Miguel Ángel Novillo López - La vida cotidiana en Roma

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En La vida cotidiana en Roma, Miguel Ángel Novillo López, haciendo uso de su rigor como historiador y empleando un estilo ágil y ameno, aúna la magnífica historia de la vida cotidiana en la antigua Roma combinando y analizando para ello una gran variedad de fuentes y materiales de diversa naturaleza. Nos permitirá dar respuesta a varias controversias y rechazar dogmas inválidos, abordando desde diversas ópticas cuestiones de gran novedad e interés. Se ofrece, por consiguiente, un cuadro ameno y riguroso del quehacer cotidiano y de las señas de identidad de la civilización más brillante de la Historia.

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-Dictador. Se trataba de una magistratura individual extraordinaria pues, en casos de peligro exterior o interior, los cónsules podían nombrar un dictador cuyo ejercicio no podía superar un periodo de seis meses. Al igual que los cónsules, pretores o tribunos militares, el dictador estaba dotado de imperium, si bien su poder no anulaba al resto de magistrados.

En lo que se refiere al Senado, este organismo estaba integrado por una aristocracia patricio-plebeya y fue desarrollándose como un consejo supremo encargado de asesorar a los magistrados. A partir del 216 a.C., acabó por convertirse en la reunión de todos los exmagistrados. El Senado no legislaba, pero emitía los senatus consulta, es decir, senadoconsultos, que no eran sino resoluciones muy influyentes entre los magistrados que podían ser vetadas por los tribunos.

El nombramiento como senador era vitalicio y el número de trescientos miembros se mantuvo hasta comienzos del siglo I a.C., momento en el que Lucio Cornelio Sila elevó su número a 600. Los miembros del Senado debían poseer una fortuna que les calificara para pertenecer al orden ecuestre.

Las reuniones del Senado tenían lugar en recintos sagrados y privados, y estaban presididas por el senador de mayor edad. Los magistrados convocantes contaban con la autoridad suficiente como para que sus propuestas fueran evaluadas. La minoría selecta, integrada por la nobleza, se encontraba frente a una mayoría heterogénea integrada por descendientes de senadores, nuevos senadores y representantes de las oligarquías municipales. Esta mayoría intervenía muy poco en los debates, limitándose sólo a aceptar determinadas propuestas según sus intereses.

En el apartado de la religión, el Senado era el encargado de proteger los cultos de la ciudad, de decidir la dedicación de los templos, de admitir a nuevos dioses o de fijar los días festivos.

Por lo que respecta a la política exterior, decidía las operaciones militares y proporcionaba los medios necesarios para emprender las campañas. Asimismo, ratificaba los acuerdos que los magistrados estipulaban fuera de Roma y regulaba los diversos aspectos de la diplomacia. De otra parte, en el ámbito interno gestionaba el Tesoro y los múltiples bienes del Estado.

Por otro lado, se encontraban las asambleas que no sólo eran un lugar de reunión, sino que en ellas se elegían a los distintos magistrados, se votaban las leyes, se decidían las declaraciones de guerra y las conclusiones de los tratados. Asimismo, contaban con competencia en materia penal para crímenes contra el Estado en calidad de máximo tribunal de apelación.

La comunidad de ciudadanos con plenos derechos, es decir, el populus, encontró su vía de participación pública a través de las asambleas, esto es, los comitia. Las votaciones no se realizaban de forma individual sino por curias, centurias o tribus, a las que los ciudadanos estaban adscritos. Durante la República existieron distintos tipos de asambleas. No obstante, si bien cada asamblea representaba al conjunto de ciudadanos con plenos derechos, cada una lo hacía desde distintas perspectivas.

-Asambleas curiadas. El pueblo quedaba distribuido en treinta curias, y eran las encargadas de conceder el imperium al magistrado de turno mediante la votación de la lex curiata de imperio.

-Asambleas centuriadas. Se organizaban en centurias agrupadas en clases censitarias en función de la riqueza personal. Funcionaban como un instrumento clave para el reclutamiento y la organización del ejército, y mantuvieron las prerrogativas de elegir a los magistrados superiores, votar las leyes y declarar la guerra o la paz hasta mediados del siglo III a.C.

-Asambleas por tribus. El populus romano queda distribuido en distritos territoriales, las tribus. Estos distritos fueron divididos en urbanos y rústicos. El número de estos últimos fue creciendo con motivo del expansionismo practicado por Roma hasta alcanzar en el año 241 a.C. la cantidad de treinta y uno, que, junto con los cuatro urbanos, fijó el número de las tribus en treinta y cinco. Desde entonces, todo nuevo territorio quedaría adscrito a una de las treinta y cinco tribus existentes.

-Concilia y Comitia Tributa. Desde fines del siglo IV a.C. compartieron con la asamblea por centurias el conjunto de las actividades políticas de la comunidad de ciudadanos con plenos derechos.

Por otro lado, el ejército fue interpretado como uno de los apoyos básicos del emperador y, en consecuencia, la paz y la estabilidad imperial dependían de él. Asimismo, el ejército desempeñaba un importante papel socioeconómico como agente de movilidad social entre sus hombres, a la vez que era un instrumento fundamental de romanización y desarrollo económico.

En este sentido, la reforma militar emprendida por Augusto contó con dos directrices básicas: la búsqueda de un ejército profesional y la reducción del número de soldados. Para nutrir sus efectivos, el ejército quedó abierto a todos los hombres libres, bajo la condición de mantener la división jurídica entre ciudadanos romanos y hombres sin derecho privilegiado, a través de su inclusión en unidades militares especializadas y bien diferenciadas.

El número de las legiones quedó reducido a 28, lo que suponía un total de 130.000–150.000 legionarios. El comandante de cada una de ellas era el legado de la legión, perteneciente al orden senatorial, y estaba asistido por seis lugartenientes, en parte senadores y en parte caballeros, los tribunos de la legión.

Con la reorganización del ejército se abrió el acceso a un incremento cada vez mayor de las tropas auxiliares. Los soldados auxiliares, organizados en función del mando, la táctica y el armamento, constaban de unidades de infantería, las cohortes, y de caballería, las alae, con efectivos que oscilaban entre los 500-1.000 hombres. Los miembros de las tropas auxiliares no eran ciudadanos romanos y, por ende, fueron reclutados entre las comunidades provinciales que presentaban la condición de federadas, libres o estipendiarias.

Por otro lado, el servicio militar en la armada contaba con peor consideración y sus efectivos se reclutaban fundamentalmente entre los libertos.

Con la reforma, los años de servicio militar obligatorio fueron 16 para los pretorianos, 20 para los legionarios y 25 para los auxiliares y, además, durante esos años no estaba permitido contraer matrimonio, pues éste no sería oficialmente reconocido. Asimismo, Augusto concretó unos sueldos regulares en función del rango de cada soldado. Al final de sus años de servicio, los veteranos legionarios o pretorianos recibían en recompensa pequeños lotes de tierras que hacían posible su subsistencia o una cantidad económica procedente del erario público creado por Augusto, mientras que los miembros de las tropas auxiliares fueron recibiendo progresivamente como recompensa la ciudadanía romana.

Composición de la legión
1 legión
10 cohortes
30 manípulos
60 centurias
6.000 soldados
Composición de los auxiliares de infantería
Indígenas organizados en cohortes de 500-1.000 hombres divididos en centurias
Organización de la caballería
Cohortes mixtas Caballería legionaria Caballería de las alas Cuerpos de indígenas

Los emperadores que gobernaron el Imperio romano desde la muerte de Augusto hasta la crisis de los años 68 y 69, es decir, los emperadores de la dinastía Julio Claudia, asumieron el poder entre la violencia de la guardia imperial y las intrigas de palacio.

Los conflictos civiles de los años 68 y 69 acabaron con la dinastía Julio-Claudia, lo que evidenció que desde ese momento el emperador no sólo tenía que asegurarse la adhesión de Roma y de Italia, sino que, asimismo, tenía que contar con el apoyo de las provincias y de los efectivos militares en ellas asentados. El resultado del conflicto pondría de manifiesto la posibilidad de poder elegir a un emperador fuera de Roma.

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