condenados justamente por el movimiento comunista internacional». 88
Esta preocupación sobre el nuevo rumbo del MCI tras agosto de 1968 se convirtió en un eje central de la política del PCE. Los distintos enfoques utilizados por los comunistas –cuando estaban en el poder y cuando no– mostraban profundas contradicciones difíciles de resolver. No obstante, la documentación interna del partido muestra cómo los dirigentes del PCE insistieron en que sus críticas no traspasarían la línea roja del «antisovietismo». Al mismo tiempo, parecían muy preocupados por la supuesta incapacidad del campo socialista europeo por dar una batalla ideológica contra el imperialismo:
La amenaza del imperialismo se reduce a la llamada «subversión ideológica» en los países socialistas, es decir, teóricamente, al impacto que la propaganda imperialista pueda producir en esos países. Parece como si las ideas del imperialismo tuvieran más fuerza que las nuestras, cuando es todo lo contrario. En vez de plantearse seriamente la lucha ideológica contra el imperialismo, se plantea una lucha contra la «subversión», es decir, una lucha en la que intervienen los tribunales y las medidas administrativas, en vez de la lucha de las ideas […] nuestra posición es muy firme, nosotros no romperemos, no haremos antisovietismo, pero de ninguna manera cederemos en las cuestiones que son fundamentales y de principio. Y en su día se nos hará justicia por los que hoy no nos entienden. 89
Además, ese Mundo Obrero de octubre también resultó muy importante por otro de sus textos. Se trataba de un artículo destinado a ganar la lucha interna que se estaba abriendo contra la disidencia ortodoxa. Bajo el título «Sobre un intento fraccional y escisionista», en sus líneas se acusaba a Eduardo García y Agustín Gómez de cargos muy graves. En primer lugar, se destacaba que no había mantenido la promesa de respetar la disciplina de partido que habían hecho tras las divergencias con el asunto de Checoslovaquia. Para ello se reproducían fragmentos de sus cartas a la dirección donde manifestaban que nunca atentarían contra la unidad del partido. Además, se resaltaba que su labor fraccional no solo atentaba contra la unidad del partido, sino que había puesto en peligro a los sacrificados militantes del interior de España. El objetivo de esta narrativa de los hechos no era otro que lograr despertar en su militancia un instinto defensivo que reforzara la adhesión ciega a su dirección. Es decir, una estrategia que buscaba convertir la propia acción disidente en el principal argumento legitimador de la dirección.
Aunque no se ha podido tener acceso a cómo experimentaron todo este proceso los propios disidentes, sí que se ha podido consultar en el AHPCE cómo fue viviendo esta etapa la dirección del PCE. Aun con las cautelas lógicas de comprender que eran parte interesada, estas descripciones sirven para tener una visión aproximada de cómo fueron los primeros pasos desarrollados para intentar extender la red de contactos de los disidentes:
Estos dos hombres siguen empeñados en su labor fraccional, y la cosa toma el giro peor que podía temerse. Eduardo ha escrito una nueva carta a los miembros del CC que, por su tono y contenido, es una ruptura abierta con el partido. Agustín parece que ha enviado un nuevo enlace propio a Euskadi. A París han llegado algunos camaradas portadores de las ideas de Eduardo y Agustín, ideas que tratan de propagar entre ciertos camaradas. Como ves, continúan su actividad típicamente fraccionista. La táctica que emplean es curiosa. Aquí se esfuerzan por acreditar la idea de que Dolores Ibárruri en Moscú está contra la política de París […] en Moscú, en cambio van diciendo que Dolores Ibárruri está pidiendo un nuevo congreso y enfrentada con Santiago Carrillo. En realidad, aquí tienen el apoyo de un reducido grupo de camaradas, disgustados por unas u otras causas, que han encontrado en la «defensa de la Unión Soviética» una bandera estupenda para encubrir su ya vieja descomposición. 90
Lo primero que hicieron los disidentes en este primer periodo fue comenzar a desarrollar una primitiva red de contactos con militantes afines. Su acción durante esta etapa resulta ligeramente confusa y contradictoria. Al mismo tiempo que se ponía en marcha una oposición organizada, intentaban mantener un perfil bajo, en aras de pasar desapercibidos. No hay que olvidar que Eduardo García había sido el responsable de organización y, por lo tanto, poseía un buen conocimiento del interior del partido. Lógicamente, estos movimientos eran vigilados de cerca por el PCE, que recibía continuos avisos de sus organizaciones locales: «A la dirección de la mujer de un preso ha llegado el libelo de E. García que os adjuntamos. ¿Para cuándo el comunicado de expulsión? Hemos abordado con (7) 91la cuestión de E. García y está de acuerdo con las apreciaciones que nosotros hacíamos en la anterior y su inmediata expulsión». 92
En los meses finales de 1969 se incrementó notablemente la intensidad de sus acciones disidentes. Una buena muestra de ello se puede ver en el informe que el servicio de inteligencia de Carrillo pasó a conocimiento del CC. Según este documento, se había detectado que el 21 de septiembre de 1969 había tenido lugar una reunión en la frontera entre España y Francia. En ella Jesús Saiz, antiguo niño de la guerra, le había solicitado a su cuñada el contacto de varios militantes del interior, entre ellos dos asturianos repatriados de la URSS. Se trataba de Aladino Cuervo y Juanín el Ruso . 93Este caso nos muestra las formas rudimentarias por las cuales se construía la red de contactos, partiendo muchas veces de la propia familia. En todo caso, muestra que en el punto de partida de esta red disidente el sector hispano-soviético tuvo un papel destacado. 94
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