En este aspecto reside uno de los rasgos paradójicos ligados al concepto de disenso. Este último no se agota en las figuras concretas que asume, pero tampoco se puede entender sin analizarlas como objetivaciones históricas concretas del sentir diferente.
No obstante, si detenemos nuestra mirada en él y lo pensamos como intensidad anterior con respecto a toda conceptualización y a toda posible traducción en forma política, es decir, si lo estudiamos independientemente de sus figuras concretas, entonces este, en su sentido más amplio o, si se prefiere, en su horizonte expresivo específico, se configura como una especie de «poder destituyente» 11 . Quizá sea esta su mayor peculiaridad.
Si, sobre todo después del cambio trascendental que supuso la Revolución francesa, el poder se piensa y se practica como «poder constituyente», como fuerza capaz de poner en marcha un nuevo orden institucional en cuyo espacio organizar y reglamentar las relaciones humanas, entonces el poder destituyente que el disenso pretende hacer valer es, por su naturaleza, de signo opuesto. En primer lugar, no aspira a crear ex novo o a fortalecer un orden social, sino a derrocar y debilitar el poder existente y el orden hegemónico, tanto real como simbólico.
El gesto típico de disentir como figura del sentir diferente coincide con ese «decir-que-no» que revela la falta de adhesión del sujeto al orden real y simbólico y, por ende, su potencial cuestionamiento. Es, por su esencia, la interrupción individual de un amplio y hegemónico consenso, la puesta en discusión de un sistema real, ideal y de valores que se impone como dominante, exclusivo o, en cualquier caso, mayoritario.
Esto no significa, sin embargo, que el acto de disentir se agote en las figuras del rechazo o de la oposición; al contrario, este gesto niega para afirmar y destituye para reconstruir 12 .
El rechazo es el primer momento de la dialéctica del disentir, cuyo desarrollo posterior, en positivo, consiste en reconocer lo negado, lo obstaculizado, lo reprimido, lo desatendido y lo ignorado, propuestos como correctivos o como alternativa a la realidad existente.
A diferencia del consenso, que puede ser pasivo y estructurarse como aceptación inerte, llamado más propiamente asentimiento, el disenso solo se da como activo y afirmativo. Esto es lo que más falta en nuestro tiempo del consenso de masas y de la homologación generalizada, donde todos piensan y sienten del mismo modo. Pues bien, como destacaremos en nuestra argumentación, una buena consideración histórico-filosófica de las figuras del disenso debe tener en cuenta la exploración crítica de la uniformidad global de las conciencias que se está llevando a cabo actualmente, en el horizonte del nuevo pensamiento único y del falso pluralismo democrático de la civilización occidental.
Este último multiplica y fragmenta el mensaje a fin de ocultar su naturaleza íntimamente totalitaria y negadora, desde un principio, de todo derecho a disentir y pensar diferente.
1.Cf. F. De Sanctis, «Consenso-dissenso», en G. Zaccaria (ed.), Lessico della politica , Lavoro, Roma, 1987, pp. 96-105.
2.Cf. M. Heidegger, Ser y tiempo [1927], § 9-13, Trotta, Madrid, 72020.
3.B. Spinoza, Tractatus theologico-politicus [1670], 17, § 1.
4.A. Camus, El hombre rebelde , Alianza, Madrid, 2016, p. 17. [Siempre que ha sido posible, se ha localizado las citas en las ediciones correspondientes en lengua española. En caso contrario, se da al menos la referencia general a una traducción española existente. N. del E. español ].
5. Ibid ., pp. 33-121.
6.Platón, República , I, 516 c.
7.Sobre este tema, nos permitimos remitir a nuestro estudio Idealismo o barbarie. Por una filosofía de la acción [2014], trad. de Michela Ferrante Lavín, Trotta, Madrid, 2018.
8.I. Kant, Risposta alla domanda: che cos’è l’illuminismo? [1784], ed. de N. Merker, Editori Riuniti, Roma, 31997, p. 48 [ Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? , Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2002].
9.Aristóteles, Metafísica , VII, 1028 a.
10.Cf. C. Schmitt, El concepto de lo político , Alianza, Madrid, 1998.
11.VV. AA., Piqueteros. La revuelta argentina contra el neoliberalismo , DeriveApprodi, Roma, 2002. Cf. R. Laudani, Disobbedienza , il Mulino, Bolonia, 2010, pp. 10-11 [ Desobediencia , Proteus, Barcelona, 2012].
12.Cf. G. M. Chiodi, Tacito dissenso , Giappichelli, Turín, 1990, p. 148.
2
EN EL PRINCIPIO FUE EL DISENSO
«Os lo pedimos expresamente, ¡no encontréis natural lo que ocurre siempre! Que nada se llame ‘natural’ en esta época de confusión sangrienta, de desorden ordenado, de planificado capricho y de humanidad deshumanizada, para que nada pueda considerarse inmutable».
B. Brecht, La excepción y la regla
En su ensayo La desobediencia como problema psicológico y moral (1963), Erich Fromm afirma que los mitos principales de la cultura occidental asumen como cimientos de la civilización el acto de disentir, una reclamada oposición ante un imperativo divino 1 o, incluso, esa específica manifestación del sentir diferente que es la desobediencia en cuanto rechazo razonado de una orden recibida que, al violarla, da comienzo a la historia humana: una aventura consciente e independiente, marcada por errores y sus superaciones 2 .
Las tradiciones judía y cristiana adoptan como punto de partida el disenso de Adán y Eva ante el imperativo divino que les prohíbe comer del árbol del conocimiento: eritis sicut dii (seréis como dioses) dice la serpiente a Eva para inducirla a la tentación (Génesis 3, 4-5). Al ceder a esa invitación a la desobediencia, a la que van unidas la voluntad de poder y de ser artífices de su propia historia, los hombres se ven despojados del derecho a permanecer en el edén. De la armonía originaria, se hunden en una incesante sucesión de dolor y tormento, destinada a continuar hasta el final de los tiempos. Además, esa rebeldía originaria, que el hombre pagó tan cara, le permitió llegar a ser verdaderamente tal, elevarse al rango de ser autónomo, independiente y libre, faber fortunae suae (artífice de su propio destino), superior a las demás criaturas, ya que solo él puede determinarse libremente a través de su actuar responsable.
Según lo sugerido por Fromm, en la civilización griega el analogon (analogía) de Adán y Eva puede ser identificado justamente con Prometeo. Él también se rebela contra el orden establecido, disiente ante el imperativo de los dioses olímpicos. Para redimir la condición humana, está dispuesto a permanecer encadenado eternamente a una roca del Cáucaso mientras su hígado es devorado día a día por el águila; para que, como indican los versos del Prometeo encadenado de Esquilo, «aprenda a soportar la tiranía de Zeus y renunciar a sus sentimientos humanitarios» 3 .
Si bien desde perspectivas y suposiciones diferentes, las historias de Adán y Eva y de Prometeo no dejan de enseñarnos la importancia del disenso, pero también la preferencia por una condición de dolor y sufrimiento, orientada a mejorar la vida de la raza humana mediante esfuerzos, porque, como dijo Tácito: «más quiero esa peligrosa libertad que una servidumbre tranquila», malo periculosam libertatem quam quietum servitium .
Este es el sentido profundo que custodia la bien conocida fábula de Fedro: un lobo flaco y hambriento encuentra a un perro bien nutrido pero atado; ante esta condición, el lobo prefiere seguir padeciendo hambre antes que perder su libertad e independencia. Solo si disentimos, organizando en formas estructuradas nuestro sentir diferente, podemos madurar como personas, es decir, como portadores de una visión crítica y personal, elegida libremente y no aceptada pasivamente porque nos la impone el orden simbólico dominante.
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