Priscila Serrano - Nuestro amor en primicia

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Nuestro amor en primicia: краткое содержание, описание и аннотация

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Sergio y Lucía lo son todo el uno para el otro. Jóvenes y enamorados, no saben que el destino tiene unos planes muy distintos a los que ellos dos esperan. Cuando el joven Sergio debe cumplir la última voluntad de su abuelo, se ve forzado a hacerse cargo de la empresa familiar, Fisher Enterprise. Dejando todo atrás, sus planes de futuro y a Lucía. Con el paso de los años Sergio se ha convertido en el CEO más importante y deseable de Alemania, pero eso no significa que lo tenga todo en la vida.¿Habrá podido olvidar los besos de Lucía? ¿El caprichoso destino que los separó, jugará con ellos de nuevo? ¿Qué ocurrirá cuando vuelva a reunirlos?

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Mi padre me extendió el teléfono y solo su ceño fruncido me preocupó.

—¿Quién es? —Le pregunté.

—Será mejor que lo compruebes tú misma.

La dura voz de mi padre me puso en alerta, aunque, a decir verdad, él estaba un poco enfadado conmigo por haberme quedado embarazada a tan corta edad, pero ¿qué podía hacer ahora? Cogí el teléfono con manos temblorosas y respondí. Una voz que no conocía comenzó a hablarme. Su voz era fría y sus palabras aún lo eran más.

—Tienes que dejar que siga con su vida y en esa vida tú no cabes, Lucía —me pidió Nick, el hermano de Sergio.

Mis lágrimas vinieron con fuerza, con tanta fuerza que, si tuviera a ese tipo frente a mí, no sabía qué haría.

—No sé por qué no me llama él en vez de mandarte a ti.

—Porque prefiere que no sufras, pero créeme, él no te quiere y en este momento está con otra mujer, porque ella sí es una mujer y no una cría como tú.

—No voy a permitirte que me hables así. Dile a Sergio que se ponga, necesito contarle algo muy importante… tiene que saberlo —pedí entre sollozos.

Me estaba muriendo, me estaban arrancando el corazón y tirándolo a la basura de una manera desgarradora. Nick, se negó y me pidió saberlo él mismo. No quería tener que confesarle a una persona que no le importaba nada ni nadie, que sería tío, ¿Y si lo rechazaba? ¿Y si decía que no era de Sergio? Yo jamás estuve con alguien que no fuera él. Sergio fue el primero en todo, en enamorarme, en hacerme el amor y en destrozarme.

—Estoy embarazada —declaré. Las palabras habían salido de mi boca prácticamente solas.

—Pues te recomiendo que abortes, pero mi hermano no puede saberlo. Además, seguramente no es suyo y si lo es, no se hará cargo. Tú verás lo que haces —escupió con asco—. Una última cosa y espero que me hagas caso. Espero que seas lista y le dejes en paz, mi hermano no te necesita y mucho menos te quiere ¿queda claro?

—Más claro que el agua.

Y colgué o él colgó. Ahí se cortó la comunicación y yo, tras tirar el teléfono contra la pared, haciéndolo añicos, me tumbé boca abajo y escondiendo mi rostro en la almohada, lloré como jamás en mi vida lo había hecho.

Los recuerdos eran muy dolorosos, tanto, que, con solo escuchar su nombre, mi corazón latía desbocado, pero no por amor, eso hacía tiempo que sabía que él no sentía, aunque quisiera hacerme ver esta noche que sí. Si no, porque me dolía, sangraba y la herida que prácticamente estaba consiguiendo cerrar, se abrió en canal al escuchar sus malditas palabras, al sentir sus estúpidos labios contra los míos. Comprendí que jamás iba a dejar de amarle, que Sergio sería el primer y último hombre que entraría en mi corazón, en mi organismo, haciéndolo suyo por completo. Por mil hombres que se cruzaran en mi camino, ninguno sería él… Yo, siempre lo recordaré y amaré.

4

Sergio

Un año después.

Podría pasarme la vida entera recordando aquella vez que la vi, como sus labios se pegaron a los de aquel tipo que luego alabó lo que hacía. Encima parecía buen tío, uno que sí sabría valorarla. Ahora me encontraba a las puertas de una iglesia donde ella estaba a punto de darle ese sí quiero que debía ir para mí. ¿Por qué tuve que aceptar esta maldita vida? ¿Por qué dejé que me la arrebataran? ¿Por qué sigo buscándola? Estaba cansado de tanto seguirla, de seguir tratando de acercarme a ella cuando ya me había olvidado. Lucía estaba casándose con el hombre del cual ni siquiera recordaba su nombre.

Y no sabía si podría acercarme e interrumpir algo que a lo mejor lo único que iba a darme, era la realidad de todo. Y eso era que la perdí, que ella ya no era mía y que nunca más la iba a poder tocar, abrazar y mucho menos hacerla mía como tantas noches había soñado.

La amaba con todo mi ser, con todo el maldito corazón que he querido endurecer, pero que con su simple recuerdo se volvía el más débil de este mundo.

—Pablo Alcázar. ¿Aceptas como esposa a Lucía Lago?

La pregunta del Cura fue lo que me hizo despertar de mi trance. Mis ojos no se despegaban de ella, de toda ella. Estaba tan hermosa con ese vestido blanco. Siempre la imaginé caminando hacia el altar, donde yo la esperaba con una amplia sonrisa. Era tan guapa, tan perfecta. Suspiré cuando escuché el sí de ese tal Pablo y como ella sonreía plácidamente, aunque no era la sonrisa que a mí me regalaba, esa que irradiaba felicidad. Parecía contenta, pero no feliz.

—Lucía Lago. ¿Aceptas como esposo a Pablo Alcázar?

Ella se quedó callada, anclada al suelo o eso fue lo que me transmitió. Su cabeza se movió despacio, buscando a alguien con la mirada, hasta que me vio, sus ojos se clavaron en mí. No era a mí a quien quería ver, su gesto me lo demostró, pero tampoco dejó de mirarme. Por un momento pensé que lo dejaría todo y correría hasta mis brazos, pero no, no lo hizo y dejó de mirarme para mirarle a él, a ese tipo que esperaba una respuesta ansioso.

—Sí, quiero… claro que quiero —respondió y mi mundo cayó al suelo.

No volvió a mirarme y lo último que vi, fue como se besaban, sellando con eso su amor. Me di la vuelta y salí de esa iglesia tan grande y pequeña a la vez. A mí me ahogaba estar encerrado ahí mientras los veía felices.

Me subí al coche y conduje hasta el hotel donde me esperaba mi hermano. Teníamos una reunión muy importante con una revista española, aunque el dueño era alemán, pero llevaba en Madrid unos años. En principio ese fue el motivo de mi regreso, pero llamé a casa de Lucía para hablar con ella, para saber de ella y me respondió su padre. Ese hombre me odiaba y no lo culpaba. Él fue quien me dijo que se casaría y el lugar. Creo que lo hizo para hacerme ver que ya la había perdido o puede que con eso pusiera a prueba a su hija si yo le pedía que no se casara. No lo sabía, el caso era que ya se casó y que no había nada que podía hacer.

Cuando llegué al hotel, mi hermano me esperaba en la puerta. Me cabreaba que tuviera que estar tan pendiente de mí y mi vida, cuando la suya era una puta mierda. Claro, por eso no se aguantaba ni él. ¿Quién iba a quererle con ese carácter?

—Hasta que llegaste. ¿Dónde estabas? Seguro que fuiste a buscarla ¿me equivoco? —Se interesó. Lo asesiné con la mirada, sinceramente no estaba para que me tocase los huevos.

—Pues sí, fui a verla, pero tranquilo que se cumplió tu deseo.

—¿A qué te refieres?

—No volveré a buscarla, ya no es mía —anuncié con el corazón estrujado.

—Nunca lo fue, Sergio. Solo era la ilusión de un adolescente, pero creciste y tienes obligaciones que atender, como la reunión con la revista Meyer —ignoró por completo mis sentimientos, como siempre.

—Me importa una mierda esa revista, ya lo sabes. Pero sí, ya he crecido y tengo que sacar adelante la empresa a la que me habéis obligado elevar.

—Vamos, no te quejes tanto.

Comenzamos a caminar y entramos en el restaurante del hotel Villa Manga, donde el Sr. Meyer, nos esperaba junto con una mujer rubia bastante guapa. Aunque ninguna se comparaba con ella; joder, dejar de pensar de una vez en Lucía, pensé. Imposible, jamás iba a olvidar el momento de ese sí quiero, ni mucho menos cuando me miró y aun así se casó. Sus ojos no me miraban de la misma manera, con ese amor que decía que me tenía y que yo mismo jodí.

—Buenas tardes, disculpen la espera —saludé a Jackson Meyer y a su hija Penélope.

Cuando la vi de cerca, sí la reconocí. Era una modelo muy famosa en Alemania y para qué negarlo, era muy guapa. Nos sentamos y noté como ella me miraba y sonreía de una manera extraña, aunque dulce.

—Entonces ¿a qué debo esta reunión? —Preguntó Jackson sin tapujos.

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