Me he ocupado más extensamente de la ley de la puerta abierta en el caso de las dificultades de la vida. Lo he hecho con toda intención. Porque es una ley de validez inalterable en el campo de la Divina Providencia. En ese campo es admitido quien es ya un nadador formado o maestro de natación, o bien quien se empeñe en lograr ese título. Quien quiera obtener “derecho de residencia” en dicho campo, no debe contentarse con un mero reconocimiento de los valores sobrenaturales tradicionales. Tiene que rendir y aprobar el examen sobre tal reconocimiento en innumerables ocasiones de la vida concreta. Vale decir, tiene que haber aprendido a ver y a asumir la vida a la luz de la fe; tiene que ser un maestro en el arte de pesar todos los acontecimientos en la balanza de la fe. Vivir continuamente en el cielo,70 pero a la vez con los pies en la tierra, con ropas que huelan a tierra. Así encarnará por excelencia el ideal que san Pablo define con las siguientes palabras: "Mi justo vivirá por la fe" (Hb 10, 38).
1.27. “EL PADRE PODA LA VID”
De: Rom-Vorträge, II (1965), 211-213
“El Padre poda la vid”.71 ¡Qué bella y a la vez qué sencilla ilustración de un pensamiento! El Padre poda la vid. En la medida en que yo sea miembro de Cristo daré fruto, fruto para la eternidad, y ciertamente también para la vida terrenal. El Padre poda la viña para que dé más fruto. Detengámonos en esta imagen. En primer lugar, el Padre poda. Les recuerdo lo que dijimos en su momento: Dios se vale de manos ajenas. Tenemos que aprender a besar todas las manos de Dios, también las manos “prestadas” de Dios, las manos “alquiladas” de Dios.
O bien aquel otro pensamiento: las mano de Dios no es blanda, sí siempre cariñosa y bondadosa, pero no raras veces calza guante de hierro. Pero debajo de ese guante está la mano de Dios. El Padre poda. No siempre lo hace directamente. Pero puede hacerlo. ¿Cómo? Mediante luchas y crisis que soportamos en nuestro interior. El Padre poda. ¿Cómo? A través de una mano ajena, a través de manos humanas sacrílegas, asesinas, criminales. Pero el Padre es quien lo hace. Se vale de guantes. ¿Qué tipo de guantes? Guantes que pueden provocarnos heridas que van desde un arañazo hasta fractura de mis miembros. Pero el Padre es quien lo hace. ¿Por qué lo hace? Hay que podar la viña; hay que purificar de egoísmo el corazón; tengo que ser liberado de mí mismo. Todas las cosas sobre las cuales hemos hablado hasta el momento desde un punto de vista más bien ético, cobran ahora un tinte sobrenatural.
Poda la vid… Yo soy esa vid. Por lo tanto tengo que ser una vid de pleno valor, de incomparable fecundidad, de abundante fruto. El Padre la poda para que dé más racimos. Tengo que dar más frutos, tengo que asemejarme más al Señor. Y si me asemejo al Señor de la Pasión, entonces no sólo me asemejaré a la vez al Señor de la Transfiguración, sino también al Señor Redentor del mundo.
Internalicemos hondamente ésta y otras verdades bíblicas. No basta haberlas escuchado una vez. También en el caso de que, por ejemplo, tengan que enseñarlas en clase. Para comprenderlas hace falta tomar distancia del mundo, buscar la soledad. Necesitamos clausura del corazón. Quedarnos en casas de dichosa soledad. Cuando más tarde debamos andar de aquí para allá en el mundo, cuando más hayamos consolidado la clausura del corazón, tanto más las mencionadas verdades cobrarán forma, figura y vida en nosotros.
1.28 TEOLOGÍA DE LA CRUZ
De: Homilía del 1 de abril de 1962
En: Aus dem Glauben Leben, 1, 40-41
Sí, la cruz y el sufrimiento, tal como los vemos en la vida, constituyen un enigma. Con razón podríamos hablar de un mysterium crucis [misterio de la cruz]. Cruz, sí, mi propia cruz, tal cual la cargo sobre mi espalda. Y no sólo consideremos la cruz personal sino las cruces de todo el mundo: ¡Qué multitud de cruces! No en vano hablamos de un “valle de lágrimas”. No lo admitimos públicamente, pero en lo que hace a nuestra íntima experiencia nos decimos: “Sí; es un valle de lágrimas”. ¿Por qué esa situación? Mysterium crucis.
Misterio de la cruz. La cruz es algo enigmático para la razón humana. Por eso los teólogos hablan precisamente de misterio de la cruz; pero también hablan de mysterium gratiae, del misterio de la gracia y del misterio de la maldad. ¿Cómo es posible que la naturaleza humana pueda yacer tan enfangada en el pecado? ¿Por qué fluye por el mundo esa corriente de pecado terrible, sucia, extraordinariamente sucia? Un misterio. Un misterio como lo es el de la cruz y el del sufrimiento: cruz y sufrimiento en mi vida; cruz y sufrimiento en la vida de toda la humanidad, especialmente en los tiempos que corren. Nosotros mismos, ¡por cuánta cruz y sufrimientos hemos pasado! Y si agregamos lo que hemos visto y oído de otros…
Pero los teólogos hablan también de una teología de la cruz. Por un lado, mysterium crucis y, por otro, theologia crucis. ¿Teología de la cruz? Sí, hay una teología sobre la Santísima Trinidad, una teología de la eucaristía, etc. ¿Ha de haber también una de la cruz? Hablamos en este punto de una teología que enfoca la siguiente cuestión: A pesar de todo esta cruz y sufrimientos que vemos en el mundo, ¿cómo justificar a Dios? ¿Hemos de justificar nosotros a Dios, a su justicia? ¿De dónde proviene todo ese sufrimiento? ¿De dónde? Quizás yo salga bien parado al examinarme sobre cruces y sufrimientos personales… pero hay otras personas que parecen signadas desde la cuna por la desgracia; donde quiera que vayan las acompaña una cruz insoportable, incomprensible. En esos casos, ¿cómo justificar a Dios, cómo justificar su justicia y misericordia? He ahí el gran problema de la cruz. (…) Lo enigmático de la cruz en mi vida y en la vida de toda la humanidad. (…) ¿Quién descorrerá el velo de este enigma insoluble? ¿Acaso la razón, la razón que piensa humanamente? Sí, lo descorre en cierta medida, pero no explica mucho las cosas. ¿Lo descorrerá la razón iluminada por la fe? Sí, la razón iluminada por la fe explica un poco más, pero no todo. Por último el enigma, el misterio de la cruz será resuelto recién en la visio beata, cuando en el cielo veamos a Dios cara a cara.
1.29 (TRES) RAZONES TEOLÓGICAS PARA EXPLICAR LAS OSCURIDADES Y DIFICULTADES EN LA VIDA
De: Conferencia del 30 de noviembre de 1965
En: Rom-Vorträge, II (1965), 217-225
(La historia como “difícil camino de peregrinación” : Testimonio autobiográfico del P. Kentenich luego de catorce años de exilio)
“En el difícil camino de peregrinación
Dios se ha manifestado ante nuestra comunidad
en su grandeza y sabiduría,
para gloria y alabanza suyas.”72
Aquí nos hallamos nuevamente ante el Eterno, ante el Infinito, a quien queremos adherir, amar con toda el alma. Todo lo que ha acontecido, también lo inexplicable, insondable, incomprensible, se torna luminoso cuando lo contemplamos en el espejo del eterno amor del Padre y de la fe en la Divina Providencia. (…) ¿Qué cosas hicieron arduo el camino? Sobre todo el continuo pasaje por oscuridades. Por encima de esas oscuridades estuvo siempre el Dios de la vida, el Dios que ha planeado nuestra peregrinación con todos sus escollos, que ha guiado y orientado hacia sí nuestra vida cotidiana, nuestro camino de peregrinación de los últimos catorce años. Ponemos especial énfasis en tomar conciencia de cuán oscura, oscurísima, era la noche por la que tuvimos que andar continuamente, y en la que fuimos guiados de estación en estación. Tratamos luego de indagar por qué esa peregrinación hubo de llevarnos por la oscuridad. Y encontramos tres respuestas.
(Primera respuesta: Sólo Dios conoce el plan de vida)
La primera respuesta: Porque seguramente el plan de Dios sólo es conocido por él. De ahí que por más que pensemos, que usemos nuestro entendimiento humano, no arribaremos a una conclusión satisfactoria. La naturaleza del ser humano es así: vengan las dificultades que vinieren, si detrás de ellas descubrimos una línea, si la razón natural logra hallar y explicar una línea, logra discernir cómo una cosa lleva necesariamente a otra, entonces la mente queda satisfecha, aun cuando el corazón sufra. Pero aquí la dificultad radica justamente en que el pensamiento puramente natural no puede comprender lo que sucede. Por cierto a la luz de la fe podemos obtener un conocimiento parcial, podemos entrever líneas del plan, y sobre esa base prever de algún modo cuál sería el desarrollo futuro, pero la oscuridad subsiste. Por eso hablamos de salto mortal que tiene que dar la razón natural. Consideren con mucha seriedad lo que significa pues ‘salto mortal de la razón natural’. Tomen conciencia de que Dios ha trazado un plan para nuestra vida en el cual están previstas cada una de las vicisitudes singulares de esa vida. Dios nos oculta ese plan, no nos lo desvela plena y palmariamente. Eso explica la oscuridad, la noche oscura de los años pasados.
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