Eduardo Abad García - A contracorriente

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A través de un recorrido por el surgimiento y la evolución de la disidencia de origen ortodoxo en el comunismo español, de aquellos a quienes la opinión pública encasilló como «prosoviéticos», se plantea la hipótesis de que este movimiento de oposición en el seno del Partido Comunista de España estuvo motivado por la mutación progresiva de la política y la imagen del partido. Estas transformaciones no serían bien recibidas por algunos sectores de su militancia y, como consecuencia, se produjeron varios movimientos divergentes cuyo nexo común radicaba en la reivindicación de la identidad comunista clásica.También fue importante el contexto, marcado por las frustraciones de la Transición y la crisis del movimiento comunista internacional. Fruto de una exhaustiva investigación, este trabajo propone una periodización de esta corriente en tres olas, metáfora que ayuda a comprender las distintas dimensiones de un fenómeno complejo y facilita su análisis sincrónico centrado en la identidad comunista. Se trata de la primera ocasión en que se estudia este hecho de forma global y monográfica. Por lo tanto, el objetivo principal es contribuir a esclarecer una de las facetas más desconocidas de la historia del comunismo español –poco después del centenario de su nacimiento–, sin la cual esta no estaría completa.

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Las cartas no sirvieron de nada, el Comité Ejecutivo publicó el 28 de agosto de 1968 un comunicado confirmando la condena. Este texto tendría una amplia difusión al ser publicado en Mundo Obrero posteriormente. 55El CE se reunió en septiembre de ese año para debatir la cuestión en profundidad. En dicha reunión, el responsable de organización, Eduardo García, se opuso abiertamente al discurso planteado por Carrillo. En su intervención, García defendió el papel de la URSS como «piedra angular del socialismo en el mundo», a la vez que se manifestaba «decididamente y sin ninguna reserva al lado de los países que han intervenido. Era necesario hacerlo como 12 años antes en Hungría». 56Su discurso estaba fundamentado en la existencia de una lucha global fruto de la lucha de clases internacional, de la que el «intento contrarrevolucionario en Checoslovaquia» sería tan solo la última pieza. En este punto también manifestaba que había sido equivocado apoyar el nuevo curso checoslovaco tan solo sobre la base de las informaciones de algunos militantes residentes en Praga. 57Otro punto de conflicto residía en la forma en la que se había tomado una decisión de este calado, mediante la decisión unilateral del Comité Ejecutivo. Por ese motivo, una activa minoría del CC reaccionó contra esta tendencia. Consideraban que se estaban adulterando los principios de no injerencia en las decisiones del campo socialista. Según su postura, el CE se había precipitado sin esperar a que se desarrollaran los acontecimientos. De tal manera que su posición –que además violaba los principios del internacionalismo proletario– condicionaba el futuro debate sobre la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia. Así lo reflejaba Enrique Líster en sus memorias:

la decisión tomada un mes antes de la intervención fue empleada en las discusiones de Madrid y otros lugares para «convencer» a los camaradas que debía ser aprobada la declaración del CE del 28 de agosto. Este argumento se empleó, incluso, en nuestra reunión. Mendezona, tan ligero como siempre, dijo: «Se había previsto la contingencia de la intervención militar y cuál iba a ser nuestra posición». ¡Más claro, agua! 58

La crisis de Checoslovaquia continuó funcionando como un elemento de tensión interna utilizado por la dirección para reforzarse, pero no dejaba de ser también un problema que buena parte de sus bases se manifestaran a favor de la invasión. Por eso, la dirección necesitaba un acto de masas que sirviera como catarsis de su cohesión interna. Más de 700 militantes acudieron el 15 de septiembre de 1968 en Ivry (París) a un mitin, donde estaba claro que se hablaría de Checoslovaquia. La intervención de Carrillo fue recordada por los ortodoxos como una auténtica ostentación de cinismo y mal gusto, ya que fue especialmente crítico con la acción de los países del tratado de Varsovia. 59Finalmente, el 18 de septiembre de ese año se celebró el plenario del CC. En esta reunión afloró abiertamente un movimiento disidente de cariz ortodoxo, un acto sin precedentes en la historia del partido. 60Sin embargo, el «cierre de filas» de los miembros de este órgano para con su secretario general fue mayoritario. Esta situación parecía mostrar un mayor grado de disciplina en las altas esferas que en las organizaciones de base, donde la crítica estaba mucho más extendida. De hecho, los informes presentados en esa reunión mostraban una realidad incómoda para Carrillo.

Las informaciones aportadas por los dirigentes de distintas partes del interior manifestaban que, al menos en un primer momento, la mayoría del partido había simpatizado con la intervención militar en Checoslovaquia. También se advertía una clara segmentación social. Mientras que la militancia de extracción obrera –perfil mayoritario en el PCE– estaba con la URSS, una minoría de intelectuales y universitarios mostraban unas críticas a la invasión aún más radicales que las del propio ejecutivo. Por ejemplo, «Jorge», delegado del partido venido de Zaragoza, relataba cómo la condena del PCE había sido recibida en «las masas» de su zona como «un ataque brutal y desorbitado». Incluso la clase obrera había identificado esta postura con la posición del régimen franquista. Esto estaría basado en el subjetivismo existente entre la clase obrera, que odiaba al imperialismo y cuyo mayor referente era Ernesto Guevara. 61Por su parte, Josep Serradell «Román» informaba de cómo se había vivido la crisis en el seno del PSUC. Según su testimonio, el partido catalán había tenido que discutir mucho su posición de condena, aunque la invasión no había afectado a su prestigio entre sus aliados. Gran parte de su militancia estaría a favor de la intervención o se resignaría a aceptar la condena para mantener la unidad. No obstante, las células de la Universidad habían hecho críticas que rozaban el antisovietismo. 62Otros militantes del PSUC, como «Blas», complementaron su información, aportando algunos datos, como que, por ejemplo, en Tarrasa, Sabadell y Lérida obreros y campesinos «estaban por la intervención». 63Otro dirigente venido de Valencia reseñaba cómo en su tierra se daba una situación que él calificaba de extraña, ya que mientras todo el mundo estaba de acuerdo con el último trabajo de Carrillo, al mismo tiempo, todos estaban de acuerdo con la intervención en Checoslovaquia. Literalmente, porque «se pensaba que algo muy importante debía haber ocurrido». 64Un caso similar habia sucedido en Asturias, donde «Ramón» informaba que ellos se habían enterado por Radio Moscú y, en parte, por ese motivo la militancia estaba mayoritariamente a favor de la postura soviética. 65Otro militante informaba de cómo las organizaciones de Toledo, Guadalajara, Segovia y Ciudad Real se habían mostrado a favor de la intervención, como respuesta a la propaganda del régimen franquista. 66Agustín Hoyos, por su parte, hablaba de cómo tanto en Galicia como en Santander los militantes estaban esperando que aparecieran pruebas que justificasen la intervención. También se quejaba de que Radio Moscú difundía supuestos testimonios de comunistas españoles que estaban completamente a favor de la acción del Tratado de Varsovia. Además, denunciaba que Eduardo García le había asegurado que otros miembros del CC estaban con sus posiciones y que contaban con el apoyo de los soviéticos. 67La excepción parecía venir de Vizcaya, donde «Fernando» decía que toda la organización estaba a favor de las posiciones del partido. 68Otro militante valenciano ponía la nota crítica al declarar que «era un reflejo de 30 años o más de esfuerzos del P(artido)» en defensa de la U(nión) S(oviética). Viejos camaradas que no quieren trabajar en la C.(omisión) O.(brera) que siguen esperando que sean los soviéticos los que nos traigan el socialismo». 69

Sin embargo, la postura tomada por Carrillo había quedado clara y no era posible volver atrás. El CC aprobó el informe elaborado por el secretario general por amplia mayoría: 66 votos a favor y solo 5 en contra (Eduardo García, Agustín Gómez, Jesús Saiz, José Bárzana y Luis Balaguer). Sin embargo, es necesario tener en cuenta que no todos los dirigentes, de los que pocos años más tarde engrosen las filas del comunismo ortodoxo, votaron en contra. Un caso muy representativo fue el de Enrique Líster, quien casualmente se encontraba con su familia en Praga durante la invasión. 70Su postura, contraria a la invasión, estaba basada en un conocimiento detallado de las formas en las cuales se había producido la intervención militar, lo que le obligaba, pese a su sintonía con la URSS, a manifestarse públicamente en contra. De esta manera tan ambigua, lo expresaría en la reunión del Comité Central: «Estoy en contra de la intervención soviética en Checoslovaquia porque considero que no está justificada en este momento y, por tanto, ha sido un error. Como es natural, no estoy en contra de todas las intervenciones». 71

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