La labor de difusión de los textos de esta comisión llegó a adquirir notoriedad. No obstante, hay que tener en cuenta que el contexto era complejo, marcado por la clandestinidad dentro de la clandestinidad. Pese a esta díficil coyuntura, la comisión logró llegar a un sector notable de la militancia. Esto fue posible gracias, fundamentalmente, al papel de la emigración, que mantenía sólidos lazos con los comunistas del interior. Como se puede apreciar en esta carta de un dirigente local a la organización central en el exilio, la preocupación del PCE por la proliferación de estos textos era notable:
Sería bueno que disminuyeran sus recursos económicos para que dejaran de enviar toda esa cantidad de cartas y otros papeluchos. Se conoce que en Bruselas encuentra muchas facilidades para sacar direcciones de los que por allí han pasado y que hoy se encuentran por estas tierras pues todos ellos o casi todos han recibido por correo de su mercancía. 103
Como ya se ha explicado, la reacción del PCE ante la continuidad de las acciones disidentes fue contundente. La estrategia utilizada por el aparato del partido trataba de unificar a la militancia bajo su mando. Por lo tanto, su objetivo era convencer a sus militantes de la necesidad de «cerrar filas» frente a los ataques «escisionistas» al partido. Se trató de un proceso en el cual se construyó una atmósfera de fuerte tensión que apelaba directamente a los comunistas a contribuir a salvar a su organización. De esta manera, se lograba tener un efecto cohesionador, a la vez que se censuraba la diversidad interna. El objetivo principal de toda esta campaña era desviar la atención del contenido de las críticas disidentes. Hasta tal punto que incluso se llegaba a afirmar que aquellos militantes que vertían críticas sobre el partido tenían los mismos intereses que la dictadura:
Las cartas difamatorias de Eduardo García y Agustín Gómez, en tanto que responde a desesperados intentos de fraccionar al Partido, toda su labor escisionista, son ajenos a los intereses de la revolución, del Partido y de la clase obrera. Esos intentos escisionistas solo son comunes a los intereses de la reacción, del franquismo que sueña desde su existencia con la división de nuestro Partido. 104
Sin embargo, la dirección central no se limitó solo a eso, sino que presentaba los avances en la lucha antifranquista como una confirmación irrefutable de lo acertado que estaba resultando el nuevo rumbo del partido. Por otra parte, también se dedicaron muchos esfuerzos a tratar de presentar la ola disidente como algo ajeno al asunto de Checoslovaquia. Precisamente porque, aunque sobre el papel había quedado resuelto, en la realidad distaba mucho de estar superado. El prestigio de los países socialistas continuaba prácticamente intacto entre la mayoría de los militantes. Tan es así que, recelosos del relato ofrecido por la dirección del partido, trataban de buscar información mediante las radios de los países socialistas. Así lo reflejaba un informe interno: «no debemos subestimar la influencia que pueden tener las emisiones de Radio Praga, y otras radios, que seguirán haciendo campaña falsificando la realidad y que son escuchadas a veces por nuestros c[amara] das». 105Otro tema que preocupaba a Carrillo era la información que como exresponsable de organización podía manejar Eduardo, precisamente por las dimensiones que este conflicto podía llegar a alcanzar:
De lo que se trata es de mostrar que el problema ya no es Checoslovaquia, sino la unidad del Partido, la existencia de una tentativa fraccional, escisionista, por parte de gentes que explotan lo de Checoslovaquia a fin de dividir al partido como los que no las comprenden, lo que sí tienen que comprender es que el Partido debe estar unido, mantener su disciplina, y que todo intento de división en estos momentos, cuando estamos en el periodo más álgido de la lucha contra la dictadura, es una traición a la clase obrera, al pueblo. Nosotros no sentimos ninguna alarma por estas actividades fraccionistas porque estamos convencidos de que el Partido las rechaza enérgicamente.
Pero no hay peligro pequeño ni enemigo pequeño cuando se trata de la unidad del partido. Y es lo cierto que estas gentes están enviando emisarios suyos a diversas provincias como nos han informado ya; que pueden seguir enviando por el hecho de que Eduardo, por haber sido responsable de organización, conoce direcciones y gentes. E incluso hay peligro de que la policía, utilizando el mismo juego, consiga sorprender a algún camarada.
No se trata de crear alarma, pero sí de levantar el espíritu de vigilancia y la indignación contra toda tentativa de división del Partido. 106
Tras dejar fuera del partido a García y Gómez, otros dirigentes comenzaron una nueva ofensiva. En este caso, fue encabezada por Enrique Líster, quien había mantenido un perfil muy bajo durante los anteriores conflictos. Precisamente por eso, lo primero que llama la atención es la falta de coordinación e, incluso, de empatía entre disidentes. Si bien las posturas de ambos sectores no eran idénticas, los dos compartían muchos elementos de análisis. Sin embargo, la táctica de Líster estaba también abocada al fracaso. El problema era que las personas que hubieran podido apoyar sus propuestas en los órganos centrales ya habían sido expulsados del PCE y, además, el clima de tensión interna que había generado Carrillo no daba, precisamente, mucho pie a consentir debates que reabrieran las polémicas sobre el rumbo del partido. 107No obstante, es verdad que Líster y García no eran iguales. García era un personaje más bien gris y no era demasiado conocido entre la militancia. Sin embargo, Líster era una persona conocida y mitificada. Hasta el punto de que su figura constituía un claro ejemplo de «hombre-memoria», un liderazgo heroizado muy ligado a la memoria orgánica del PCE. 108Sus posturas no eran parecidas ni siquiera en lo concerniente a la crisis de Checoslovaquia. Líster había votado en contra y Eduardo a favor. Los motivos de su condena hay que buscarlos en su propia historia personal. Líster no había sido un entusiasta de la intervención porque esta le había pillado a él y a su familia en Praga, donde había podido observar las consecuencias directas de la invasión. Aun así, poco más tarde criticaría el supuesto «antisovietismo» de Carrillo y la falta de democracia interna en el partido:
La diferencia, repito, entre mi posición y la de Carrillo y compañía radica que para mí el problema de Checoslovaquia es un problema en sí, que se termina donde se produjo. Por el contrario, para los carrillistas de todo tipo es la ocasión para sacarse la careta, entrar a fondo en el proceso de revisión del marxismo, de abandono a cara descubierta de los principios leninistas y de ataques cada vez más brutales contra los partidos y países, sobre todo la Unión Soviética, donde esos principios son respetados y aplicados. 109
Sin embargo, el planteamiento de Líster tenía una marca propia. Entre su argumentario destacaban las críticas a la historia personal de Carrillo, las cuales se remontaban atrás en el tiempo. Además, su leitmotiv fue el de la búsqueda de la celebración de un VIII Congreso extraordinario. Líster denunciaba que Carrillo estaba secuestrando al partido y que el centralismo democrático no se cumplía; por lo tanto, era necesario un congreso. En este evento, según su visión, la voz de los militantes transformaría el rumbo que había tomado el PCE, para volver a la normalidad. El contexto no era muy proclive a ese tipo de reivindicaciones. Por eso, su trayectoria disidente dentro del partido fue verdaderamente breve, en septiembre de 1970 fue expulsado. Los detalles de su expulsión fueron bastante anómalos. Esta sanción sucedió en una reunión del CC muy turbulenta. Parece ser que Carrillo había ampliado de manera unilateral el pleno con militantes del interior, lo cual hacía que las dimensiones del público fueran mayores que las normales. Por si esto fuera poco, el trato que se le dio a Líster fue bastante brusco. Carrillo no aceptó que se tratara en el orden del día su propuesta del Congreso extraordinario. Tras una fuerte discusión, Líster trató de abandonar la reunión, cuestión que le fue denegada. El bizarro desenlace de este conflicto ofrecía la triste imagen del veterano comunista, antaño general de cuatro ejércitos, retenido durante varias horas hasta que acabó la reunión. Como colofón, estas tensiones se saldaron con la expulsión tanto del propio Líster como de Celestino Uriarte, José Bárzana, Luis Saiz y Luis Balaguer. 110La errática trayectoria de estos primeros pasos muestra que el grado de improvisación de sus participantes fue bastante alta. La tesis de la conspiración soviética que habría fracasado frente a la madurez de la militancia del PCE cae por su propio peso. Sin embargo, la realidad parece haber destacado por la existencia de muchos claroscuros, donde la inexperiencia en este tipo de conspiraciones dio lugar a un fracaso con respecto a sus objetivos iniciales. No fue un levantamiento rápido y efectivo. La disidencia ortodoxa iniciaba una guerra de posiciones cuyo objetivo era el desgaste de la dirección del PCE.
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