Esta situación desencadenó una disidencia primitiva que manifestaba un estado de frustración generalizado entre la militancia, cuyo origen se encontraba en un ataque proveniente del propio partido hacia uno de los elementos simbólicos más relevantes y aglutinantes: la URSS. El desasosiego se extendería rápidamente, generando a su paso un profundo malestar por el enroque del partido en su postura. Desde un punto de vista sociológico, entre los indignados destacaban los procedentes de sectores obreros, aunque también los había de otras clases sociales como profesionales o intelectuales. 33
Sin embargo, otro factor muy importante contribuyó a que se generara ese estado de opinión generalizado entre las bases. Los medios de comunicación española llevaron a cabo una notable campaña de propaganda dirigida contra la URSS. En este sentido, los comunistas del interior vivieron la peor parte. Esta propaganda repetía el argumento del «totalitarismo soviético» para explicar la intervención en Checoslovaquia. Lógicamente, la militancia, acostumbrada a este tipo de ataques constantes por parte del régimen, cerraba filas de forma automática contra este tipo de argumentarios. Por otra parte, la prensa franquista utilizó otras fuentes más innovadoras, como la difusión de la postura condenatoria del PCI. 34Esta novedad contribuyó notablemente a enrarecer la situación y reforzar, aún más si cabe, la percepción de que la intervención era correcta. Desde esta perspectiva, pensar que era Carrillo el que se equivocaba era una contradicción importante en los términos de las reglas morales que guiaban su compromiso militante. Durante los meses que sucedieron a la invasión continuó esta pugna discursiva que buscaba influir directamente en su visión personal de los hechos. Por su parte, la Unión Soviética también desarrolló una campaña que trataba de legitimar la intervención militar. Las vías utilizadas fueron fundamentalmente dos: las emisiones de Radio Moscú en castellano y la difusión de folletos y libros que justificaban la invasión. El argumento utilizado era sencillo y fácilmente comprensible en Checoslovaquia habrían estado operando grupos contrarrevolucionarios, el PCCH había perdido el control de la situación y esto había justificado que el Tratado de Varsovia interviniera para salvaguardar el sistema socialista. 35Además, esta narrativa del pasado guardaba muchas semejanzas con los argumentos expuestos para justificar la intervención en Hungría en 1956. 36Por lo tanto, los comunistas españoles se enfrentaron a dos relatos antagónicos respecto a la crisis de Checoslovaquia. Por otro lado, la legitimidad de ambos emisores estaba clara y entraba directamente en contradicción. La permeabilidad de los argumentos soviéticos fue una cuestión que preocupó al equipo de Carrillo, quien entendía este asunto como una injerencia soviética respecto a las cuestiones internas del partido: «Por aquí siguen enviando cantidades considerables de propaganda. Últimamente el famoso “libro blanco” que conoces, publicado por un “grupo de prensa de los periodistas soviéticos”, en realidad sin que nadie firme y afronte la responsabilidad. Los argumentos que se emplean son del tipo de los empleados en el artículo del 22 de Agosto en la “Pravda”, si cabe más exagerados». 37
El aparato del partido respondió con las dos principales armas con las cuales contaba: el uso del renombre de sus «cuadros» más veteranos y el sentido de la disciplina propio de la cultura comunista. 38De esta manera, tuvieron que ser sus dirigentes más prestigiosos los que insistieran en llamar a la calma. Un ejemplo se puede ver en la carta de Mario Huerta a la dirección central: «Mi escasa experiencia con los pocos que hablé es que la comprensión es fácil a condición de no andar por las ramas a medias tintas, o con tapujos para no producir fuertes impresiones». 39No obstante, esta crisis ponía de manifiesto la existencia de una importante divergencia de opiniones entre las bases y la dirección del PCE. Los orígenes de esta crisis interna son bastante complejos, pero se hace evidente que pivotan en torno a todas las conflictivas modificaciones de la política y el reflejo que esto tenía en la identidad comunista. Como bien señala Giaime Pala, para el grueso de la militancia del PCE el horizonte ideológico era más bien estrecho y su formación política se basaba en un bagaje doctrinal sencillo basado en los clásicos del marxismo-leninismo. 40Tan es así que incluso las propias organizaciones del partido en el interior señalaban que los orígenes de esta crisis se basaban en una falta de interiorización de su nueva línea:
Consideramos que la resistencia manifestada por un gran número de camaradas a condenar la intervención, tan contradictoria con nuestra línea política y con toda la estrategia del movimiento comunista internacional, refleja el muy bajo nivel político de una gran parte de nuestra base y nuestros cuadros medios. Esa resistencia es indicio de la incomprensión y la aceptación superficial de todos nuestros materiales de estudio y de propaganda, en especial de los recientes libros de nuestro secretario general. 41
A pesar de ello, el balance final se acabaría decantando del lado de la dirección del PCE. Este resultado fue posible gracias a la disciplina existente en ese momento entre las personas que formaban parte de sus filas. En cambio, los informes internos muestran cómo esta crisis provocó una fuerte crispación entre la militancia y que un gran porcentaje se encontraba a favor de la intervención. Con todo, el sentido de disciplina garantizó que la crisis fuera poco a poco apagándose. Así lo explicaba Higinio Canga refiriéndose a sus intentos por conciliar ambas posturas, pese a estar a favor de la invasión:
Cuando plantean el problema de Checoslovaquia, dije yo: hombre tenéis que pensar un poco más lo que vais a decir, porque personalmente yo creo que la cuestión de Checoslovaquia es un poco compleja como para que la zanjemos así. Yo tengo una opinión, otros pueden tener otra. Mi opinión es esta: yo rogaría que antes de tomar una decisión que lo pensarais bien. Y entonces todos quedaron de acuerdo con lo que yo planteé […] En esa reunión quedamos en que calma y a esperar los acontecimientos. 42
Se hace complicado calcular el impacto cuantitativo de esta crisis. Sin embargo, sí que se puede decir que tuvo una influencia cualitativa muy importante, cuya consecuencia directa fue el nacimiento de la primera ola disidente ortodoxa. Su huella se dejó sentir en la militancia del interior y también del exterior. Especialmente conflictiva fue la situación de las células del PCE en países socialistas. Aunque la mayoría de los comunistas que vivían en los países de Tratado de Varsovia estuvieron a favor de la intervención, otra parte no lo estuvo. Estos comunistas se vieron expuestos a una fuerte tensión al poder ser acusados de «antisoviéticos» por parte de las autoridades. 43Los repatriados provenientes de la URSS, los antiguos «niños de la guerra», también desempeñaron un papel relevante, ya que se caracterizaron por su fidelidad absoluta hacia la Unión Soviética por encima de las coyunturas políticas. 44Así lo recordaba en sus memorias el que fuera presidente de la Sociedad Cultural Pumarín (Gijón) y miembro del PCE en ese momento, José Leopoldo Portela:
Llega la reunión de la célula de partido en El Llano. Al ser una de las más activas, acudió un miembro del Comité Central, el camarada Ángel León. ¡Buena se armó allí! Nos encontrábamos doce camaradas, y cuando nos explicó que a Dubcek, Secretario General del Partido Comunista Checo, lo habían llevado esposado de Praga a Moscú, y que el trato que le habían dado era peor que el de la policía franquista, el camarada Juanín «El Ruso» se levantó y dijo:
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