Jean-Paul Sartre - La Náusea

Здесь есть возможность читать онлайн «Jean-Paul Sartre - La Náusea» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Философия, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Náusea: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Náusea»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Por ecima de su formato de diario íntimo, La náusea (1938) es sin duda una novela metafísica, una novela de un innegable calado filosófico, pero tambien es el relato detallado de la experiencia humana de una calamidad, de una calamidad de nuestro tiempo: el sentimiento y la contemplación del absurdo de la existencia

La Náusea — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Náusea», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No sé, no me parece. Ya he encontrado tu risa, tu manera de levantarte y poner las manos en mis hombres, tu manía de hablar sola. Sigues leyendo la Historia de Michelet. Y un montón de cosas más…

Y ese interés profundo por mi esencia eterna y su indiferencia total hacia todo lo que pueda sucederme en la vida, y esa extraña afectación pedante y encantadora a la vez, y esa manera de suprimir antes que nada las fórmulas mecánicas de cortesía, de amistad, todo lo que facilita las relaciones de los hombres entre sí, esa manera de obligar a los interlocutores a una perpetua invención. Se encoge de hombros:

– Sí, hombre he cambiado -dice secamente-, he cambiado del todo. Ya no soy la misma persona. Pensé que te darías cuenta a la primera ojeada. Y vienes a hablarme de la Historia de Michelet.

Se me planta delante:

– Vamos a ver si este hombre es tan inteligente como lo asegura. Busca: ¿en qué he cambiado?

Vacilo; Anny golpea con el pie, todavía sonriente pero sinceramente irritada.

– En otro tiempo había algo que te resultaba un suplicio. Por lo menos tú lo afirmabas. Y ahora se acabó, ha desaparecido. Deberías notarlo. ¿Acaso no te sientes más cómodo?

No me atrevo a responderle que no; estoy, como antes, sentado en la punta de la silla, cuidando de evitar emboscadas, de conjurar inexplicables cóleras. Ella ha vuelto a sentarse.

– Bueno -dice meneando la cabeza-, si no comprendes es que has olvidado muchas cosas. Todavía más de lo que yo pensaba. Vamos a ver: ¿recuerdas tus fechorías de antes? Venías, hablabas, te ibas: todo a destiempo. Imagina que nada hubiera cambiado: tú entrarías, habría máscaras y chales en la pared, yo estaría sentada en la cama y te diría: (echa la cabeza hacia atrás, dilata la nariz y habla con voz teatral, como burlándose de sí misma) “Bueno, ¿qué esperas? Siéntate”. Y naturalmente, evitaría cuidadosamente decirte: salvo en el sillón junto a la ventana.

– Me tendías trampas.

– No eran trampas… Entonces, naturalmente, hubieras ido derecho a sentarte allí.

– ¿Y qué me hubiera sucedido? -digo volviéndome y mirando el sillón con curiosidad. Es de apariencia ordinaria, tiene un aire paternal y confortable.

– Sólo cosas malas -responde Anny brevemente.

No insisto; Anny siempre se ha rodeado de objetos tabú.

– Creo -le digo de golpe- que adivino algo. Pero sería tan extraordinario. Espera, déjame buscar: sí, este cuarto está desmantelado. Me harás la justicia de reconocer que lo observé en seguida. Bueno, hubiera entrado, habría visto las máscaras en las paredes, y los chales y todo eso. El hotel se detenía siempre en tu puerta. Tu cuarto era otra cosa… No hubieras venido a abrirme. Te hubiera descubierto agazapada en un rincón, quizá sentada en el suelo sobre aquella moqueta roja que llevabas siempre contigo, mirándome sin indulgencia, aguardando… Apenas pronunciara yo una palabra, apenas hiciera un gesto y recobrara la respiración, tú fruncirías las cejas y yo me sentiría profundamente culpable sin saber por qué. Después habría acumulado una torpeza tras otra, me hubiera hundido en mi falta…

– ¿Cuántas veces sucedió eso?

– Cien veces.

– ¡Por lo menos! ¿Eres más hábil, más fino ahora?

– ¡No!

– Me gusta oírte decirlo. ¿Entonces?

– Entonces es que ya no hay…

– ¡Ah, ah! -exclama con voz teatral- ¡Apenas se atreve a creerlo!

Prosigue dulcemente:

– Bueno, puedes creérmelo: ya no hay más.

– ¿No más momentos perfectos?

– No.

Estoy estupefacto. Insisto.

– En fin, tú no… ¿Se acabaron aquellas… tragedias, aquellas tragedias instantáneas en que las máscaras, los chales, los muebles y yo mismo teníamos cada uno nuestro pequeño papel, y tú uno grande?

Sonríe.

– ¡Ingrato! A veces le di papeles más importantes que el mío, pero él no se lo sospechó. Bueno, sí, se acabaron. ¿Te sorprende mucho?

– ¡Ah, sí, estoy sorprendido! Creí que eso formaba parte de ti misma, que si te lo quitaban sería como si te arrancaran el corazón.

– Yo también lo creí -dice como si no lamentara nada. Agrega con una especie de ironía que me hace una impresión muy desagradable: – Pero ya ves que puedo vivir sin eso.

Ha entrecruzado los dedos y sujeta una de las rodillas con sus manos. Mira al aire con una vaga sonrisa que le rejuvenece todo el rostro. Parece una chiquilla gorda, misteriosa y satisfecha.

– Sí, estoy contenta de que sigas siendo el mismo. Si te hubieran mudado de sitio, pintado de nuevo, clavado al borde de otro camino, no tendría nada fijo para orientarme. Me eres indispensable; yo cambio, queda convenido que tú permaneces inmutable y mido mis cambios en comparación contigo.

A pesar de todo me siento un poco mortificado.

– Bueno, es muy inexacto -digo con vivacidad-, al contrario, he evolucionado totalmente los últimos tiempos, y en el fondo…

– ¡Oh -dice con un desprecio aplastante-, cambios intelectuales! Yo he cambiado hasta el blanco de los ojos.

Hasta el blanco de los ojos… ¿Qué hay en su voz, que me trastorna? ¡De todos modos doy un salto brusco! Dejo de mirar a una Anny desaparecida. Es esta mujer, esta mujer gorda de aspecto arruinado la que me conmueve y a quien amo.

– Tengo una especie de certeza… física. Siento que no hay momentos perfectos. Lo siento hasta en las piernas cuando camino. Lo siento todo el tiempo, hasta cuando duermo. No puedo olvidarlo. Nunca hubo nada que fuera como una revelación; no puedo decir: a partir de tal día de tal hora, mi vida se ha transformado. Pero en la actualidad estoy siempre un poco como si aquello me hubiera sido revelado la víspera. Estoy deslumbrada, incómoda, no me acostumbro. Dice estas palabras con una voz calmosa donde queda un atisbo de orgullo por haber cambiado tanto. Se balancea en el cajón con una gracia extraordinaria. Ni una vez desde que entré se ha parecido tanto a la Anny de antes, de Marsella. Me ha atrapado de nuevo, he vuelto a sumergirme en su extraño universo, más allá del ridículo, de la afectación, de la sutileza. Hasta he recuperado aquella ligera fiebre que me agitaba siempre en su presencia y aquel gusto amargo en el fondo de la boca.

Anny desanuda las manos y suelta la rodilla. Se calla. Es un silencio concertado, como cuando en la ópera la escena permanece vacía exactamente durante siete compases de orquesta. Bebe el té. Después deja la taza y se mantiene rígida apoyando las manos cerradas en el borde del cajón. -

De improviso hace aparecer en su cara el soberbio rostro de Medusa que yo amaba tanto, hinchado de odio, torcido, venenoso. Anny no cambia de expresión, cambia de rostro, como los actores antiguos cambiaban de máscara; de golpe. Y cada una de estas máscaras está destinada a crear la atmósfera, a dar el tono de lo que seguirá. Aparece y se mantiene sin modificarse mientras Anny habla. Después cae, se desprende de ella.

Me mira fijo sin demostrar verme. Hablará. Espero un discurso trágico, a la altura de la dignidad de su máscara, un canto fúnebre.

Dice una sola palabra;

– Me sobrevivo…

E1 acento no corresponde para nada al rostro. No es trágico, es… horrible; expresa una desesperación seca, sin lágrimas, sin piedad. Sí, hay en ella algo irremediablemente agostado.

La máscara cae, Anny sonríe.

– No estoy nada triste. A menudo sentí asombro, pero me equivocaba: ¿por qué había de estar triste? En otros tiempos fui capaz de pasiones bastante hermosas. Odié apasionadamente a mi madre. Además a ti -dice con desafío- te amé apasionadamente.

Espera una réplica. No digo nada.

– Todo eso se acabó, por supuesto.

– ¿Cómo puedes saberlo?

– Lo sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera… Hasta hay un momento, al principio mismo; en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Náusea»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Náusea» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jean-Paul Sartre - No Exit
Jean-Paul Sartre
Jean-Paul Sartre - Les Mots
Jean-Paul Sartre
libcat.ru: книга без обложки
Jean-Paul Maas
Walerij Seliwanow - Jean-Paul Belmondo
Walerij Seliwanow
Jean Paul - Siebenkäs
Jean Paul
Jean-Paul Thommen - Gamebreaker
Jean-Paul Thommen
Jean Paul - Quintus Fixlein
Jean Paul
Отзывы о книге «La Náusea»

Обсуждение, отзывы о книге «La Náusea» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x