La totalidad de los militantes venidos de la URSS clamaban contra Carrillo y comencé entonces a discutir lo ocurrido con todo el que podía. No había tomado decisión alguna sobre qué postura adoptar. El Comité Local de Gijón, sin haber reunido a todos sus miembros, al menos faltaba BRAGA, tomó la decisión de apartarme de la organización bajo la acusación de labor fraccional […] El cabreo fue mayúsculo pues entendía que el discutir sobre los informes del VIII Congreso no podía ser reprobable, así que ayudaron a que diera el paso de integrarme con los camaradas «prosoviéticos» que habían celebrado el congreso. 135
Desde fechas tempranas, el PCE (VIII) contó con presencia en la URSS, RDA, Polonia, Hungría, Bulgaria y Cuba. También tenía fuerza en algunos lugares de la emigración como Bélgica, Suiza, Francia o Argentina, y existían contactos con los disidentes mexicanos que se estaban organizando de forma independiente. En el caso del interior, su presencia se reducía a organizaciones en Asturias, País Vasco, Madrid, Cataluña y Aragón. De entre estas últimas, la más importante era la asturiana. Desde su adhesión en 1971, fue el propio Pedro Sanjurjo el encargado de extender y consolidar la organización. Sin embargo, este joven dirigente actuaba bajo las indicaciones del veterano comunista y líder sindical en Duro Felguera, Higinio Canga.
El estudio de caso asturiano de esta organización es un buen ejemplo de la consolidación del partido en una zona del interior. Su composición sociológica no era muy diversa. El grueso de sus miembros era de extracción obrera y, en la mayoría de casos, estaba formado por antiguos militantes del PCE y la UJCE, cuyo trabajo era fundamentalmente sindical. Los primeros núcleos desde donde el partido fue creciendo estuvieron en las zonas industriales de Gijón y de la cuenca del Nalón. En esta última zona, ya a principios de septiembre, estaba constituido un Comité Local. Este comité se proponía difundir los escritos de Lenin, a su parecer condición necesaria para ampliar la formación de los militantes y desenmascarar a «tiranos, acomodados y burgueses». 136Los primeros contactos se realizaron con militantes que Canga había conocido en la cárcel. También se sumaron al proyecto veteranos sindicalistas con un trabajo en el sindicato vertical y un gran respaldo entre sus compañeros como el caso de «Sionín» de Duro Felguera o «Fidel» de UNINSA. Otro sector importante en su composición fueron los repatriados de la URSS, como los casos de Aladino Cuervo, Andrés Ros o Juan Fernández «el ruso». Al poco tiempo también se incorporaron otros militantes con una larga trayectoria, como «el madreñeru» de la fábrica de loza en Gijón y «el zapateru» de La Felguera, que llegaría a ser el responsable de propaganda en la zona. Otros militantes eran más veteranos, como el mierense Luis Álvarez, de mucho prestigio entre los mineros pensionistas. En algunos de estos casos, las incorporaciones no se hacían de forma individual, sino familiar. Como, por ejemplo, el caso del dirigente minero Juan Bonilla (responsable político del Nalón), cuya familia al completo se había pasado a las filas del PCE (VIII Congreso). 137Una buena fuente para alcanzar a tener una visión más amplia de los perfiles militantes se puede encontrar en la sección de necrológicas del periódico del partido. Así, por ejemplo, en las páginas de Mundo Obrero (cabecera roja) se difundió la noticia del temprano fallecimiento de Carlos Villoria (43 años). Este militante era minero del Pozo Santa Bárbara y había ingresado en el PCE a finales de los años cincuenta. Más tarde había desarrollado un importante trabajo sindical y había sufrido las consecuencias de la represión, siendo torturado en el transcurso de la huelga de 1962. Posteriormente, se había exiliado en Bélgica, donde había encontrado trabajo en una fábrica. Sin embargo, tras la ruptura en el PCE acabaría retornando a Asturias con el objetivo de contribuir en la construcción del nuevo partido. 138
Aunque los motivos que provocaron la disidencia fueron varios, uno destacó por encima de los demás. Lo relacionado con las críticas a la URSS fue lo que tuvo más influencia para la consolidación de la primera ola. Este cambio en el trato del PCE a la Unión Soviética motivaría el florecimiento de una visión crítica más amplia sobre la línea política y la estrategia global de los comunistas. Como ya hemos visto, la ruptura con el mito de la URSS como factor de movilización puso de manifiesto que existía un amplio sector obrero que recelaba con la nueva línea y que la había asumido por disciplina. Por su fuerte simbolismo, resulta especialmente interesante la incesante búsqueda de contacto de estos comunistas con la cultura soviética. Un caso bastante conocido eran los contactos de estos ortodoxos con marineros soviéticos cuyos barcos recababan en puertos españoles desde comienzos de los años setenta. En el marco de estas experiencias se construyeron interesantes redes culturales que contribuyeron a consolidar el mito soviético. Por una parte, estos comunistas ejercían de anfitriones, asesorándoles en la compra de productos y enseñándoles la ciudad. A su vez, ellos les correspondían con material propagandístico para que realizaran sus labores de proselitismo. Se trataba de un material difícil de conseguir y muy codiciado por estos militantes, como libros de la prohibidísima Editorial Progreso o revistas del tipo Unión Soviética . 139
Con la existencia de un partido ortodoxo, que competía directamente con el PCE hasta por el nombre, las tensiones continuaron creciendo. A la altura de 1971, el PCE buscaba deshacerse de estos disidentes incómodos de uno en uno, negando cualquier opción de militancia crítica en su seno. Además, continuaban propagando constantes insinuaciones sobre la posible connivencia policial de este partido o de los oscuros objetivos de su causa:
Para sumar más voces al coro de la reacción, los Líster reclutaron sus adeptos entre insidiadores […] y terminarán confraternizando con toda la suerte de chivatos que la policía orientará para formar grupos de «verdaderos comunistas». Es posible que algunos de los que desde hace tiempo se hundieron en la charca resuciten ahora adoptando posiciones revolucionarias, porque para calumniar al Partido no tropezarán con el aparato policiaco. 140
La acción política cotidiana del PCE (VIII Congreso) no difería en nada de los demás grupos de la oposición antifranquista que operaban en el interior de España. Así, por ejemplo, en septiembre de 1971, Mundo Obrero (cabecera roja) destacaba la reunión mantenida por comunistas de Madrid, que se adherían al VIII Congreso. En el acta de la recién constituida célula Jorge Dimitrov insistía en reafirmar su ruptura con la «fracción encabezada por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo», a la vez que se condenaban sus análisis:
Aquí, en el interior de España, hemos podido ver la demagogia de Carrillo y de su seguidora Dolores Ibárruri al escuchar los discursos que pronunciaron en París y que han grabado en cinta magnetofónica. En esos discursos han hecho cánticos triunfalistas para engañar al mundo que vive fuera de nuestras fronteras. He aquí algunas de sus mentiras: Que al franquismo le quedan cuatro días de existencia; que las fuerzas de oposición están formadas por muchos oficiales y algunos altos jefes del Ejército franquista; que hay un potente partido comunista. 141
También se reproducía el saludo de un grupo de comunistas de Málaga que opinaba que: «es imprescindible derrotar totalmente al carrillismo, enemigo irreconciliable del socialismo y del comunismo». 142Asimismo, escribían al Mundo Obrero (cabecera roja) los militantes de una célula afincada en Euskadi y compuesta por comunistas vascos y extremeños. En su carta, además de declarar su simpatía por el nuevo partido, se puede apreciar la importancia que la memoria revestía en la identidad de la militancia comunista:
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