Eduardo Abad García - A contracorriente

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A través de un recorrido por el surgimiento y la evolución de la disidencia de origen ortodoxo en el comunismo español, de aquellos a quienes la opinión pública encasilló como «prosoviéticos», se plantea la hipótesis de que este movimiento de oposición en el seno del Partido Comunista de España estuvo motivado por la mutación progresiva de la política y la imagen del partido. Estas transformaciones no serían bien recibidas por algunos sectores de su militancia y, como consecuencia, se produjeron varios movimientos divergentes cuyo nexo común radicaba en la reivindicación de la identidad comunista clásica.También fue importante el contexto, marcado por las frustraciones de la Transición y la crisis del movimiento comunista internacional. Fruto de una exhaustiva investigación, este trabajo propone una periodización de esta corriente en tres olas, metáfora que ayuda a comprender las distintas dimensiones de un fenómeno complejo y facilita su análisis sincrónico centrado en la identidad comunista. Se trata de la primera ocasión en que se estudia este hecho de forma global y monográfica. Por lo tanto, el objetivo principal es contribuir a esclarecer una de las facetas más desconocidas de la historia del comunismo español –poco después del centenario de su nacimiento–, sin la cual esta no estaría completa.

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Nosotros consideramos que la situación por la que atraviesa nuestro Partido en estos momentos es la más difícil desde su fundación, el 15 de abril de 1920, y que su historia y procesos deben saberlo todos los comunistas españoles […] Nuestros caídos nos vigilan desde la tumba y nos están juzgando porque ellos son parte integrante de la gran obra revolucionaria y a nosotros nos legaron seguirla como nosotros se la legaremos a otros para culminarla. 143

Sin embargo, no todo se quedaba en el terreno interno. El partido también llevaba a cabo algunas acciones dentro de España, aunque circunscritas sobre todo a Asturias, donde tenía una militancia más activa. En ese sentido, destacaba la campaña contra la visita de Franco a Gijón, con la colocación de letreros que decían «Franco asesino, libertad para los presos políticos», la participación en un encierro de pensionistas o el boicot a las elecciones de procuradores. 144Además, llevando a la práctica los postulados del VIII Congreso, se anunciaba la creación del Frente Democrático Revolucionario (FDR), cuyo objetivo era lograr la unidad de acción con otras fuerzas políticas, a la vez que tejer una red de alianzas más obrerista y alternativa a la del PCE. Su primera aparición fue para denunciar la brutal represión franquista contra los pensionistas encerrados en algunas iglesias asturianas. Ante estos hechos, realizaban un llamamiento a la movilización. El objetivo debía ser iniciar un fuerte movimiento huelguístico que acabara desembocando en una huelga general. 145Además, las páginas de Mundo Obrero (cabecera roja) se llenaron de crónicas y artículos sobre huelgas y conflictos laborales. El periódico servía como un canal de información que lograba difundir las distintas luchas que ocurrían en el interior a lugares tan lejanos como Bruselas o Moscú. Este periódico también funcionaba como uno de los principales vínculos entre la dirección del partido y sus militantes o simpatizantes. La llegada cada quince días o cada mes de la prensa del partido servía para renovar el contacto dentro de la red clandestina e impulsar nuevamente la ilusión colectiva gracias a las informaciones que allí se relataban sobre avances en su lucha. La prensa no solo se consumía de forma individual, su objetivo era ser leída por cuantas más personas fuera posible. Era un formato que pasaba de mano en mano, pese a que en el interior de España su consumo fuera perseguido. Por supuesto, en las páginas de Mundo Obrero (cabecera roja) se aseguraba la cada vez mayor popularidad entre los trabajadores de esta cabecera: «la lectura y comentario de sus artículos abre perspectivas insospechadas de claridad revolucionaria […] Mundo Obrero Rojo es y seguirá siendo, el faro luminoso que ilumine su andar tras la gran victoria de las fuerzas del trabajo». 146

La organización del partido dedicaba sus esfuerzos a hacer todo lo posible para ayudar a sus «camaradas» del interior, conscientes de que, en última instancia, eran ellos quienes se jugaban la vida luchando contra Franco. Una muestra de ello fue la recaudación de una notable cantidad de dinero en 1972 por el PCE (VIII Congreso) de París, entre cuyos militantes destacaban los exiliados y emigrantes. Ese dinero fue enviado a la frontera vasca, donde, al más puro estilo de la clandestinidad, fue entregado a un miembro de la organización asturiana. Una vez más, el ejemplo asturiano sirve para ilustrar el funcionamiento cotidiano de esta organización. Con este dinero fue adquirida una multicopista destinada a las labores de «agit-prop». Se trataba de una poderosísima herramienta para el trabajo clandestino, capaz de reproducir manualmente miles de copias de panfletos y otro tipo de materiales. Por su peligrosidad, inicialmente esta multicopista se situó en el pueblo de los abuelos de Pedro Sanjurjo, Riofabar (Piloña). Sin embargo, resultaba demasiado arriesgado recorrer tanta distancia con estos materiales clandestinos. Por suerte, a los pocos meses un militante en la emigración holandesa entregó a la organización las llaves de su piso en Gijón. Allí se estableció el equipo de propaganda tras realizar una obra para construir una habitación oculta. Durante años este espacio se convirtió en la sede clandestina del partido y la vivienda de su dirigente en Asturias Pedro Sanjurjo. 147En términos generales, durante esta primera etapa de 1970-1972 el partido, pese a tener unas dimensiones modestas, mostraba un buen nivel de crecimiento organizativo. Sobre todo, se puede observar cómo se produjo una consolidación de su capacidad logística y el fortalecimiento de sus redes de contactos. Sin embargo, las formas de organización continuaban siendo un poco precarias, el impulso de la actividad celular se realizó con lentitud. Por ejemplo, en el caso de la organización asturiana, la forma de trabajo consistía en la centralización de casi todas las tareas de dirección designada por el CC en una sola persona, Pedro Sanjurjo, lo cual no era lo más acorde con el centralismo democrático. 148

Durante este periodo, tuvieron lugar algunas contradicciones importantes entre el PCE y los países socialistas que afectaron de distintas maneras a los comunistas ortodoxos. Un tema especialmente espinoso fue la polémica en torno a la importación de carbón de la República Popular Polaca en plena huelga de los mineros asturianos o la represión hacia los trabajadores de este mismo país. 149El PCE fue radicalizando sus posturas con el paso de los días. En un primer momento solo exigían que el POUP desmintiera tajantemente (si es que era falso) que varios barcos estaban exportando carbón a la España franquista. Además, también destacaban que Polonia como país socialista debía tomar medidas activas de solidaridad con los mineros asturianos. 150Pero, a medida que se fue aclarando la cuestión del carbón polaco, el PCE comenzó a denunciarlo de forma mucho menos sutil.

Sin embargo, para los comunistas agrupados en el VIII Congreso estas acusaciones no eran más que «provocaciones». Por eso, según su narrativa partidaria, la mayoría de los mineros y la población trabajadora asturiana estaba indignada con lo que consideraban ataques por parte de los «carrillistas, especulando con eso del carbón polaco». Es interesante detenerse mínimamente a analizar el argumentario utilizado para defender a Polonia en este caso. En primer lugar, apelaban a la coexistencia pacífica, por la cual era importante incentivar los contactos entre países de distinto signo político. Por lo tanto, ellos consideraban que se trataba de un ataque sin argumento, pues no se podía hacer «la revolución mundial sobre la base del cese de comercio entre países». En segundo lugar, esgrimían la autoridad de la memoria y la continuidad con la historia del partido, ¿si antes no había problema por qué ahora sí? Y es que, según ellos, las acusaciones contra Polonia por la llegada de barcos de carbón que «a veces coinciden con huelgas de los mineros, se remonta a 1962». Fue en ese momento cuando según el PCE (VIII) habría habido un fuerte debate con miembros del FLP en la cárcel de Carabanchel por este mismo problema. Según su argumentario, en aquel caso concreto y en otros conflictos similares que se dieron hasta 1970, se habría obrado correctamente: «nadie buscaba chivos expiatorios en los barcos polacos». Para ellos, el problema no era ese. Lo que era necesario impulsar era la solidaridad activa de la gran metalurgia asturiana concentrada en Mieres, Langreo, Gijón y Avilés. De esta forma, se arrastraría a otros campos de la producción a la huelga, incluido el portuario. Y como colofón, se vería que los barcos polacos o americanos «no tienen ninguna incidencia en la huelga minera» y que «“el problema” del carbón polaco es una maniobra antisoviética y antisocialista». 151

Otro aspecto importante tuvo que ver con los intentos del partido de traspasar su tradicional hermetismo obrero y llegar a otras clases sociales, especialmente el campesinado. Este intento de expandirse a zonas agrarias respondía a los planteamientos del VIII Congreso, en los cuales se insistía en la necesidad de reforzar la alianza obrero-campesina. 152El partido solía incluir la situación del campesinado frecuentemente entre sus análisis de la realidad española, destacando que «la miseria y el desequilibrio entre la ciudad y el campo se acentúa más cada año». 153Además, aunque no se daban datos concretos del trabajo realizado, sí que se informaba de avances en la elaboración de propuestas políticas redactadas por supuestos dirigentes campesinos. 154Incluso, a finales de 1972 la resolución del V Pleno del CC volvía a insistir en la necesidad de continuar organizando a los campesinos:

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