Miguel Ángel Novillo López - La vida cotidiana en Roma

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En La vida cotidiana en Roma, Miguel Ángel Novillo López, haciendo uso de su rigor como historiador y empleando un estilo ágil y ameno, aúna la magnífica historia de la vida cotidiana en la antigua Roma combinando y analizando para ello una gran variedad de fuentes y materiales de diversa naturaleza. Nos permitirá dar respuesta a varias controversias y rechazar dogmas inválidos, abordando desde diversas ópticas cuestiones de gran novedad e interés. Se ofrece, por consiguiente, un cuadro ameno y riguroso del quehacer cotidiano y de las señas de identidad de la civilización más brillante de la Historia.

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Con la aparición de la propiedad privada se generó una acusada diferenciación social que provocó el distanciamiento progresivo de los más adinerados. Con esto, los patres seniores de las clases más altas exigieron el privilegio exclusivo de ser senadores. Por consiguiente, el acceso quedó reservado a un reducido grupo de gentes y familiae, unidas mutuamente por vínculos de carácter matrimonial. Los descendientes de los patres más eminentes fueron los patricios, que originaron en consecuencia el patriciado romano.

La comunidad romana también se organizó sobre la base de las curias, el más antiguo ordenamiento político de la sociedad romana. En principio, habría una curia por cada aldea y con el tiempo su número quedaría limitado a treinta. Cada presidente de la curia, es decir, el curio, junto con sus competencias sacras y legales, detentaba el mando militar del ejército constituido por su curia. Reunidos en asambleas los Comicios Curiados, integrados por los patricios de las familias más importantes de Roma, cumplían la función de proclamar la entronización del rey con la aprobación de la lex curiata de imperio. También aceptaban las leyes y decidían sobre la paz o la guerra. Participaban en el poder judicial, nombrando a quienes habrían de juzgar los crímenes de estado y tenían, asimismo, competencias en materia religiosa. Los comicios celebraban sus reuniones a primera hora de la mañana y finalizaban tarde. Previamente, los augures realizaban los ritos tradicionales para determinar si el día era fasto o nefasto para reunirse. De hecho, tal era la importancia de los rituales religiosos que nadie tomaba la decisión de acometer empresa alguna sin encomendarse previamente a sus dioses.

El cuerpo político romano o populus, es decir, el conjunto de ciudadanos romanos, quedó dividido en tres tribus –Ramnes, Tities y Luceres– con objeto de poner en práctica un rudimentario sistema de leva. A cada una de ellas le fueron adscritas diez curias. Así las cosas, cada tribu estaba constituida del siguiente modo: diez casas formaban una gens; diez gentes constituían una curia; diez curias formaban una tribu. En caso de necesidad militar, cada una de las curias debía proporcionar cien infantes y diez jinetes.

En la Roma republicana la teoría constitucional republicana contemplaba el derecho de todos los ciudadanos romanos a participar en la vida política de Roma. El sistema constitucional republicano, combinando elementos de muy diversa índole, y realmente democrático a finales de la República romana, se presentaba como un poder colegiado y como una compleja red de normas reguladoras y de relaciones políticas, sociales y económicas hasta entonces desconocidas. En la práctica, el funcionamiento del sistema tendió a proteger los intereses del grupo dirigente, es decir, el oligárquico, si bien la constitución republicana presentó dos vías institucionales en su evolución: la patricia y la plebeya.

Con la conclusión del conflicto patricio-plebeyo, la sociedad romana se fue estabilizando de forma progresiva. Tras la aprobación de las leges Licinio-Sextiae en el 367 a.C. se produjo la consolidación de la llamada nobilitas, es decir, una nueva nobleza patricio-plebeya que sustituyó en la dirección del Estado a la antigua aristocracia, y que englobaba a las familias que contaban entre sus miembros con alguien que hubiese alcanzado una magistratura de primer orden: censura, pretura o consulado. No obstante, como clase abierta era posible el ingreso en la misma de homines novi, esto es, individuos que, sin pertenecer a familias distinguidas, ennoblecían a sus familias tras el ejercicio de una alta magistratura. La nobilitas se encontraba polarizada en dos grupos claramente diferenciados: un primer grupo que apostaba por una política expansionista; y un segundo grupo que pretendía potenciar la economía agraria y proteger la influencia del sector campesino frente a la actividad mercantil con el fin de mantener el peso político del sector agrario. La política exterior emprendida por sendos grupos no puede considerarse conservadora o progresista a tenor de sus propósitos, pues ambas fueron agresivas e intentaron por igual el fortalecimiento del pueblo romano, y su presencia alternativa en el poder no produjo la anulación del programa contrario.

Las transformaciones que se produjeron en el ámbito constitucional, religioso y militar a partir del 312 a.C. tuvieron a Apio Claudio el Censor como principal responsable. Dos fueron las reformas revolucionarias que emprendió en la constitución romana: la primera medida se refería a la lectio senatus, es decir, la elaboración de la lista de los senadores, lo que no dejó de molestar a la opinión conservadora porque Claudio no dudó en incluir en ella incluso a los hijos de los libertos; la segunda medida se refería a la composición de los comicios por tribus. Roma se encontraba dividida en 31 tribus territoriales, cuatro urbanas y 27 rústicas, que daban mayoría en los sufragios a las segundas sobre las primeras.

La reforma de Claudio consistió en permitir a la plebe urbana el poder inscribirse en cualquiera de las 31 tribus, sin la antigua limitación exclusiva a las cuatro urbanas, favoreciendo, por consiguiente, a los no propietarios frente al campesinado.

La sociedad del estado patricio-plebeyo estuvo caracterizada por una fuerte desigualdad social y por un fuerte carácter cada vez más aristocrático. En este sentido, se produjo la implantación de un nuevo orden aristocrático en el que lo determinante no era el origen patricio de un individuo, sino, en realidad, la pertenencia a los cuadros dirigentes de la política.

-La nobilitas. La nobleza no sólo controlaba la política, sino que también imponía un conjunto de usos y costumbres como el más correcto estilo de vida. La nobleza forjó con su tradición una conciencia, cuya categoría ética era el mos maiorum, o lo que es lo mismo, el respeto a los antepasados. La gloria de los antepasados daba prestigio a esta clase, y a su vez dicha reputación debía ir acompañada de una potente base económica. Por otro lado, gracias a las trabas constitucionales, legales y sociales lograba el dominio de las asambleas populares.

-Los grupos mercantiles. Al igual que la nobleza, arrendatarios de obras públicas, es decir, publicani, comerciantes, prestamistas y banqueros se sirvieron en todo momento de las posibilidades económicas vinculadas a la especulación. Las conquistas llevadas a cabo por Roma permitieron su crecimiento hasta que algunos formaron en el siglo II a.C. un nuevo estamento social, el orden ecuestre, por debajo de la nobleza senatorial, pero privilegiado con respecto al resto de ciudadanos. Los miembros del orden ecuestre servían como jinetes en el ejército, es decir, como equites o caballeros, y en las asambleas votaban junto con la nobleza.

-Los campesinos. El campesinado comprendía un gran porcentaje de la sociedad romana, y englobaba desde el rico latifundista hasta al jornalero agrícola, si bien su núcleo fundamental estaba constituido por los campesinos de pequeña y mediana propiedad.

-La plebe urbana. Asimilada con el campesinado, comprendía al conjunto de ciudadanos que, si bien habían perdido sus vínculos con la tierra, vivían en Roma ocupados en diversas actividades económicas y artesanales. Los ciudadanos plebeyos beneficiados de una distribución de tierras públicas pasaron a ser censados en una de las clases de propietarios, lo que les daba derecho a participar en el ejército. En la plebe urbana se incluían los libertos que, como nuevos ciudadanos, representaban un fuerte soporte político y económico de sus antiguos amos con quienes seguían vinculados por lazos de clientela.

-Los esclavos. La primera referencia sobre el empleo de esclavos en Roma es posterior al siglo IV a.C., como resultado de la actividad expansionista e imperialista. Generalmente prisioneros de guerra, los esclavos representaban el sector más bajo de la sociedad romana al ser considerados jurídicamente como cosas y no como personas. El efecto económico más significativo de la llegada de esclavos a Roma fue el progresivo abaratamiento de la mano de obra agrícola e industrial, por lo que terratenientes y artesanos de todas las clases comenzaron a reemplazar en sus explotaciones y talleres a la fuerza de trabajo libre por la esclava. Con esta tesitura, fueron muchos los campesinos que no tuvieron más remedio que enrolarse en el ejército.

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