A ello se agrega como una nueva pregunta:37 ¿Acaso Dios no habla a las personas también a través de los signos de los tiempos o mediante sus conducciones y disposiciones? ¿Acaso no lo hace de modo tan claro e inequívoco que todo aquel que por tales signos capte con claridad el deseo y voluntad de Dios está obligado, en virtud de la fides theologica, a inclinarse ante él con actitud creyente? Acaso no apuntan en esa dirección las palabras del Señor: “Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?”38
De: Carta al P. Menningen del 6 de junio de 1953
Si realmente aspiramos con seriedad a que el Santo Padre legitime oficialmente la fe en la Divina Providencia, tal como dicha fe está viva en nosotros, y la legitime como la gran maestra de la vida actual, capaz de resolver los problemas de la época de manera similar a como lo hace la fuente extraordinaria de conocimiento [las apariciones y milagros], entonces es de suma importancia fundamentarla teológicamente.
(b. El Dios que se revela personalmente y a quien el hombre puede dirigirse personalmente)
1.7 EL DIOS QUE ESTÁ PRESENTE EN TODO Y ACTÚA EN TODO
De: Vorträge 1963, 10, 122-123
Tenemos que convencernos de las siguientes grandes verdades:
En primer lugar, que Dios es una realidad. Dios es realidad por antonomasia. Y esto tiene hoy gran importancia. Ya saben por qué: Porque el hombre de hoy advierte, percibe, que entre él y Dios se interponen muchas cosas y que él, el hombre, queda adherido, apegado a ellas. Ustedes saben además qué difícil resulta hoy tomar conciencia de Dios en la vida cotidiana, en el acontecer mundial. Porque parece que Dios estuviese durmiendo, que hubiese puesto en manos del diablo el cetro del acontecer mundial.
En segundo lugar, convencernos de que Dios es una realidad personal. Vale decir, es persona; no es un “ello” sino un “Tú”, un tú personal, incluso es tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas y un solo Dios. Si queremos cultivar un trato amoroso con Dios, naturalmente no podemos prescindir de grabarnos una y otra vez estas realidades.
Y en tercer lugar, Dios es una realidad ineludible. (…) ¿Qué quiere decir esto? Escuchemos al salmista: “Si subo al cielo, allí estás tú;
si me tiendo en el Abismo, estás presente.”39 ¿Qué significa esto? Dicho teológicamente: omnipresencia divina. Ahora no estoy haciendo otra cosa que recordarles brevemente verdades teológicas fundamentales.
¿Qué significa que Dios está en todas partes? Que está en el cielo, en la tierra, incluso en el infierno; en todas partes donde hay algo creado. ¿Y cómo está en todas partes? Per potentiam, per scientiam, per essentiam.40Verdades teológicas, filosóficas que hay que grabarse, y que allí donde yo esté educando, han de ser naturalmente objetos de estudio, de reflexión, de amor y de vida. Así pues no estancarse en cosas periféricas. La ineludible realidad de Dios… realidad ineludiblemente personal.
1.8 MODOS DE LA PRESENCIA DE DIOS
De: Vorträge 1963, 10, 123-125
Piensen en otros modos de presencia de Dios;41 en su presencia eucarística, sacramental. También cuando me siento o arrodillo ante el tabernáculo: Ahí está Cristo, el Dios humanado, real, de manera real; él está realmente ahí. Vale decir, no es una pálida idea. Colmémonos de esas realidades del Dios eterno e infinito que aparece en tal o cual forma. De ahí la importancia de que giremos con la mente, el corazón y la voluntad en torno del Dios vivo y personal visto de esa manera.
Pues bien, de lo que se trata especialmente ahora es de la presencia sobrenatural de Dios, del Dios Trino, en el alma del hombre en gracia.
De: Vorträge 1963, 2, 148-149
Si echamos una mirada retrospectiva y nos preguntamos cómo es la imagen de Dios que Schoenstatt cultivó desde el principio, hallarán algunas expresiones que se van reiterando en el transcurso de los años, en una u otra versión. Ya en época muy temprana, en los retiros espirituales y cursos, hablábamos del Dios de la vida, diciendo que el Dios de la vida era quien resplandecía fuertemente sobre Schoenstatt. No como si no hubiésemos sabido de otros aspectos de Dios - los enseñábamos con toda claridad -, pero una de las cosas más originales fue ese énfasis en el Dios de la vida. Podemos distinguir al Dios de nuestros altares - no lo hemos olvidado-, y al Dios de nuestro corazón - a quien tampoco hemos olvidado.
Si echan una mirada retrospectiva y reflexionan sobre las corrientes espirituales de la Familia, verán con qué amplitud hemos hablado de la filiación divina. Lo hicimos en una época en la que en la Iglesia, especialmente entre los teólogos, no se reflexionaba a fondo sobre el tema. Observen pues cómo nosotros lo enfocamos con detenimiento y qué conclusiones extrajimos de nuestra reflexión.42
Valdría la pena que alguien se ocupara académicamente del tema, que repasara los contenidos de los ejercicios espirituales y cursos. Por lo tanto esas modalidades de Dios, por decirlo así, jamás fueron descuidadas por nosotros, al contrario, las cultivamos con más intensidad que en ninguna otra parte. El Dios del corazón, el Dios de nuestros altares. Pero lo que se anticipó al tiempo, y continúa anticipándose hoy, es siempre la referencia al “Dios de la vida”; el Dios que gobierna la vida, dicho más exactamente, el Dios de la historia. Ahora bien, el concepto “Dios de la historia” restringe la idea de Dios.43
Naturalmente hemos presentado siempre también al Dios de la creación, pero a la vez le enseñamos al pueblo que Dios creó el mundo. Y para la sensibilidad del hombre - especialmente si echamos una mirada retrospectiva sobre los siglos y milenios pasados, por ejemplo, sobre lo que dijeran Aristóteles y Platón - si observamos la sensibilidad de la humanidad, se puede comprender por qué hombres inteligentes y religiosos se han extraviado tanto en lo que hace a la temática del Dios de la creación. En la creación existen leyes que se cumplen perpetuamente. El ser humano tiene necesidad de estabilidad. De ahí la fuerte aspiración de los hombres de milenios antes de Cristo, de integrarse al ritmo de la creación, al ritmo de la naturaleza: porque en ese ritmo hallaban un ciclo fijo, estable, tranquilizador, algo que se repetía continuamente.
En cambio, si pensamos en la historia, observamos que en ella hay un continuo fluir; pensar en la historia es pensar en un dinamismo incesante, casi inasible. Hoy la situación es de tal y cual manera, mañana lo es de otra. Lo mismo sucede cuando pensamos en la historia de nuestra propia vida o de nuestra familia natural. Un ir y venir de olas…
Así pues desde el principio nuestra fortaleza residió en una cierta originalidad: poner siempre en primer plano al Dios de la historia. De este modo se entiende porqué pusimos entonces tan fuertemente la Divina Providencia en el primer plano de nuestro pensamiento. Porque, ¿quién sostiene en sus manos el acontecer mundial, la historia universal, la historia de la Iglesia, la historia personal, la historia de la comunidad?
1.9 SER TOCADO POR DIOS. ENCUENTROS CON DIOS
De: Homilía del 21 de abril de 1963
En: Aus dem Glauben Leben, 7, 65.68
Que el día de hoy - segundo domingo de Pascua - sea un día de recuerdo de los encuentros con Dios. Los encuentros con Dios en mi vida, cómo y cuándo. ¿Qué he hecho con ellos? En segundo lugar, un día de renovación. ¿Qué queremos renovar? Renovar el encuentro con Dios. Pero esto supone naturalmente tomar conciencia sobre dónde, cómo y cuándo he sido tocado por Dios. Renovar y profundizar mis encuentros con Dios.
¿A qué Dios puedo encontrar? Al Dios de nuestros altares, al Dios de la vida y al Dios de nuestro corazón. Al Dios de nuestros altares. Lo sabemos y a la vez no lo sabemos, similarmente a como Tomás sabía y a la vez no sabía cabalmente que Cristo estaba frente a él: Aquí está el Dios vivo, en el sagrario, con cuerpo y alma, con su divinidad y humanidad, invitándonos: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). Tengo oportunidad de encontrarme con Dios. ¿Por qué correr continuamente a golpear las puertas de los hombres olvidando al solitario ermitaño que mora en su pequeño sagrario? (…)
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